Llegó la noche y con ella, la hora de ir a cenar. Y para mejor, llovía a mares; cosa que era de esperar cuando casi al atardecer el sol se ocultó entre las nubes y empezó a refrescar. Genial, justo lo que yo quería. Si ya de por sí apenas tenía ganas de quedar con ellos, con la tormenta característica del verano haciendo acto de presencia menos ilusión me hacía ir. Pero siempre he sido una chica de palabra y una cena no hace daño a nadie… ¿no?
Al llegar al bar, saludé al dueño y éste me indicó la mesa donde nos sentaríamos. Allí ya estaba esperando Luis. Menos mal… Dentro de los pocos amigos que me quedaban allí, Luis, junto a Itxaso, era con el que mejor me llevaba. Siempre nos habíamos apoyado en todo, y cuando me fui inevitablemente nuestra relación se había enfriado debido a que, acostumbrados a ser uña y carne en Pamplona y pasar el máximo de tiempo juntos, nuestros horarios cambiaron y apenas nos podíamos comunicar tanto como nos gustaría. Por eso, cuando nos saludamos con dos besos y un breve abrazo, empezamos a hablar mientras llegaban las dos personas que faltaban con cierta nostalgia de nuestra amistad y de todo lo que habíamos vivido. Era una nostalgia agradable, y lo mejor es que no nos estábamos echando nada en cara, cosa que puede llegar a pasar con ciertas personas.
Al llegar Itxaso y Raquel, ya empezamos a ser atendidos. No sabía a qué podía deberse, pero la camarera no dejaba de mirarme cada vez que llegaba a la mesa, ya fuera para retirar lo que había encima de ella, traernos lo que habíamos pedido o simplemente tomar nota de lo que queríamos. Y no de una manera muy amigable que digamos. No comenté nada por el simple hecho de no crear un drama innecesario sobre ello cuando a lo mejor sólo eran imaginaciones mías; y parecía que ninguno de los tres se había percatado de ello tampoco, así que lo dejé estar y si eso lo comentaría al salir de allí. También podía ser a que ella era nueva en la ciudad y no me había visto por allí el tiempo que llevase viviendo en Pamplona. Si algo tiene Pamplona, es que es una ciudad en la que todo el mundo –o casi todo el mundo- se conoce, aunque sólo sea de oídas.
La cena pasó más rápida de lo que creía; nos pusimos al día de cada una de las vidas de los que allí nos sentábamos: Luis seguía trabajando como fotógrafo y periodista para el periódico de la comunidad de Navarra y estaba realmente a gusto con ello. Además, hacía poco que había empezado a salir con un chico que se dedicaba a lo mismo pero a un nivel más de pueblo y estaba encantado con él. Itxaso al fin había recibido la llamada de un instituto en Pamplona para todo el curso escolar tras haber estado tanto tiempo dando vueltas por toda Navarra para cubrir bajas de dos semanas desde que terminó la carrera de filosofía, el máster en profesorado y se sacó las oposiciones… pero sin plaza. En el caso de Raquel, al estar tanto tiempo sin saber una de la otra –era con la que menos relación tenía-, pues estaba algo más perdida. Sabía que estudió una FP, pero no sabía si llegó a conseguir trabajo al terminar. Según explicó, hizo las prácticas en una empresa y le prometieron que iban a hacerle contrato cuando terminase; sin embargo, el contrato nunca llegó y desde entonces no ha vuelto a encontrar nada… En otro momento de la vida, me enteré que ni siquiera buscaba trabajo y se pasaba el día dando pena.
Al llegar mi turno, les expliqué algo por encima todo lo sucedido desde abril: ser escogida en Musicsa, la ruptura con Fran y la mudanza al piso de mi hermano (pero mintiendo sobre ello: los antiguos inquilinos se marchaban del piso y mi hermano me ofreció irme a vivir allí). Tampoco les conté nada de Alfred… Si quería que fuese un secreto en casa, debían saberlo el mínimo de personas posibles en Pamplona, y para mí que lo supieran mi hermano y mi abuela ya superaban el límite de personas para guardar el secreto. Y no solo eso; si algo ha caracterizado desde pequeña a Raquel es de ser una bocazas e ir contando cosas a la gente que nada tenían que ver con la realidad. Y una de ese grupo de gente era mi madre. Así que, de esa manera, volví a mentir diciendo que había conocido a un chico y que sólo manteníamos una relación de follamigos.
Y si de algo me tengo que fiar más, es de mis instintos. Justo cuando decía esta mentira sobre Alfred, la camarera que no dejaba de mirarme estaba recogiendo los platos de la mesa. Y como una participe más de la conversación, soltó:
- Vaya, parece ser que Alfred al menos se compromete a algo; aunque sea para follar con una tía más de una vez.
Fue como si se parase el tiempo, mi sangre tardase más en fluir y mi cerebro intentase procesar ese comentario. ¿Cómo? Pero esta chica, ¿de qué conocía a Alfred? ¿Cómo sabía quién era Alfred? ¿Cómo sabía de mí si era la primera vez que nos veíamos?
- ¿Qué? – sólo fui capaz de susurrar.
- Nada. Espero que no te deje como hizo conmigo y Ricardo. Mándale recuerdos a Marta.
Y sin más, terminó de recoger lo que quedaba en la mesa y le dijo a un compañero que nos trajese la cuenta.
No entendía nada de lo que estaba ocurriendo, y mi cabeza era incapaz de dar con una respuesta a la situación. Fue la voz de Raquel la que me sacó un poco de la ensoñación… Y tenía que haber dejado de escuchar:
- Joder, ¡qué pequeño es el mundo! Ahora resulta que ambas os habéis tirado al mismo chico.
- Raquel, calla – dijo Luis mientras sentí cómo Itxaso le pegaba una patada a Raquel debajo de la mesa. Al parecer, eran los únicos que se daban cuenta que algo estaba ocurriéndome por dentro.
- Luis, si una amiga está viéndose con alguien y yo sé algo de cómo es esa persona, ¿qué menos que decirle cómo es? – replicó Raquel. – Mira, esta chica se llama Belén y vino de Barcelona con su hijo. El niño no llega ni a tres años - «¿Cómo?», pensé; «¿un hijo?» -. Resulta que la chica esta estaba trabajando en una oficina como secretaria allí en Barcelona; y una noche salió de fiesta con unas amigas. Pues esa noche conoció a un chico, un morenazo que estaba como un tren según ella, y una cosa llevó a la otra y acabaron en el baño… según ella a cuatro patas con la cara pegando a la puerta; el mejor polvo de su vida, vaya – cerré los ojos intentando que las lágrimas no se me saltasen con esto y delante de ellos. No podía estar pasando. Esto debía ser una cámara oculta o algo -. Pues resulta que unas semanas después, el test salió positivo. Y como es normal, fue a decírselo al chico y éste la mandó a paseo. Vaya, un hijo de puta integral y un machista de mierda que no quiere hacerse caso de su hijo. En la empresa, al enterarse del embarazo pues la despidieron. Estuvo un tiempo buscando trabajo allí y como salió una oferta de trabajo para una empresa aquí a los meses de dar a luz, pues se mudaron ella y el niño.
» Yo todo esto lo sé porque me lo contó mientras esperábamos para ser entrevistadas. Finalmente a ninguna nos cogió, pero ella al menos trabaja para darle de comer a su hijo; no como el padre, que les ha dejado de lado. Maldito gilipollas; ojalá pille una ETS y se le caiga la polla.
No sé en qué momento las lágrimas finalmente salieron, pero por mucho que lo intentaba no podía parar. Quería estar sola; no podía estar más en esa mesa y en ese lugar con… ella. Joder, ¿por qué coño no me habían contado esto? ¿Por qué se lo había callado todo el mundo? ¿De quién cojones me había enamorado perdidamente?
Fue otra vez la voz de Raquel la que hizo reaccionar:
- Joder Amaia, lo siento mucho; no sabía que por un follamigo te podrías poner así. Yo te digo esto como amiga tuya que soy. Nadie se merece a un tío así… Sí, cataguémosle como ser humano ese bicho, aunque lo veas de vez en cuando y ya. Imagínate que te quedas embarazada y pasa de ti en el momento que se entera. Yo te lo digo esto como amiga que soy. Por eso te he contado lo que sé… Y es fiable, me lo ha contado la misma víctima. No tengo por qué mentirte porque no gano nada diciéndote mentiras.
No podía más. Dejé más dinero de ponía en el recibo, recogí mis cosas y me marché de allí. Mierda; me había dejado el paraguas dentro. No iba a volver allí, así que mejor caminar hasta a casa con la lluvia cayendo sobre mí. Qué patética era… Me ponen los cuernos y me enamoro de un imbécil. Joder. Él era diferente. Él parecía diferente. Era dulce, respetuoso, se preocupaba por los demás e intentaba mejorar el mundo. ¿Cómo es posible que haga esto? Es que no podía ser verdad. No coincidía con lo que yo había conocido de él. No debía llorar bajo la lluvia; resultaba más patética.
Llegué a casa y me encontré a mamá sentada en el salón viendo una peli que echaban en la tele. Papá hacia un rato que se marchó a dormir porque no estaba por allí. Mierda; debía aparentar que no estaba jodida. Pero como madre que es, se dio cuenta que algo no iba bien.
- ¡Hola, cariño! Qué pronto has venido, ¿no? Pensaba que ibais a estar hasta más tarde.
- No… – dije intentando que no se me notase la voz y agachando la cabeza para que no me viese la cara. – No hacía buen tiempo.
- Ya, pero no… ¿Amaia, qué te pasa? ¿Por qué lloras?
- No estoy llorado…
- Sí que lo estás. Soy tu madre y te conozco – se levantó del sillón y anduvo hacia mí. Me cogió la cara y me miró bien. Volví a romper a llorar -. Amaia, ¿qué ha pasado?
¿Qué sentido tenía callarme las cosas en este punto? Así que empecé a decirlo todo: quién era Alfred, cómo lo conocí y qué papel jugaba en mi vida. A medida que iba hablando, vi en los ojos de mi madre cómo pasaba de una preocupación extrema al enfado y decepción.
- ¿En serio, Amaia? ¿En serio pensabas que un cualquiera en pocos meses iba a convertirse en el hombre de tu vida?
- Mamá, no digas lo del hom…
- Que no diga qué, ¿eh, Amaia? Que no diga qué – la voz de mamá iba subiendo con cada palabra -. Te lo he dicho miles de veces; que cuidado con las personas, que te piensas una cosa y luego es otra. Es que ni una pareja te aguanta. ¡Ni una! Y encima la que parecía que iba bien va y lo dejáis. No, espera, ¡te deja cornuda!
- ¿Qué está pasando aquí y por qué pegas esas voces? – mi padre bajó adormilado las escaleras que daban a las habitaciones. Al percatarse de mi estado, bajó preocupado y me abrazó. - ¿Qué te pasa, mi niña?
- Qué le va a pasar – contestó mi madre -, que es igual de tonta que tu hijo mayor. ¿Para qué les sirve una carrera profesional y un trabajo para que al llegar a casa estén solos? Si es que, de verdad, yo no sé qué os he enseñado… Vuestra tía no es un claro ejemplo de lo que puede pasar, ¿no?
- ¿Pero me quieres explicar qué ha pasado? – volvió a insistir mi padre imaginándose lo que había ocurrido.
- Tu hija no tiene bastante con que se haya quedado cornuda, sino que en menos de un mes se enamora de un desconocido dándole igual lo que sea y, ¡mira que sorpresa!, resulta ser que tiene un hijo de una relación anterior y no se lo había dicho. Relación digo, ¡de una noche que le apetecía tirarse a alguien!
Cada palabra que decía mi madre se me iba clavando más. Tenía razón, no lo conocía de nada. Y yo que presumía de conocerlo en tan poco tiempo. Yo, que me había enamorado con una venda en los ojos.
- Bueno, es mejor irse a dormir y mañana ver esto con la luz del día, que seguro que es diferente – dijo mi padre para calmar el ambiente, ya que sabía cómo podría terminar la situación si no nos dispersábamos.
- Quiero irme a casa – pensé en voz alta sin darme cuenta.
- Ya estás en casa, no digas tonterías – contestó mi madre de mala manera.
- Quiero irme a Barcelona y estar tranquila; aquí no lo estoy – dije más firme.
- Amaia, deja de decir tonterías de una vez esta noche – volvió a inquirir mi madre.
- Javiera deja a la niña hacer lo que le venga mejor – me defendió mi padre.
- Pero Ángel… - protestó mi madre.
- Ni Ángel, ni Amaia, ni niño muerto, Javiera. Para esta noche de una vez, por favor te lo pido – la frenó mi padre. Dirigiéndose hacia mí con voz dulce, dijo – Amaia, ve a la ducha y darte un baño caliente para que no te pongas enferma. Y cuando estés en la habitación, cambiamos el billete de vuelta para mañana, ¿vale?
Me fui a la ducha, dejé que el agua caliente destensase mis músculos e intenté que todo lo que estaba ocurriendo se marchase por el desagüe. Sin embargo, era imposible que pasase. Al volver al cuarto, allí estaba mi padre esperándome para hacer los cambios necesarios y ayudarme con la maleta. Se esperó, como cuando era pequeña y acababa de despertarlo cuando había tenido una pesadilla, a que estuviera medio adormilada para marcharse a su habitación.
Y entre los susurros de mis padres discutiendo sobre lo ocurrido y mis pensamientos, cada vez más espesos, me quedé dormida.
Lo último que recuerdo aparecer en mi mente:
No, Alfred. Tú no.-------------------------------------------
Este capítulo lleva escrito desde la misma fecha aproximadamente del concierto del Prat, cuando ambos nos regalaron esa maravilla de dúo. Es decir, una fecha dónde estábamos todos muertos de amor con ellos.
A mí es a la principal persona que le jode subir este capítulo y el siguiente el lunes cuando tenemos este clima tan asqueroso que existe últimamente.
No odiadme.
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Cuéntame el Cuento.
Fanfiction(AU) Amaia es una chica que se siente que su vida debe dar un giro de 180 grados. Y ese giro llega, lo que no se imagina es de la manera que lo ha hecho.