Fiorella

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Fácil es para los demás crear juicios y prejuicios, sin tener mas información de lo que acontece. Fácil, es no ponerte en los zapatos del otro.

Se ha perdido la capacidad de asombro, la empatía y la honestidad.

Te sientes el rey del mundo, cuando sacas tu dispositivo móvil y te conectas con los auriculares bien puestos, casi hasta el tímpano, con la música ensordecedora al máximo. Te desconectas.

¿Tan difícil es mirar para el lado? ¿mirar al otro?

Darte cuenta lo solo que estás, duele.

.....

.....

Bajo una pálida luz, que apenas podía iluminar el cuarto de baño, Fiorella se miraba en el espejo, mientras rogaba que la puerta resistiera y no la abriera de un golpe. Podía ver su propio miedo en el reflejo, estaba paralizada. Mientras Sergio, pateaba y gritaba, le aullaba que saliera del baño. Gritos con amenazas, garabatos, más patadas y golpes. Ya no había vuelta atrás.

¿Cuántas veces sus cercanas le habían dicho que lo dejara? ¿Cien? ¿Mil? ¿Un millón?

Pero el miedo y la inseguridad fueron más grandes que el poco amor propio y valentía que le estaban quedando. Él se había encargado durante todo este tiempo de empequeñecerla, hasta casi hacerla desaparecer.

Estaba aterrada. Nunca pensó que llegaría tan lejos.

Sergio estaba colérico. Continuaba forzando la puerta para entrar, continuaba gritándole improperios, culpándola de todo y amenazándola con matarla una vez que lograra tirar la puerta abajo.

Volvió a mirar su reflejo. Golpeada, así estaba. Unas marcas violetas bajo el ojo derecho, una ceja rota, un ojo cerrándose por la inflamación, marcas de manos fuertes en la garganta. Mechones menos de cabello, el labio partido e hinchado, sus pómulos rojos, su nariz sangrienta, laceraciones en el rostro, un esguince en la muñeca, un par de dedos fracturados, pateaduras en todo su cuerpo, una costilla rota tal vez.

No podría salir viva de ésta. En esta ocasión, no.

No había nada que pudiese hacer. No tenía por donde salir.

La puerta seguía siendo golpeada con violencia.

Fiorella no deseaba morir, por lo menos no así.

Ya no había nada que pudiese tratar de arreglar. Moriría en manos de quien le hizo tantas promesas.

Pero ahora... ya era el límite, vendría por ella y la mataría, se volvería un número más de las estadísticas por violencia doméstica, un femicidio más a la larga lista.

¿Cómo alguien que decía amarla tanto era capaz de dañarla así?

Este sería el fin.

La puerta se abrió estrepitosamente, se rompieron las bisagras, la maltrecha puerta pendía de un hilo, al igual que la vida de Fiorella.

El monstruo que tenía por pareja estaba iracundo, su dulce expresión, estaba absolutamente transformada, gruñía y babeaba, le espetaba horribles palabras a Fiorella. Se acercó a ella, su cuerpo demacrado y disminuido, la tomó por el cuello, apretándoselo fuertemente, hasta sentir que el más mínimo esfuerzo le rompería esas diminutas vertebras. No conforme con ello, comenzó a azotar la cabeza de Fiorella con el espejo, el cual se rompió en miles de pequeños fragmentos que quedaron dispersos por la habitación. Fiorella estaba muda, presa por el terror. Únicamente atinaba a tratar de patearlo, defenderse de alguna manera, mientras él la ahorcaba y azotaba su cabeza en el lugar donde alguna vez hubo un espejo. Las extremidades de ella comenzaron a aflojarse, de tanto golpearla, su cabeza comenzó a abrirse y dejar manchas escarlata en la pared, su respiración se fue, junto con el último insulto que le profirió. Tomó su cuello, hasta que hizo un sonido, "Crak"... quedó con los ojos abiertos, sin brillo, opacos. Su cuello quedó unido a su cuerpo por la piel.

Sergio la tiró al suelo como si fuese un desperdicio, una basura.

Luego miró el desastre que hizo... rastros de vidrio por una pequeña habitación, vestigios de sangre salpicada por todo el lugar. Fiorella tirada en el frío suelo, con sus ojos abiertos, opacos y perdidos mirando hacia la nada.

Preso del pánico, corrió y salió del departamento que compartían. Se fue como un cobarde. Dejando el cadáver de la mujer que vivió con él soportando sus torturas. La dejó en el más miserable e indigno abandono. Dejó su cuerpo abandonado y roto.

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