Respirando fuego

『 parte cinco: El veneno que quema la sangre.

Forks, Washington.

Wish I had no expectations
I wish that I could get it through your head
With no confrontation
I really wish we could talk about it instead
All these tears that I cry while I'm turned to the side
And you're in the same fucking bed
Wish I had no expectations
But I expect, you expect, we expect.

                        Su respiración pausada y espesa se escuchaba con claridad entre las penumbras del amanecer de la fría y calmada mañana.

Trato de empuñar la sabana entre sus dedos sudorosos por el calor que recorría la habitación rústica, más la tela gris se deslizaba entre sus dedos como un montón de tierra de la costa. Se quejó en voz alta, entreabriendo sus húmedos labios rojos y soltando un bajo gruñido de autoridad cuando aquellas poderosas manos cubiertas de anillos llevaron sus débiles piernas (aún más) hacía su pecho cubierto por infinitas marcas rojizas. Con sus rodillas temblorosas tocando sus sensibles aureolas en su pecho, volvió a gruñir y solo recibió una caricia de consuelo sobre sus fornidos muslos.

Su cuerpo debilitado sintiendo una vez más aquel inmenso nudo que le quebró el alma cuando lo sintió crecer en su interior por primera vez. Un dolor que lo hizo llorar mientras esos ojos esmeraldas admiraban como su cuerpo lo recibía con fervor, aceptándolo como lo haría un omega, mientras el simplemente se quedaba inmóvil de costado, con cristalinas lágrimas saladas recorriendo sus escarlatas mejillas hasta caer sobre la almohada húmeda, y con manos aferrándose al cuerpo del frigu que se extendía sin compasión en él.

Intento decir una oración coherente, más sus cuerdas vocales no le permitían hablar correctamente.

Sus ojos oceánicos parpadean con súplica, sintiendo su excitación entre su vientre cubierto de su propia esencia. Deseaba tocarse con insistencia, necesitaba liberarse antes que la hambrienta boca del ojiverde lo devorara entre sus labios gruesos y tangibles antes de perder la poca cordura que le quedaba en ese momento. Intenta moverse, pero el cuerpo de su insaciable alfa lo mantiene bajo su control, protegiéndolo de cualquier movimiento brusco que realizará él mismo para no lastimarlo mientras el nudo bajará en su mojado y sensible interior.

Protesto con balbuceos incomprensibles que fueron silenciados por unos labios soberbios que lo comenzaron a besar con ternura, llevándolo hacia el mismo cielo con aquel dulce néctar de café mañanero. Sus labios meciéndose con maestría sobre el mar entre sus bocas mientras el guía de aquel barco gimió gustoso al sentirlo derramarse en su interior.

El alfa más alto detiene el exquisito beso, elevándose en todo su esplendor, con una dormilona sonrisa en su rostro pícaro y sediento de sus caricias secretas. Su cabello salvaje estaba en amarrado en una coleta que dejaba caer suaves mechones rebeldes sobre su frente sudorosa. Observó como las venas de aquellos trabajos brazos decorados, resaltaron con fuerza cuando inclinó su rostro abochornado hacia atrás, gimiendo roncamente cuando se apretó a su alrededor y salió de su interior con lentitud, enrollando esos dedos largos sobre sus tobillos.

Suspiro y cerro sus ojos zafiros, sintiendo el latido de su corazón acelerarse sobre su pecho, acelerando la adrenalina que le recorría el cuerpo al recordar que fue tomado por otro alfa. Había permitido que aquel frigu coqueto lo tomara como si fuera un omega, le había permitido manejarlo sobre la cama, le había permitido subyugar a su alfa indomable e imprudente.

Y jamás se había sentido tan bien.

—Alfa—murmuró con voz quebrada mientras se exaltaba sobre su lugar, atreviéndose a abrir sus ojos curiosos, mirando como dos dedos atrevidos indagaban en su interior. Se quejó y el rizado solo sonrió ladino, moviendo sus dedos en círculo, murmurando alabanzas bochornosas a cerca de como tomaba todo de él sin temor.