Capítulo 2

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Fui a mi casa y escuche el teléfono de mi madre, ella contestó y era mi amiga cancerina Cristina, una chica diagnosticada con cáncer, iba a visitarme hoy. Pero yo estaba agotada de la visita al hospital.

Al final de todo ella insistió en venir así que la deje. Cuando llegó, mi madre la acompañó desde la entrada hasta mi habitación, nos dejó y se fue a plantar sus tulipanes esta realmente obsecionada por ellas.

-Hola.

Salude a Cristina.

-Hola, Como estas?

Me preguntó.

-Pues agotada y tú?

Me giré hacia un lado de mi cama.

-Yo estoy bien ¿Qué quieres hacer?

-Ir a correr una Olimpiada

Le respondí.

Ella rió.

-Es enserio.

Me replicó.

Le dije

-Si quisiéramos podríamos a ir a correr con los corredores más veloces del mundo en una carrera larguísima y aún ganaríamos. Por el simple hecho de tener cáncer, ya sabes los premios de consolación.

-Vale, ya entendí qué estas agotada.

Me dijo con una expresión de desentusiamo.

-Si quieres podeis reproducir tus músicas, me gusta escucharlas cuando leo.

Le dije para no hacerla sentir mal.

-Vale.

Me contesto.

Cogio su móvil del bolsillo de su bolso y de inmediato se empezó a escuchar sus tipícas canciones. No eran malos, pero tampoco tan buenos; es decir término medio, así qué se podía leer a gusto.

Mientras yo cogia mi libro, Cristina se dirigia hacia la ruleta de mi hámster Sisífo. Le encantaba jugar con el.

Despues de qué Sisífo se cansó hasta el tope de correr en su ruleta Cristina se asercó lentamente a mi y yo empeze a dejar mi libro sobre la cama y me empezo a decir.

-Es tan absurdo.

Con los ojos clavados en Sisífo, agotado.

-¿De cual de todas las cosas absordas te estas refiriendo?

Le pregunté.

-De Sisífo, pero más bien de nosotras. Mira es como el hámster, corremos en una ruleta sin sentido alguno hasta ya no poder y hasta qué ya no tengamos fuerzas caémos exaustos de cansancio. Pero en vez de cansancio lo qué nos espera a nosotros es la misma muerte.

Me dijo.

-Eh tía te he contagiado mi depresión, mis ganas de no vivir y todo eso? O lo ha hecho Sisífo, se ha estado deprimiendo estos últimos días con su ruleta.

Le dije para hacerla reir

-La depresión es un efecto colateral de estar muriéndose.

Me dijo sin siquiera parpadear.

La miré por un rato. De pronto giró bruscamente hacia mí, como si  todo el tiempo hubiera estado dormida con los ojos abiertos y habia despertado en ese instante.

-Ya se ha hecho tarde, no?

Me preguntó.

-Supongo.

Le contesté.

Volvio a mirar a la nada.

-¿Quieres qué llame a mi madre para qué te vengan a buscar?

Le pregunté.

-Claro.

Me contestó.

La llame y minutos después llego mi madre con arena por las manos y su sombrero.

-¿Qué paso?

Pregunto, sacandosé sus guantes amarillos de plantar.

-Puedes llamar al papá de Cristina para qué la venga a buscar? Antes de qué despegue denuevo de la tierra y se aventure en el extenso espacio.

Le dije.

-Porsupuesto.

Me contestó, cogiendo sú teléfono de la época de los cabernícolas por qué parecía una piedra.

Su padre tardo cómo unos quince minutos en llegar en micasa y cuando lo hizo nos despedimos y mi madre y yo nos fuimos a cenar unos fideos.

-¿Quieres qué te sirva poco?

Me preguntó, sin siquiera yo haberme sentado en nuestro diminuto espacio de almuerzo.

-Supongo.

Le dije.

Después de eso me fui directamente a mi  habitación y me tumbe en mi cama.

Un Dolor ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora