El punto final.

550 12 1
                                    

Ya nada valía la pena, la única cosa que me hacía vivir, le molestaba mi existencia; aún no puedo creer que halla tirado 9 meses de sufrimiento a la basura.

Siempre quise escribir algo, algo para mi.

Si en algún momento alguien llega a leer esto, va en serio, yo no la viole, Fue mi otro yo, ese yo que aún no logro controlar, pero por Alma, estaría dispuesto a hacerlo.

Tome un lapicero y una hoja de cuaderno, la cual me trajo muchos recuerdos.

Aún recuerdo cuando era niño y nada importaba, mi única responsabilidad, era hacer feliz a mi madre. Al menos tenía que hacerla feliz a ella, pues a mi padre, solo pude hacerlo "feliz" durante 3 años, o al menos eso creo, antes de que se fuera.

Aún recuerdo esa escena y se me llenan los ojos de lágrimas, mi madre llorando, por mi padre, y yo, como buen niño de 4 años, trataba de consolarla.

Ahora el sueño era diferente.

Estaba ahí, desprotegido, inocente, pequeño.  No había nada que pudiese calmar mi vacío, a pesar de mi poca edad.

Al darme la vuelta, lograba ver una cuerda, en un fondo blanco y vacío, simplemente estaba ahí, sin ninguna razón. Por esa cuerda, como por arte de magia, venía bajando mi padre del cielo, ni siquiera después de 12 años logro superarlo, si, tengo 15.

Escribir esto no fue nada fácil.

Mi padre, dos cortes.

Alma, cuatro cortes.

La bebé, seis cortes.

Ya no quedaba espacio en mi mano derecha.

Vamos de nuevo.

Mi padre, cuatro cortes.

Alma, ocho cortes.

La bebé, doce cortes.

Las 36 razones por las que llore.

¿En que momento mi baño se había convertido en un manantial de agua de rosas?.

Que marica. No son rosas, es sangre.

No podía continuar, tiré el lapicero, así mismo como tiré mis sentimientos, mi alma, mi amor por esa mujer.

Ya no eran dos chicas, eran tres.

Alma.

Alma.

Manuela.

Punto final.

El psicoanálisisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora