e l e v e n

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ALONSO

Las manos me sudaban, no podía dejar de moverlas y menos dejar de tronarme los dedos, los cuales me estaban doliendo más que la cresta, parte del nerviosismo supongo.

¿De donde cresta había sacado las pelotas para pedirle que habláramos?

Es más, ¿Que hueá pensaba decirle? Me cachetie' mentalmente, las ganas de verla y tenerla cerca fueron más grandes que mi inteligencia esta vez.

Había ido a comprar al súper y ya venía de vuelta al pasaje cuando ella comentó mi foto, ni pensé, solo escribí y apreté enviar.

Sin darme cuenta estaba frente a su casa, esperando que saliera, con una bolsa de esas reutilizables en la mano, porque siempre consciente del daño del planeta, mi celular en la otra y mi corazón ya saliendo de mi pecho.

Como después de dos minutos me leyó el mensaje, me respondió e inmediatamente se abrió la puerta.

Y la vi, y fue como volver a tener 8 años cuando la vi por primera vez, chascona como siempre, con un pantalón corto de pijama y en pantuflas.

Pero su actitud ya no era la de antes, aquí no estaba la cabra chica chora, había una temerosa, como si dudara de su misma y temiera dar un paso en falso.

—Hola -sonrió a medias, dudando de mi supongo, no la veía hace una semana, no sabía el porqué, o me hacía el hueon respecto al motivo-.

—¿Cómo estai'? -miraba el suelo, cobarde-.

—Mmmh ¿de que querís hablar? creo que deberíamos ir al grano mejor -lanzó de una y sin tantas vueltas-.

—La verdad... es que ni yo lo sé -conteste como ahueonao, la vi rodar los ojos y sonreír socarronamente, burlesca y maldaosa' como antes lo hacía cuando la pillaban en una travesura-.

—Bueno, si no sabis tú, creo que yo menos -entrelazó su brazos, jugó con sus llaves y retrocedió un paso, en señal de que se iba a ir-.

Para evitarlo solo se me ocurrió decir la mayor estupidez, las tire y las largue, y después no sabía como hacerme cargo de la caga que me acababa de mandar.

—Solo lo hice pa' poder verte, necesitaba verte.

—¿Necesitabai? ¿Y no pudiste necesitarlo una semana atrás, ponte tu? Harto tarde necesitai las cosas tú -me la tiro dolida, con rabia-.

—Quise darte tu espacio Josefa, no quería hacerte más pesá' la situación.

—Tal vez me diste demasiado espacio Alonso.

—¿Pero estoy aquí o no? ¿Vas a seguir huyendo entonces?

Esto no había sido la mejor idea del mundo. Debí haber planeado algo pa' decirle, se me estaba yendo de las manos.

—¡Yo no estoy huyendo de nada! -me levanto la voz, había dado en el clavo-.

No lo pensé nuevamente, di los tres pasos que nos distanciaban y antes de que ella se alejara, la abrace.

Como si se me fuese la vida en ello, igual como se abrazan los jugadores pa' celebrar un gol, y al tenerla cerca mío, cache por fin que mi lugar en el mundo era ese, junto a ella.

PENDEX, ME GUSTAIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora