Capítulo 25

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El lunes llegué al estudio pensando que llegaba antes que los demás como solía hacer, pero me equivocaba. Manu y Alfred ya estaban allí, y por las caras que tenían supuse que estaban hablando de algo importante. No quise entrometerme, así que pasé por su lado deseándoles un «buenos días» más cantarín de lo normal y me dirigí a la sala de reuniones dónde componíamos a dejar mis cosas. No se me pasó desapercibidos ni la mirada con el ceño fruncido de Manu ni el repaso que me echó Alfred. Sonreí para mí y volví dónde estaban ellos, dejándome caer un poco sobre Alfred y ofreciéndome a traerles un café mientras ellos terminaban de hablar. Al marcharme a por los cafés, Manu miró a Alfred como reprimenda por volver a comerme con la mirada. Si no hubiese quedado con Aitana esta noche, prometo que tendríamos fiesta... O puede que después de cenar le llamase para venir a casa. Ya iría viendo.

Cuando volví y les repartí los cafés, Manu finalmente reprendió a Alfred por lo bajo, como intentando que yo no oyera nada:

- Yo no sé qué cojones te pasa, pero te estás pasando bastante Alfred. Parece que te la vas a comer con...

- Si ya me ha comido bastante este finde - pensé en voz alta.

Mi semblante se transformó a uno de «mátame, universo», Alfred escupió el sorbo de café que en ese momento estaba bebiendo y Manu intercambiaba su mirada del uno al otro un par de veces intentando procesar la información.

- ¿Pero vosotros queréis que os echen o qué cojones os pasa? -dijo bajando la voz a pesar de estar nosotros tres solos y totalmente preocupado, pero echándonos la bronca como cualquier padre haría ante una imprudencia de su hijos - Joder... ¿Sabéis en el lío que os habéis metido? – Yo quería desaparecer ahora mismo... Está situación no es la que esperas la mañana siguiente tras un fin de semana tan movido. Pero sé que la intención de Manu era intentar proteger a su amigos y compañeros ante algo que él mismo definía como injusto - Además, ¿lo de «donde tengas la olla, no metas la polla» no os suena a ninguno, no? - comentó algo pícaro para aliviar algo la tensión.

- Manu - dijo Alfred terminando de toser tras espurrear el café -, te lo pido como un amigo, no digas nada – y por primera vez, se había quedado sin saber qué decir.

- ¿Vais en serio?

- Solo ha sido el fin de semana... - dije con un hilo de voz, como si en realidad no quisiera decirlo.

- Sólo habrá sido un fin de semana, pero conozco a Alfred y sé que esto no es un rollo como ha tenido otras veces - bebió un poco de su café y nos miró -. Amaia, Alfred, no voy a decir nada; principalmente porque no me parece ético con respecto a mis amigos y segundo porque esta política es una gilipollez como un castillo de grande y no tiene que prohibir nada entre las personas. Pero sí os digo que os andéis con cuidado. Tinet puede salvarle el culo a su hijo y no le juzgo - se inclinó un poco para dirigirse a Alfred-, pero por mucho que tú seas amigo y un genio en lo nuestro, no te asegura que vayas a quedarte... Y más tras lo que me acabas de contar.

Le dio una palmada en el brazo y un pequeño abrazo a mí y se dirigió a la sala de controles, dejándonos solos en la pequeña entrada donde se situaban algunos de los cuadros con artistas que habían grabado sus canciones aquí y una mesa para papeles sin importancia.

- Lo siento mucho Alfred, no quería decir nada. Soy una bocazas – dije con apenas voz.

- No te martirices, tranquila; yo también tengo culpa en esto - puso algunos mechones sueltos de mi moño detrás de la oreja y me acarició la cara -. Parece que queremos hacer notar lo de este fin de semana. Aunque llámame loco si digo que las únicas personas que lo saben son las únicas que quiero que lo sepan.

Sonreímos ante la ocurrencia, y caí en la última frase que le había dicho Manu antes de irse.

- ¿Qué has hablado con Manu?

- ¿Cómo? - preguntó algo confuso.

- Manu ha dicho «y más tras lo que me acabas de contar», y hoy estabais aquí antes de hora. Y conociendo a los dos, mucho antes de hora porque a) sois siempre muy puntuales y b) lo que os teníais que decir no te ha dejado dormir - dije señalándole las ojeras que había intentado maquillarse sin éxito y empezando a arreglar el estropicio -. Al decirte ayer que quería que siguieras contando conmigo me refería a ese tipo de situaciones -dije poniendo mis manos alrededor de su cara, para que no apartase la mirada de mí, aunque sabía que no lo iba a hacer.

Parecía pensar en todo lo que le había dicho y hacer memoria para caer a qué se refería, aunque sabía que estaba haciendo algo de tiempo para decirme qué era en realidad lo que habían hablado.

- Tras contarte anoche que quería abrir mi estudio, estuve un rato más dándole vueltas…

- ¿Cuánto es un rato para ti? – Le corté.

- Sabes que es unas dos o tres horas más. Al caso, que estuve dándole vueltas pensando que a lo mejor vendiendo la moto – ahí hice un puchero mostrando mi desaprobación -, o una de mis guitarras, o yo qué sé, a lo mejor pidiendo un préstamo aún más mayor de lo que pensaba al banco podría empezar a montar el estudio a finales de año – se le veía bastante ilusionado con la idea, y su ilusión me hizo ilusionarme a mí-. Pero para ello tengo que tener las cosas bien atadas antes de dar el paso; dejar las cosas atadas con el banco, el local, las máquinas de grabación, los micros… y dejar todo atado aquí para que no se queden descolgados. Para todo ello necesito tiempo y ayer empecé a agobiarme. Y pensé en llamarte y desahogarme contigo, pero eso seguramente te dejaría preocupada toda la noche y ya bastante iba a estar yo mal para dejarte a ti de la misma manera… así que llamé al único que sabía que iba a aconsejarme bien y como era tarde me dijo que mejor por la mañana antes de currar hablaríamos.

- No sé si darte las gracias por pensar en mi descanso o enfadarme contigo – dije algo molesta, pero entendiendo su postura-. Cuando vuelvas a sentirte mal, no pienses en mí y me llamas, aunque me moleste algo contigo por despertarme – mis palabras quizá no es que fueran las más acertadas, pero sabía que Alfred sabía leerme y sabía qué era lo que estaba queriendo decir con ellas. - ¿Y qué habéis averiguado al final?

- Pues por ahora nada. Manu dice que está triste con la idea, porque se iría una de las personas con las que mejor se compenetra a la hora de trabajar, pero que a la vez se alegra que tome ese paso tan grande y que entiende que tenga ganas de volar del nido. También ha dicho que podría proponerles a Musicsa estar ligados.

- ¿Ligados? – dije sin entender nada - ¿Cómo; así que eres independiente hasta cierto punto?

- Más o menos.

- No sé si sería una buena idea, pero al menos no tendrías que vender tu moto – dije siendo totalmente sincera y provocando su risa.

- Deberíamos ponernos a trabajar; ahora no vamos a solucionar nada.

Nos fuimos a la sala de reuniones, y como Alfred predijo la noche anterior, para la hora de comer se había destaponado el problema y fuimos capar de finalizar la letra del single. Al comprobar que lo que había traducido coincidía con la melodía que Alfred tenía en la cabeza, nos miramos y automáticamente, como dos imanes, nos dimos un abrazo. Hubiera sido un abrazo de felicidad tras un trabajo terminado con éxito si lo que nos unía ahora no fuera más allá de lo profesional. Estábamos en el principio del fin de trabajar juntos todos los días, de vernos a todas horas y de ir materializando el vínculo que siempre estuvo ahí, pero tardamos en finalmente aventurarnos. «Te prometo que este no es el último final, sino el final de una de las muchas etapas que tenemos que vivir» susurré en su odio y le dejaba un beso en su mejilla.

Nos fuimos ambos a comer algo rápido y Alfred empezó con los preparativos para grabar la canción pre-producida. Yo ayudé a Alfred a preparar la sala donde se grabarían las voces mientras él iba comprobando en el ordenador que los micros estaban correctamente enchufados. Tras esto, nos cambiamos de posiciones y yo me quedé comprobando que se estaba grabando todo correctamente mientras él daba voz a nuestra creación. Mientras escuchábamos el resultado, sin darme cuenta empecé a canturrearla y no le pasó desapercibida la reacción de Alfred. Me miró, se sonrió y me dijo que iba a grabar la guitarra. Sabía que había pensado en algo, pero no me lo iba a decir hasta que lo considerase oportuno. Al igual que no iba a gastar el tiempo en ir detrás de él pidiéndole que me dijera qué pasaba porque sabía que no iba a decir nada. A veces es difícil entender a Alfred.

Como Alfred sabía que había quedado con Aitana en la puerta del trabajo a la hora en la que salía de trabajar, bajamos los dos a la puerta principal. Nos debíamos a unos de los laterales donde sabíamos que no podíamos ser vistos y nos despedimos entre besos hasta el día siguiente.

Al subirme en el coche de Aitana, ésta empezó a picarme diciendo que no sabía si iba a tener ganas de cenar tras haberme comido «a mi chico». La fulminé con la mirada mientras ella reía y decía que no me lo tomase a mal, que sabía que aún no íbamos a poner etiquetas aunque tardaríamos poco.

Llegamos al restaurante, y tras pedir nuestra cena y pedirnos nuestras bebidas me dispuse a contarle todo lo que pasó la semana anterior, la llamada del jueves noche, la fiesta de cumpleaños y las noches del viernes y el sábado. Al terminar, Aitana me miró con una sonrisa de oreja a oreja:

- ¿Sabes que has recuperado esa luz que te caracterizaba cuando te conocí? Que siempre la has tenido, pero llevaba tiempo un poco apagada. Jo, hacía tanto tiempo que no te veía así que me cuesta creérmelo – y sonreía más fuerte mientras se mordía el labio -. Al final tenía razón que lo que te estaba pasando es de una historia de libro. Y estoy siendo muy feliz por ti por lo que te está pasando. Y no sé por qué, me da la sensación que este chico va a ser definitivo.

- ¿Por qué todo el mundo os habéis puesto de acuerdo para decir eso sobre nosotros?

- ¿El qué? – se hizo la despistada Aitana.

- Que este va a ser el definitivo, o que no va a ser algo de un simple rollo y cosas así por el estilo.

- Pues porque no lo es, Amaia; y tú no te lo quieres reconocer, pero lo sabes que tienes más esperanzas con este chico que con cualquier otro novio que hayas tenido. Lo veo yo, lo ve Agoney, lo ve su novio y lo ve mi vecino ciego del 5º – iba a decirle que no era mi novio cuando me cortó -. Y no me digas que no habéis puesto etiquetas porque también sabes que muy en el fondo, ambos las habéis puesto. Y sí, me atrevo a meter a él también en el ajo por todo lo que me has contado cómo se comporta él contigo y de lo que me ha chivado Agoney, porque por supuesto que he hablado de Alfred con él.

Quizá Aitana tendría razón; generalmente siempre acertaba en estas cosas. Aunque yo también podía jugar con sus mismas cartas… No sabía a ciencia exacta si Quim seguía siendo el motivo de sus ausencias a cualquier quedada conmigo o Agoney, así que empecé a sacarle información y confirmar mis sospechas. Al parecer, aún no habían puesto nombre a lo que tenían, pero de quedar sólo para el sexo pasaron a ser entrenador personal-clienta y a las semanas a quedar para cenar, dar un paseo, ir al cine, ver Netflix un domingo por la tarde… Vaya, lo que viene siendo una pareja de dos meses. Le dije que también me alegraba por ella tras lo mal que lo pasó con la ruptura con Llorenç y que le empezase a ir bien las cosas; además que esperaba conocerle pronto y que esperaba que para la boda de Roi y Cris fuera su acompañante.

Ese comentario nos hizo caer: no teníamos vestido. Empezamos a hablar sobre qué modelo de vestido habíamos pensado comprárnoslo y sobre ir a comprarlo juntas para dar nuestra opinión, aunque ambas sabíamos que muy probablemente terminaríamos yendo cada una por su lado. Pero bueno, tenía esperanzas en que finalmente iríamos juntas, invitando a Agoney para que nos diera su opinión.

En esas también caí en otra cosa… ¿A quién iba a llevar de acompañante? Podría ir sola perfectamente, no me da vergüenza ni tenía problema alguno en aparecer allí sola. Sin embargo, tenía en mente a una persona para que me acompañase. ¿Y si ya estaba invitado? Ni le había preguntado en todo este tiempo desde que me enteré que se conocían. Madre mía, qué cabeza. Aunque iba a estar graciosa la situación de nosotros dos apareciendo del brazo del otro si íbamos juntos cuando para el resto sólo nos vimos en la despedida de soltera. Así que decidí que la próxima vez que estuviéramos solos, le preguntaría si querría venir conmigo.

Guay; contradiciéndome de nuevo en mi declaración de «no querer nada». Tendría que poner mi cabeza en orden antes de dañarme a mí misma. Y lo peor de todo, de dañarle a Alfred.

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Subido sin corregir. Siento los posibles errores. ¡Nos leemos! 🚀

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