Capítulo 4

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Al despertar me gustaba mucho abrir la ventana de mi oscuro cuarto para llenarlo de vida irónicamente dicho y disfrutar del pequeño verde natural de afuera. Alguien se había esforzado un poco más de lo que debía para hacer que la naturaleza esté constantemente en mi vida, esa persona era mi mamá para ella era un deber, una obligación, yo no lo veía de esa manera.

Era un día gris y tenue justo como me gustaba, así no me veía obligada a salir y disfrutar de la vida, la poca vida que me queda. Tenía planeado todo lo que iba a hacer de la mañana a la noche, un lista llena de horarios de medicamentos, jugar con Sisífo y leer mis antiguos libros o buscar algo interesante para leer en mi computador, pero solo estaba soñando.

Cristina quizás la persona más molesta/divertida ya había hablado con mi madre para preguntar si su visita no sería de algún desagrado, claro que ella había aceptado como decirle que no a una niña con cáncer y menos si ya vive con una, la cuestión es que se le había olvidado avisarmelo y así había triunfado el mal.

Después del desayuno forzado de cada mañana me había acostumbrado a observar a mi madre preparar su vestimenta y utensilios de jardinería en la cocina, no había demasiado espacio en la casa como para tener un cuarto para el medio ambiente. Pero ese día ni siquiera miró sus guantes amarillos, y no era por el estado del clima, a veces incluso cuando llovía a cántaros ella salía a ver como estaban sus tulipanes, pero hoy no fue así.

Las semillas del Tulipán Holandés no habían dado resultados, yo lo predije pero mis palabras fueron ignoradas. Pero no era tiempo de darme la razón, ella estaba decepcionada y no me quedaba más que animarla:

-Vamos! ¿Qué es esa cara de mal ánimo? Habrán  mejores semillas que tarde o temprano tendrás que encontrar para luego plantarlas y convertir tu jardín en una odisea floral.

Le dije.

-Oh Anna! Me gusta mucho saber que también te importan mis flores, y si tienes razón no hay que darse por vencida jamás, como tú. Mañana iré a comprar nuevas semillas.

Me respondió.

-Bueno, pues tal vez ire yo misma a comprar para mis semillas y luego plantarlas contigo.

Le dije amablemente.

-Si!! Es una buena idea, me encanta!.

Dijo sonriendo.

Durante el almuerzo suena el teléfono/ladrillo de mi mamá en algún lugar de la sala de estar, supuse que provenía de gran monton de tejido que estaba en el sofá y le avise que ahí estaba. Contestó rápidamente que saludó antes de presionar el botón para contestar la llamada, era el papá de Cristina y le había avisado que llegaría con su hija dentro de una hora.

Me propuso cambiar mi vestimenta de vagabunda de la calle, pero me negué rotundamente:

-Mamá, si ella viene de visita está claramente que sólo será para conversar en mi habitación y no para salir por ahi para mostrar a todo el mundo que estamos a la moda y tenemos cáncer al mismo tiempo. Así que mi ropa es insignificante en el contexto.

Le expliqué con todo el pesimismo del mundo.

-Bueno, pues está bien. Yo iré a darme una rápida ducha y ya vuelvo.

Dijo con aires de desánimo.

Le dejé bastante claro que no cambiaría mi ropa por nada ni por nadie del mundo. En cambio ella se dio una ducha campirana y se puso un bonito vestido azul lleno de tulipanes amarillos, típico de ella.

Durante el tiempo que tuve para mi misma me puse a pensar e todos los preparativos que hicieron los padres de Cristina solo para venir a verme a mi que solamente soy una muchacha pesimista y aburrida con un toque de sarcasmo, ósea quién en su sano juicio quería venir a visitarme, pero bueno es una de las cosas que toda persona con cáncer tiene que aceptar con "alegría" y dejar pasar el motivo de sentir pena, como un oficial que hace la vista gorda a un delincuente que le pasa la cuenta en privado.

Un Dolor ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora