No se daba el lujo de ser él mismo, sólo lo había sido con una persona: aquel niño que, entre silbidos, entonaba una tonta melodía.
(Bungō Stray Dogs no me pertenece, sólo usé los personajes para la historia.
Créditos por la imagen de la portada a...
“No puede impedirse el viento. Pero pueden construirse molinos.” –Proverbio Holandés.
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Atsushi realmente no gustaba de la atención, para nada lo hacía. Era lindo ser reconocido o simplemente recibir un elogio, pero ese tipo de atención no le gustaba nada: el estar a cargo del pelirrojo le había traído las miradas críticas de todos los miembros del harén, no era para menos; hace nada más cuatro días había llegado y ya tenía un aposento privado además acceso a la casa principal e incluso un privilegio que no portaba ni una sola persona del harén, ni siquiera la misma Yosano y era el poder estar como en ese momento cómodamente en el estanque propiedad de su jefe que según sabía, era el lugar más sagrado del mismo.
Tal como era de un día para el otro su señor le había pedido personalmente al albino informara y se hiciera cargo de todos los nuevos privilegios del pelirrojo. Él sabía que el cabeza de la familia era alguien amable, pero nunca a tales extremos. Lo peor era que aún con ello seguía cuidando del ojiazul como si éste ya mostrará total llaneza al lugar. Si fuese por él su amo podría mostrar aún más simpatía y asignarle un guardia así lo libraba de esa extenuante labor.
Soltó un suspiro, acomodando las manos frente a su cuerpo todavía esperando a que aquel hombre del que era encargado saliera del estanque, a una distancia prudente de éste cabe aclarar, pues él no tenía permitido el entrar allí y tampoco estaba dispuesto a no acatar órdenes. Pocos minutos pasaron cuando observó a Chuya salir desde el espeso follaje, con un libro en manos y bostezando con los ojos cerrados. Atsushi lo observó fijamente cruzando los brazos en un gesto molesto.
— Hasta que al fin sale. —Reprochó con seriedad. El ojiazul arqueó una ceja a su actitud— ¿Qué tanto hacía allí? —Interrogó molesto. El contrario mostró el libro que traía en manos.
— ¿Leer? —Respondió ladeando la cabeza confundido, obviamente no entendiendo que esa había sido una pregunta retórica— ¿Tú qué hacías? —Preguntó ahora él, volviendo a acomodar el libro bajo su brazo. En su lugar el albino exhaló todo su enojo en respiraciones lentas.
— La comida se sirvió hace una hora. —Recordó él, cerrando los ojos mientras rogaba a sus ancestros paciencia. El contrario solamente comenzó a caminar.
— No tengo mucha hambre, desayuné algo tarde. —Respondió y el albino se dedicó a seguirle— Pediré algo en la cocina luego.
Atsushi rodó los ojos algo irritado, ya que otro de los tantos privilegios que se le habían otorgado era el libre acceso a la cocina, incluso con lo riguroso que eran los horarios gracias a Kunikida. Según su señor hasta que el pelirrojo se acostumbrara al lugar era mejor el hacerlo sentir cómodo, aunque Chuya ya se veía más que cómodo, pero ese era otro tema.
— ¿Si sabe que normalmente todos tenemos que comer juntos, no? —Inquirió algo molesto. Él debió almorzar con los demás también, pero por esperar al mayor siempre terminaba haciéndolo tarde.