Lo que pasa en la noche, se queda en la noche

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Era una noche algo peculiar, las gotas de lluvia caían, caían y caían, pero no paraban , solo hasta que se cometió el pecado.

Ese maldito pecado, el pecado que atormentaría a Sebastian para siempre.

Alma subió como de costumbre las escaleras, pero esta vez algo cambio, lo estaba haciendo de noche. Al voltear en la esquina, sintió una presencia, algo que la asustaba, algo que no era normal.

-Oiga.

-¿Quién eres? - respondió asustada.

-No te haré daño, no te preocupes - dijo su admirador -.

Inmediatamente las lágrimas empezaron a correr por la cara de la chica, al mismo tiempo que su corazón se aceleraba cada vez que continuaba con la conversación. Cada palabra era como una inyección de adrenalina pura.

-Tranquila - tocó su hombro -.

Ese simple roce fue suficiente para que la chica empezara a pedir auxilio, con la esperanza que alguien la ayudara, de que alguien la escuchara.

Lo que la asustaba no era el sujeto, la asustaba el hecho de no poder ver sus ojos mientras hablaba con el. En los ojos, se ven los secretos de las personas, pues estos son la parte más cercana al sector del cerebro donde se almacenan nuestras malas experiencias.

De repente, se escuchó una puerta, asustado, por el hecho de poder ser descubierto, tomó a la chica de modo que podía tapar su boca con una mano, y contenerla por encima del pecho con la otra.

Por fin tenia cerca suyo esas caderas que anhelo por tanto tiempo.

Paro de llover.

03061999.

9 MESES PARA EL MILAGRO.

El psicoanálisisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora