『 parte seis: Un día de lagrimas y una noche de calor.

5.4K 631 481
                                    

Forks, Washington.



Sus fanales profundo y tersos como la suave tela de satín brillaron con el resplandor de las estrellas luminosas de aquella madrugada.

Apretó entre sus dedos fríos la sudadera y sintió la textura de esta, con el tacto áspero pero de alguna manera suave que lo reconfortó cuando observó la fogata ardiente y las voces a su alrededor.

Era la noche de reunión de su manada y a pesar que aún seguían indagando por aquel suceso de hace diez días, el se negaba rotundamente a hablar sobre aquel tema que le oprimía el pecho. Seguía recordando como pares de ojos se aferraban a su rostro mientras que lágrimas de desdicha se derramaban sin pena sobre sus mejillas enrojecidas de la ira que sentía sobre aquel alfa de benditos ojos esmeraldas.

Aún escuchaba la voz de Bach persuadiéndolo para saber que ocultaba entre esa tristeza e ira que se fundió en su cuerpo como una espada que se comenzaba a forjar con hierro, pero aún así se mantuvo en silencio con caricias sobre su espalda en modo de consuelo sobre los integrantes de la manada, que aunque no las deseara, lo hicieron olvidar con ligereza en terrible suceso de aquella mañana.

¿Por que lo había engañado?

Era tan simple decir que aún seguía con aquella omega voluminosa de rostro perfecto y que él solo se trataba de un simple experimento que sería desechado después de satisfacerlo.

Ahora solo pensaba en cómo se mofaba acerca de aquella relación prohibida, contándolo a los demás frigus salvajes cada palabra que había salido desde el fondo de su corazón con promesas eternas que quedaron grabadas en su memoria como su fiel amor verdadero.

Bebió un largo sorbo de la cerveza que se posaba en medio de sus piernas y apoyó su cabeza sobre el hombro de su amiga Madison que lo reconfortó con un cálido abrazo.

No hubo una llamada, ni un mensaje, mucho menos alguna visita que anhelo durante aquellos días que se la pasó mirando sobre la ventana de su hogar esperando ver un auto negro estacionarse para aclarar lo sucedido con aquellos mensajes reveladores.

Solo fue una aventura, y cuando obtuvo lo que quería, se marchó sin ningún rastro. Trago saliva y miro las llamas del fuego que relucían como el más hermoso panorama de aquella noche tranquila. Era tan ingenuo, todas aquellas palabras y besos esparcidos por su cuerpo por aquellos labios despiadados fueron actuaciones para hacerlo caer de rodillas ante su presencia.

Era un sabor amargo que no desaparecía de su garganta por más que intentaba desvanecerlo con la compañía de aquella omega llamada Danielle. Incluso cuando la besaba sentía el sabor de Harry entre sus labios y, cuando la tomaba en su alcoba, todo se sentía tan incorrecto al no ser aquel alfa de voz ronca y tranquila.

—Estas más tranquilo—la suave voz de su amiga lo hizo asentir, mientras seguía escuchando las historias que contaba el más viejo de la manada como solía hacerlo desde hace décadas atrás. Bebió otro sorbo de cerveza fría y observó a todos los miembros de la manada que al igual que él prestaban atención al anciano llamado Alexander.

Eran treinta y cinco miembros jóvenes y fuertes que lucharon por entrar a la manada de Bach. Era una de las más grandes de Forks y conocidos por ser simplemente de la heredera de los Bach, alfas poderosos y protectores sobre su extenso territorio. Recordó como se había llenado de felicidad cuando la rubia dueña de la manada decidió aceptarlo, y ahora simplemente deseaba escapar de todo aquello que lo mantenía prisionero.

Respirando fuego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora