Capítulo 4.

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Los labios de Harry se paseaban por toda la piel blanquecina que pertenecía al área de su cuello, mientras que los labios ya rojizos del chico se encontraban abiertos formando una perfecta ‘o’.
Sus dedos atrapaban los cabellos oscuros del profesor, tirándolos de vez en cuando.
Los gemidos en la habitación se mezclaban como si nada, dejando también salir el sonido de sus pieles chocando una y otra vez, en un frenesí de movimientos ágiles y fuertes.

—Señor Potter…

Y entonces algo lo despertó de forma repentina y violenta. Estaba sudado y definitivamente tenía una erección que amenazaba con pronto comenzar a doler.
La lengua de Harry se paseó por sus labios, para luego soltar un suspiro.
¿Ahora soñaba con el chico? ¿Qué se supone que hiciera cuando le viera la cara el día siguiente en su clase? ¿Qué iba a hacer? ¿Ignorarlo?
No podía. Lo notaría.
Una de sus manos fue directo a su frente, mientras que la contraria, se metía en su pantalón de pijama para comenzar con su labor.
Apenas su palma tocó la base de su miembro, un suspiro salió de sus labios.
Comenzó a moverla de a poco, de abajo a arriba, llegando hasta el glande, dejando que su dedo pulgar se encargara de acariciarlo. Simplemente no podía dejar de imaginar al chico en esa posición, debajo de él, gimiendo como si no importara nada más.
Lo caliente que el simplemente imaginarlo lo ponía, no se lo quitaba nadie.
Su mano se movía cada vez más rápido alrededor de su miembro, mientras que sus dientes atrapaban su labial inferior con fuerza, acallando los sonidos que deseaban escapar con locura.
Pronto, sintió aquel cosquilleo en su abdomen bajo y una pequeña sensación como electricidad cuando finalmente se corrió, manchando así su pantalón.
Eran las cinco de la mañana y ahora debía levantarse a limpiar todo, para luego despertar y verle la cara al chico con el cual había tenido un sueño húmedo a la primera hora.

Se venía un día duro para él.

Para el chico tampoco se veía tan bien. No había podido dormir bien, como varias noches antes, y eso le ponía de mal humor.
La primera clase había llegado demasiado luego.
Se sentía demacrado, por lo tanto se colocó su polerón favorito, para poder colocarse el gorro de la misma y así pasar un poco más desapercibido.

—Buenos días, clase.

Varios respondieron a los buenos días de forma cansada, como cualquier día en la mañana.
A medida que avanzaba la clase, los ojos del rubio se iban cerrando.

—Señor Malfoy, le voy a pedir que se saque el gorro dentro de la sala, por favor.
—Oh, jódete.

Casi no lo pensó. Cuando se dio cuenta de que era el profesor que tanto le ponía, se quitó el gorro de inmediato. 

—Cuando termine la clase hablaremos.
—¡Pero! Mierda.
—Segunda.
—Bien.

Apenas terminó la clase, se dirigió hasta el escritorio del profesor. No podía parar de bostezar y eso le estresaba.

—¿Qué sucede hoy, Malfoy? Mayormente te comportas mejor en mis clases.
—Demonios, lo siento, no he dormido bien.
—Tranquilo, lo entiendo. Pero debes intentar estar mejor.

Entonces Draco comenzó a ver borroso. Todo se estaba volviendo algo distorsionado.

—Profesor...
—¿Draco? ¡Draco!

Y para Draco todo se volvió negro.

Hey, Sr. PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora