10 años antes
La noche cubría la ciudad, el cielo cubierto por nubes de tormenta brillaba cada que un trueno resonaba en la lejanía, las personas caminaban deprisa para no mojarse ni para tropezarse con el tan temible hampa. Dos siluetas se acercaban rápidamente a una joven que caminaba a paso lento, las dos siluetas en un principio lejanas y borrosas, a medida que se acercaban con gran velocidad se hacían más claras; los sujetos – uno a cada lado de la chica – la sujetaron de los brazos y la guiaron a una oscura y pequeña callejuela, la arrinconaron contra uno de los muros de concreto, y con brusquedad uno de ellos presiono una navaja en su garganta mientras que el otro sostenía la suya muy cerca de su rostro. Aquellos dos sujetos no le eran extraños por desgracia, pero tampoco los consideraba conocidos para sí, ellos eran los que siempre amenazaban a su amigo para que este pagara lo que ellos le habían prestado para comprar su droga. Una mano grande y callosa sujeto el delicado rostro para hacer que lo mirara a los ojos mientras sonreía retorcidamente.
- ¿Dónde está tu amigo? – pregunto mientras acercaba sus labios a la mejilla derecha de la chica que permanecía callada, pero temblando ligeramente.
Silencio. Eso fue lo único que tuvo de respuesta, el sujeto que permanecía sujetando la navaja en su garganta la deslizo por el lado derecho de su cuello haciendo que sangrara y que dejara escapar un gemido de dolor.
- Es una pena que tengamos que dejar una marca en esta hermosa piel, pero – hizo una pausa para besar ligeramente sus labios – espero que me digas donde está tu amigo.
- ¡Púdrete! – grito mientras le escupía en la cara con todo el desprecio del mundo.
Una mano grande y callosa se elevó en el aire para impactar fuertemente en el rostro de la chica, ella cayó al suelo con un sonoro gemido. Los dos hombres se giraron para marcharse de la solitaria callejuela, pero antes de salir a la concurrida calle uno de ellos detuvo su paso y le dijo sin siquiera voltearse a verla:
- Espero que le digas al bastardo de tu amigo que lo estamos esperando.
Un sujeto detuvo su caminar para tratar de prender un cigarrillo que mantenía entre sus labios, y dos hombres que salían de una callejuela a toda prisa tropezaron con él provocando que su cigarro callera a la mojada acera y se estropeara.
- Imbéciles – susurro colocándose otro cigarro entre los labios y encendiéndolo.
Siguió su camino y al pasar frente a la callejuela de donde habían salido los hombres, volteo su vista por un momento, tuvo que voltear una segunda vez pues pensó que sus ojos lo engañaban, pero no. Había una persona levantándose del suelo, más exacto, una mujer; arqueó una ceja y gritando pregunto si se encontraba bien, al no obtener respuesta se acercó un poco más y puedo notar que la mujer era joven de no más de veinte seis años.
- ¡Oye! – hablo estando casi frente de la mujer - ¿está bien?
Ella sonrío amargamente y con su tono de voz más duro contesto:
- Sí, no necesito de tu ayuda.
- Pero está herida – comento observando las heridas de su cuello y labio inferior.
- Estoy bien – realmente estaba empezando a fastidiarse, odiaba que le preguntaran constantemente como se encontraba, no necesitaba la ayuda de nadie y mucho menos la de un extraño.
- No lo está, déjame ayudarle – Hablo en voz baja, tranquila y con un marcado acento. No sabía porque estaba ofreciendo su ayuda, nunca lo hacía, pero solo por un momento decidió hacer algo bueno por otra persona.
- Dije que no necesito de tu ayuda ¡imbécil!
Dicho esto, la joven le miro y se marchó dejándolo en la callejuela confundido y con un cigarro casi consumido por completo entre sus dedos. <<Que malagradecida>> pensó el hombre que permaneció de pie bajo la lluvia que se convertía poco a poco en una fuerte tormenta.
En lo único en lo que la joven podía pensar era en llegar rápido a su departamento y buscar al idiota de su "amigo" si es que se podía llamar así; porque ciertamente eran algo así como amigos sexuales y nada más. Solo estaban juntos para llenar un vacío dentro de sí, un vacío de amor que solo podían llenar con sexo y al terminar con un cigarro o algo más fuerte.
Mientras se dirigía a su departamento dejo que su mente se despejara, no podía creer como el idiota de Sebastián pudiera involucrarla en sus problemas de dinero, ella nunca había probado una de las mierdas que este se metía en el cuerpo después de tener sexo. Cada vez que se veían era lo mismo, follaban, luego ella fuma un cigarrillo mientras pensaba que nunca más tenía que repetirlo y su "amigo" se drogaba con una cosa diferente cada vez. Animales. En eso se convertían cuando estaban cerca uno del otro, no había otra palabra que los describiera mejor. Suspiro pesadamente mientras buscaba en el bolsillo de su chaqueta la caja de cigarros, la cual estaba vacía; <<debí haberle pedido un cigarro al sujeto del callejón>> pensó mientras arrugaba las cejas.
- Nadie en su sano juicio entraría a un callejón oscuro para ayudar a una completa desconocida - dijo para sí - pobre imbécil.
La lluvia caía cada vez más fuerte, realmente ella lamentaba en lo más profundo de su ser salir sin paraguas por el simple hecho de ignorar el consejo de su mejor amigo con complejo de madre.
***
Sus ropas mojadas cayeron al frio suelo, su cuerpo semi desnudo paseaba de un lado a otro por la habitación, su mente no dejaba de pensar en esos dos imbéciles que la habían amenazado y en el bastardo de su amigo Sebastián, tenía suerte de que su compañero de piso y mejor amigo no la vio llegar, ya que tendría que explicar el corte en su cuello y su labio roto, y ciertamente no tenía las ganas ni la paciencia para explicarle que no había dejado de ver a Sebastián como le había prometido tiempo atrás; pero era algo que no podía evitar, cada que se sentía estresada por el trabajo o por sentirse estancada en su interminable novela corría directo hasta sus brazos y su cama.
- ¡Mierda! - exclamo cuando la luz de su cuarto se encendió sacándola de sus pensamientos.
Un hombre en bóxer negros permaneció apoyado al marco de la puerta mientras detallaba a la persona delante de él, sin decir una palabra y sin prestarle atención al hecho de que solo llevaba unos cacheteros rojos, se acercó y con su mano derecha la sujeto por el brazo izquierdo mientras que con la otra acariciaba suavemente su labio inflamado.
- ¿Qué paso ahora?
- Nada importante Nacho.
Ignacio sonrió sarcásticamente, sabía que cada que decía "nada" ocultaba algo; algo importante, y en casi todas las oportunidades ese algo era causa de Sebastián Franco.
- Esto no es nada Emma - alzó la voz presionando suavemente el labio lastimado ganándose de respuesta un quejido.
- Si bueno, es solo un rasguño y duele.
Aparto la mano que sujetaba su brazo y se alejó para cubrir su desnudes con cualquier cosa que encontrara en su armario. Ya vestida se dejó caer en su cama dándole la espalda a Ignacio, este con una expresión de preocupación se acercó y se dejó caer a los pies de ella acariciándole suavemente las piernas.
- Sé que no quieres contarme, pero me preocupo por ti Em.
Suspirando se volteo para darle la cara. Estaba agotada, física y emocionalmente y no tenía ganas de explicar lo sucedido.
- No es la gran cosa Nacho, déjame dormir que estoy cansada y mañana sin falta te cuento que paso, ¿sí?
- Está bien - se acercó para depositar un beso en su frente - mañana sin falta.
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Surrender
ActionEl mundo es corrupto, es despiadado, es violento, el mundo es dominado por aquellos que no temen en caer en los más bajos trucos para conseguir dominar al débil. Para ciertas personas tener el poder lo es todo, y no les importa tener que romper y q...