Capítulo 5

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Escuché el ruido del claxon a lo lejos desde mi habitación, ya habían llegado. Estaba lloviendo muy fuerte, supuse que mi mamá había ido corriendo para alcanzarles un par de paraguas como siempre tan servicial, no importa quien seas ni como luzcas ella te va a ayudar igual si no puede o está en las mismas condiciones, es un ángel literalmente.

Lentamente bajé las escaleras con las ganas de un demonio, no tenía ánimo para hacer absolutamente nada en cambio el estado de ánimo de mi mamá se había transformado ferozmente con respecto a cómo estaba en la mañana. Le encanta ver como "socializo" o al menos tengo una vida normal, dice que es bueno para la salud y para el alma.

Bueno, con la visita de Cristina cambia un poco mi rutina diaria y hasta se puede decir que no me viene nada mal, vaya sueno como mi mamá. Como siempre en cada visita, mi mamá se queda hablando de nuevos  tratamientos y cosas sobre como combatir el cáncer con el papá de Cristina mientras ella y yo subimos a mi cuarto a escuchar todo lo que dicen "sutilmente".

A veces nos ponemos a adivinar que será lo siguiente que van a decir, yo siempre acabo ganando hasta ya sé de memoria los términos medicos que utilizan para desconcertarnos del tema. La mayoría del tiempo hablamos sobre cosas superficiales y sin sentido, Cristina tiene esa idea masoquista de conversar de como era su vida antes de tener cáncer toda una niña fresa antipática, egocéntrica y narcisista la típica adolescente como esas que aparecen en la televisión.

Me abstengo de comentar porque sé perfectamente que mis comentarios la lastiman aunque ella no lo quiera admitir, bueno a que clase de persona no le molestaría que se burlen del único recuerdo bueno que tienen cuando eran realmente felices, en algún punto la comprendo. Yo en cambio, desde que nací padezco de mi amada enfermedad, así que no tengo nada que recordar ni nada que potencialmente pueda olvidar y no quiera, creo que hasta sueno optimista.

Mientras no dialogamos, nos la pasamos peleando por quien reproduce su música en el mp3 pero siempre tengo un haz sobre la manga y le gano con una frase muy desgastada pero funcional "Estamos en mi casa entonces se hace lo que yo digo, cuando estemos en la tuya podrás elegir tu", y así es como acabamos escuchando buenas canciones de rock del los 80's.

A Cristina no le gustaba escuchar mi repertorio de canciones, le parecían solo gritos y alguna que otra guitarra eléctrica.

-¿De nuevo esa? Ya la escuchamos mil veces hoy.

Me dijo con voz de niña ambiciosa.

-Si, ya se. Pero es que es demasiado buena, solo presta atención a las letras, por favor y ya vas a disfrutarla casi tanto como yo.

Le repique.

-No creo.

Me dijo y abrió la ventana aunque estuviera lloviendo sólo para no escuchar la canción.

Me puse de pié en frente de mi cama y luego me arrodillé para sacar una caja de juegos de mesa, estaba llena de polvo, usualmente como deben de estar si permanecen varios años debajo de mi cama. Nos pusimos a jugar intensamente ese juego, se trataba sobre dinero -todo se trata sobre el dinero- pensé.

Estuvimos tan metidas en en juego de los banqueros que la horas pasaron literalmente volando, solo recuperamos la percepción del tiempo cuando mi mamá entró a preguntar si no deseábamos algún que otro bocadillo o jugo. Luego el papá de Cristina había subido a mi cuarto con unas pisadas que resonaban por toda la casa, empujó con suavidad la puerta no sin antes golpearla con tres toquecitos.

-¿Quieres quedarte más tiempo o prefieres quedarte a dormir aquí?

Le preguntó a Cristina, mandandome una leve sonrisa a mí.

-Bueno, estoy un poco cansada pero no quiero causar ninguna preocupación más en la casa de Anna.

Respondió un poco temerosa.

-No hay ningún problema, quédense por favor.

Dijo mi mamá, apareciendo de la nada en el pasillo.

-Bueno, gracias en serio muchísimas gracias por la invitación, pero mañana tenemos que ir al hospital y no hemos preparado nada aún.

Respondió el papá de Cristina, amablemente pero firme a la vez.

-Está bien, los acompañaremos hasta la entrada.

Dijo mi madre con una leve sonrisa y mirandome fijamente.

Nos despedimos de los dos, y después cenamos hablando de cuales semillas comprariamos mañana para plantar en el jardín.

Un Dolor ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora