f i v e

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Las cosas estaban mal, hace unos días fuimos a comer afuera con mi papá y al volver a la casa estaba todo destruido, al comienzo pensamos que habían entrado a robar, pero no, sólo destruyeron todo, las teles las tiraron al suelo la ropa la ensuciaron y todo lo que pudieron hacer tira estaba roto.

¿Qué clase de no ladrones entraban a una casa a romper cosas y no a robar?

Exacto, solo las personas despechas', en este caso mi mamá y mi hermanastra.

¿Alguna prueba contundente?

La nota que estaba pegada en el marco de la ventana, en el vidrio no, porque los rompieron todos.

"Con nosotras nadie se mete, jiles culiaos"

Mi papá al comienzo comenzó a putear al mundo, pero después de un rato se comenzó a reír y yo no podía entender de qué cresta se reía.

—Papá... tengo claro que todos expresan sus sentimientos de distintas formas, pero en esta situación no entiendo de que mierda te ríes ¿te sentís bien? -ha está altura ya me estaba preocupando-.

—Es que esto es lo que necesita para el divorcio y para tu custodia -contestó sin dejar de reírse- Hasta orden de alejamiento le puedo pedir a la loca.

Nunca había escuchado hablar a mi viejo sobre mi mamá, no lo estaba juzgando, lo entendía más bien, durante muchos años guardo silencio para protegerme, de comporto como un sumiso solo para que no lo alejaran de mi, por eso él era mi ejemplo y mi ídolo.

—Necesitamos más pruebas papá, no solo la declaración y ese papel, voy a ir a preguntarle al Fabián por las cámaras de seguridad.

—¿Estas dispuesto a denunciar a tu mamá hijo? -se veía preocupado, mi viejo no tenía mal corazón y yo sabía que a pesar de todo él se había casado por amor, y en el fondo la situación igual le dolía-.

—Por allanamiento, por agresión, amenazas, robó y también por violencia intrafamiliar -le respondí decidido-.

Mi papá solo asintió, avergonzado supongo, pero no había porque, no se podía avergonzar por no haberle levantado la mano cuando ella si lo hacía.

Le ayude a ordenar, habían muchas cosas inservibles, fui a hablar con Don Pepe, el de la esquina, para pedirle prestado el basurero que tenía al lado de su casa y una carretilla porque no cargaba todas las cosas nicagando, y ahí fuimos tirando las cosas.

Ya estábamos cansados de recoger y tratar de limpiar todo y justo sono el timbre, aparentemente lo único que quedaba bueno en la casa era el citofono.

La tía Meche había venido a ayudar, él Fabián se sentó en la mesa de la cocina y comenzó a revisar las cámaras de vigilancia del pasaje, el resto de los vecinos también vinieron a preguntar, al rato ya éramos 20 en mi casa, todos nos estaban ayudando y felicitaban a mi viejo por no seguir con mi mamá.

Cómo desde los 12 que no compartía así con nuestros vecinos.

—Ya está todo okey, revise las cámaras y efectivamente son ellas pero acompañadas de dos tipos, anote también los nombres y números de vecinos que las vieron para que sirvan a testificar, lo deje todo en la mesa de la cocina cabro chico -dijo el Fabián mientras le hacía señal a la Tía Meche de que se iba, ya comenzaba su turno supongo-.

—Muchas gracias Fabi, realmente te pasaste con esto -le dijo mi papá-.

Le abri la puerta y antes de que el Fabián saliera de mi casa me hizo una seña, extrañado salí a cachar que quería y porque no me lo dijo adentro.

—¿Que pasó? -indague-.

—¿Por que no le hablas a la Josefa? -si la cagai te aviso Fabián, mentalmente rodé los ojos y busqué una respuesta que lo dejara conforme-.

—Eh, no se la verdad -bien Alonso, los hueones de Harvard quieren tu ubicación-.

El Fabi me miró con esa cara que nos miraba cuando algo le habíamos roto de su pieza y tratábamos de hacernos los lesos, demostrándome que me seguía conociendo bien. Saco un pucho y lo prendió, ni me ofreció sabiendo mi respuesta.

Ahí nos quedamos en silencio, apoyados en la reja uno lado del otro sin decir nada y solo mirado como a la entrada del pasaje unos cabros chicos jugaban.

—Alonso ya, suéltala -hablo después de terminar su cigarro y aplastar unas cenizas que cayeron en el pasto.

—¿Que suelte que? -me hice el hueon-.

—Quiero que me digas la verdad, qué onda con la Josefa.

—Ninguna onda Fabián, volvimos a la normalidad nomas -mire pa' otro lado y así disimular-.

—Ah, ¡linda la huea! Volvieron a solo mirarse y a no emitir ninguna palabra, son pendejos los dos -me miro chato ya demostrando su frustración-.

Pero no sabía cómo decirle la verdad, yo también sentía esa frustración.

—Alonso necesito que por favor me digas qué cresta sucede, es mi sobrina y yo se que la Josefa te gusta, vo' al igual que yo también queris su bienestar, dime la verdad po'.

—Es que es súper complicado de decir Fabián -me pase la mano por la cabeza muchas veces, como cuando rompíamos una huea cuando chicos y pensábamos donde ocultarlo- A parte no tengo ninguna seguridad, solo son sospechas.

—La huea que sea ¡dímela! -demandó ya choreado de todas mis vueltas-.

—Creo que el pololo de la Josefa la está maltratando, que la manipula y que también le saca la cresta.

PENDEX, ME GUSTAIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora