II

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El insipiente sol entraba por las cortinas semi abiertas de la amplia oficina, posándose sobre el rostro de un hombre que permanecía recostado en un escritorio de roble cubierto con muchos papeles y a un lado un vaso de whisky con un cenicero repleto. El aire del lugar estaba impregnado con el olor a cigarro costoso y whisky, todo permanecía en total silencio y en tinieblas con la única iluminación de una pequeña lámpara sobre el escritorio y los pocos rayos de sol que se filtraban por las cortinas entre abiertas.

Lentamente el hombre abrió sus ojos dejando que los rayos de sol dieran de lleno en sus profundos ojos azules con marcadas ojeras debajo de estos, una mano viajo descuidadamente al cabello rubio peinándolo un poco hacia atrás. Toda la noche se la paso revisando papeles de su padre antes de tener que ir al tedioso funeral. Odiaba esas cosas.

Salió de la oficina con un caminar pesado y cansado sin darle importancia a todas las personas que estaban esperando por él en el recibidor y que posaban su mirada en él con cierta pena. Un hombre de cabello castaño sujetado en un moño a la altura de sus orejas se acercó a él con un traje negro en su mano derecha; sin decir una palabra el de ojos azules se lo quito y se encamino a subir las escaleras para tomar un baño antes de irse.

Al entrar a la regadera y dejar que el agua fría se deslizara suavemente por su cuerpo su mente se llenó de recuerdos de la última vez que asistió a un funeral; el funeral de su madre. Ella había enfermado de cáncer cuando él tenía 10 años, dos largos y duros años lucho incansablemente hasta que la fría mano de la muerte se posó sobre su hombro una noche de luna llena; su padre y él quedaron destrozados, aunque la pena de su padre sobrepaso su resistencia y cambio drásticamente su vida. No tardó mucho en encontrar una nueva esposa trofeo, joven, rubia, y voluptuosa la cual lo abandono con parte de su dinero a tan solo 1 año de su boda. En el momento en que su padre le presento a esa mujer la odio infinitamente, también desprecio a su padre el cual al ser abandonado volcó todo su dolor y frustración sobre su pobre hijo, ahogo el sufrimiento en el alcohol y los juegos, abandonado a su único hijo, el cual era el vivo retrato de su madre.

- Bastardo - susurro dando un golpe a la pared de la ducha.

- No debería de tardar mucho.

Dmitry caminaba de un lado a otro muy nervioso, sabía que su primo no quería estar presente en el funeral, solo iba porque el mismo le había rogado que asistiera, tenía que dar la cara por la familia, Dmitry sabía que con ese argumento lo convencería, ese era su punto débil. Cansado de dar vueltas se sentó en un mueble mirando nerviosamente las escaleras esperando ver a su primo bajar. Sus nervios se calmaron cuando vio a su primo bajar con paso lento, y vistiendo algo muy distinto del traje negro que él le había dado; apretó los labios en una fina línea y se acercó a él con las cejas juntas, <<Usar eso para el funeral. Realmente es un idiota>> pensó Dmitry.

- ¿Y el traje que te di?

- Agradece que baje - respondió pasando de largo hasta la salida.

- Vamos a un funeral, no a almorzar ¿recuerdas? - lo sujeto del hombro izquierdo para que detuviera el paso y volteara a verlo - muestra un poco de respeto, es tu padre Adrik.

Adrik torció la boca en un gesto de desagrado mientras llevaba su mano descuidadamente hasta uno de los bolsillos de su chaqueta, por su mente pasaron mil recuerdos de su infancia y adolescencia junto al hombre que le había dado la vida y su rostro cambio a una facción más dura, no podía creer que estaba por ir al funeral de su maldito padre, 16 años de rencor, de desear que él hubiese muerto en vez de su madre, de maldecirlo, todos esos años de amargura estaban presentes en ese preciso momento y salían por todos sus poros.

SurrenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora