3. Diffidenza

307 16 1
                                    

Cassandra se lleva una desagradable sorpresa, la reunión de Nathan no resulta ir tan fluida como pensó en un principio y Logan se enfrenta cara a cara con la sombra que los había estado vigilando a Alexandria y a él en Amalfi.

Cassandra se lleva una desagradable sorpresa, la reunión de Nathan no resulta ir tan fluida como pensó en un principio y Logan se enfrenta cara a cara con la sombra que los había estado vigilando a Alexandria y a él en Amalfi

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Santa Clarita, California.

La casa de su hermana no era precisamente un lugar que Cassandra tuviese en mente visitar en un futuro cercano, tal vez por el hecho de que la muy astuta la había comprado a espaldas de sus padres y de ella misma, con los ahorros de los que claramente predisponía. Pero tiempos desesperados requieren de medidas desesperadas, y es por eso que después de una exhaustiva investigación en el cuarto de la mayor de las Ferrari, Cassandra dio con su ubicación en un bonito barrio de Santa Clarita, a la orilla de un pequeño muelle.

Dos horas y media más tarde, cuando el cielo se tornó oscuro, estacionó uno de los múltiples autos de Max frente a la residencia, el BMW M4 Cabrio blanco, apagando el motor para recostarse en el respaldar con aire derrotado, viendo sin mucho ánimo la propiedad.

¿Qué esperaba encontrar con exactitud? Marie St. Cloud, la ciber-analista de la sede la CIA en Los Ángeles, no le contestó el teléfono ni aun después de los cincuenta timbrazos que le zumbaron a Cass en el oído, llevando al caño toda esperanza de que la peliverde fuera su salvación al darle la última locación de Maxine para que la Ambrosetti pudiera hacerse cargo y así dar con el paradero de su hermana.

Fue luego de mucho pensar en su habitación con el constante repiqueteo de su pierna como un pájaro carpintero que una idea se le ocurrió, no tan brillante pero una idea al fin y al cabo.

Max no lleva su trabajo a la casa, tampoco pisa la agencia con frecuencia, entonces debe de haber un lugar en donde guarde ese tipo tan delicado de información, y puede que hasta encuentre más de lo que busco.

Ahora estaba frente a la casa, y ya no había vuelta atrás.

Tomó una profunda respiración antes de salir del auto, reuniendo algo de valor para el allanamiento que estaba a punto de cometer. La llave inglesa encerrada en su puño derecho pesaba lo equivalente a su consciencia, pero imágenes de los Ambrosetti parpadearon en su retina, haciéndole recordar que esto era nada comparado a lo que haría una vez en Verona dentro de unos pocos días, lo cual sirvió como un poco de consuelo.

De un golpe rompió un fragmento de vidrio de la puerta principal, lo que ocasionó un agujero del tamaño perfecto para que su mano cupiera sin problemas. La chaqueta que traía puesta impidió que los pedazos puntiagudos perforasen la piel cuando alargó la mano por medio de la abertura y dobló la manija, dándole acceso al hogar que abundaba en penumbras y silencio.

Trozos de vidrio crujieron bajo su peso una vez que se decidió por aventurarse en el ajeno lugar, guiándose en la oscuridad gracias a la linterna de su teléfono, e hizo un rápido chequeo a la planta baja, donde solo se encontraba la cocina, sala, un baño y el cuarto de lavandería.

Bad Saints (En pausa) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora