La cuarta vez que lo vi, quise morir.
Pasaron tan solo dos semanas desde que aceptó ir de paseo conmigo, pero incluso con tan corto intervalo de tiempo no sabía si él fuera a recordarme.
Después de todo, yo solo era otro de sus clientes.
Me pareció extraño verlo sin unos shorts, como era habitual en él, pero llevaba un pantalón de cuero que marcaba sus piernas y culo igual de bien, así que supuse que solo estaba variando su guardarropa.
Casi no me di cuenta de que había estado mirándolo con descaro hasta que él me habló.
—Hey guapo—
Su saludo solo logró bajarme el ánimo, sin embargo decidí no rendirme.
Era extraño, Jimin tenía un atractivo poco común, sabías que iba a hacerte daño cuanto más cerca estuvieras, pero eso solo lo hacía más tentador. Me embriagaba su sonrisa y el misterio que daba vida a sus ojos.
—¿Qué pasa señor Min? ¿Vio algo que le guste?—
Una ligera sonrisa se formó en mis labios al escucharlo. Después de todo, no me había olvidado.
—De hecho sí, vi a un chico muy sexy de lindos labios—
Su sonrisa creció y yo casi babeaba por ella.
Le ofrecí el doble de dinero que la última vez por otro paseo, temiendo que fuera a negarse, sin embargo, aceptó y parecía tan feliz que tuve que recordarme que lo hacía por dinero para no ilusionarme por su compañía.
En esa ocasión fuimos al cine y vimos una película infantil por petición suya.
Nunca había visto tanta inocencia en una persona y era difícil creer que ese chico a mi lado, que disfrutaba de dibujos animados como un niño, fuera el mismo que vendía su cuerpo cada noche a cualquiera que pudiera pagar por él.
Lo invité a cenar pero se negó, diciendo que aquello no le permitiría trabajar tan bien como normalmente.
—Debo cuidar mi figura y energía, nadie querrá a un chico gordo y perezoso en su cama—
La manera en que lo dijo era sorprendente. Jimin aceptaba su trabajo sin más, era lo que hacía y en ocasiones parecía orgulloso por ello. Quizá era eso lo que lo distinguía de todos, Jimin tenía la dignidad intacta a pesar de dormir con tantos hombres en una noche.
No podías dañarle si lo llamabas puta, no podías humillarle o burlarte de él, su espíritu era demasiado libre y fuerte para eso.
—¿A dónde quieres ir ahora guapo?—
Su sonrisa traviesa volvió a sus labios y casi sin darme cuenta los acaricié.
No supe en que momento terminamos en ese callejón, ni cuando empezamos a besarnos como si el mañana no existiese.
En cierto punto, estaba demasiado excitado como para que me importara hacerlo ahí mismo, con la posibilidad de que alguien nos descubriera, pero él era más listo, tenía años en ese territorio, no iba a dejarse llevar por sus instintos más bajos.
—Sígueme y te dejaré tenerme—
Al escucharlo susurrar eso en mi oído, supe que lo seguiría hasta el infierno de ser necesario.
Cuando me di cuenta estábamos en un departamento pequeño y casi vacío, no parecía que lo hubieran usado más de un par de ocasiones.
Jimin tomó mi mano y me llevó hasta la habitación. Había una cama matrimonial, una televisión y una mesita de noche solamente. No me dio tiempo a preguntarle, antes de procesarlo me empujó a la cama y ya estaba sobre mí a horcajadas.
—Señor Min—
Tomó mi mano y la puso en su pecho mientras movía sus caderas sugerentemente sobre mí. En ese momento perdí el control.
Todo en lo que podía pensar era en mis caderas contra las suyas, en la dulce presión de su interior y en su hermosa voz gimiendo mi nombre por primera vez.
Perdí la noción del tiempo y la cuenta de las veces que ambos terminamos pero, tratándose de Jimin, no me sorprendía. Todo él era como un paraíso de placer para cualquier mortal.
Fue al final, cuando me hizo llegar al clímax por ultima vez que me di cuenta de como lucía su cuerpo.
Me sentí horrorizado al notar los diferentes tonos de violeta en su piel pálida.
Tenía una horrible cadena de cardenales que iniciaba en las costillas y terminaba poco antes de su cintura y había diversas marcas rojas que llenaban sus piernas.
Ante mi mirada de pánico el solo se echó a reír, como si me hubiera asustado por ver un monstruo en alguna película.
—No se preocupe señor Min, no las hizo usted, estas ya venían conmigo cuando lo encontré—
Su sonrisa tan relajada fue un golpe duro. Él estaba acostumbrado a ser lastimado.
—No deberías dejar que te dañen de esta manera...—
Parecía no entender muy bien a que me refería así que sin pensarlo acaricié aquella zona violácea en su piel, sintiendo como se estremecía al contacto.
—No tengo opción señor Min—
Estuve a punto de decirle que podía huir, negarse y correr, buscar ayuda o cualquier cosa que lo mantuviera a salvo, pero sus palabras me trajeron a la realidad una vez más y supe que mis consejos no iban a servirle, de hecho, incluso si se los decía no iba a prestarme atención.
—No puedo hacer nada con eso, cuando los clientes pagan, quieren un cuerpo para usar sin que se queje, es mi trabajo—
Luego de eso cambió de tema y no recuerdo mucho de lo que hablamos, Porque yo no podía dejar de pensar, que debía ser un crimen atormentar a un alma tan inocente como la suya.
Cuando regresé a casa, me di cuenta de que Jimin volvió a meter el dinero en mi cartera y que había desperdiciado una noche de trabajo conmigo.
Pero solo podía sentirme destrozado al recodaresa bella sonrisa en un cuerpo magullado
ESTÁS LEYENDO
• One more • [YoonMin]
Короткий рассказLas necesidades fisiológicas del joven Yoongi los llevan a buscar por la "Zona Rosa" la compañía de una prostituta, pero en cambio termina conociendo a Jimin, un chico lindo que consigue quedarse en su mente y corazón, a pesar de ser un cliente más...