Louis Tomlinson, es un joven que nació en una familia con buena condición económica, pero gracias a la infamia de una mujer, lo perdió todo, incluyendo a su madre.
Si éste joven desea sobrevivir, tendrá que dejar todo atrás, y trabajar como institut...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
3 de marzo de 1900.
El día de hoy amaneció muy claro y fresco. Desde la ventana de mi habitación contemplé el jardín y vi multitud de pajaritos jugando con las flores y buscando en ellas el apetecido sustento. Quise confundirme con ellos, gustar de su alegría y, después de arreglarme frente al espejo de mi cómoda, bajé al jardín antes que nadie de la casa supiera que me había levantado.
Apoyado en el tronco de un sauce y viendo el agua del estanque, iba recordando el tiempo de mi infancia, cuando oí la juvenil y fresca voz de Amelia.
—Buenos días, joven Louis.
—Buenos días, Amelia —contesté, abrazándola.
—Hace rato que lo busco. ¿A qué hora se ha levantado?
—Hace poco; media hora lo más.
—¿Madrugó para ir a misa?
—No; no he pensado en eso.
—Mi tía quiere que vayamos a oír la misa usted y yo.
—Nada más fácil que darle gusto, ¿no?
—No perdona que yo deje de oír misa los domingos y los días festivos.
—Y tu deber es obedecerla, puesto que te sirve de madre y es, además, tutora tuya.
—Dice usted bien.
—Voy a arreglarme para ir a la iglesia; entretanto, puedes tú, si quieres, ir a tomar café, Amelia.
—Mejor espero a tomarlo con usted. Mi tía no está en casa y mi primo tampoco.
—¿Tu primo?
—Sí; Harry. ¿No lo conoce?
—No, no lo conozco.
—Conque, ¿tomaremos juntos café? —me preguntó la niña.
—¿Y si se disgusta tu tía porque comes conmigo?
—No se disgustará.
—¿Por qué lo dices?
—Porque me dijo que usted era muy bien educado y que comería conmigo para que me enseñara sus buenas maneras.
—Siendo así, vamos al comedor. Después nos arreglamos para ir al templo.
Media hora después nos encaminamos, Amelia y yo, hacia la iglesia parroquial, a pie, para hacer ejercicio, y porque el templo está muy cerca de la casa de la señora de Styles.
—¿En esta iglesia tan concurrida te gusta oír misa? —pregunté a mi discípula.
—Con usted, en cualquiera; pero como las otras están más lejos de nuestra, he venido aquí, salvo que usted quiera ir a otra.
