The Christmas Song (Historia Corta) [Pablo Alborán] | TERMINADA |

[1] It's beginning to look a lot like christmas...

Para Florencia la Navidad significa mucho. Siendo su época favorita del año, no podía esperar más a regresar a casa para pasar un par de días con sus seres queridos pues además de todo, ansiaba los regalos entregar.

Regresando de Londres, en las calles de Málaga se respiraba la esencia típica que la época misma desprendía. De los olores característicos ninguna calle se zafaba. Por aquí y por allá todo gritaba "¡ES NAVIDAD!", y eso a ella le hacía extremadamente feliz.

Al llegar a casa, su madre estaba en la sala de estar al lado de su padre mientras la pequeña Julie de 5 años de edad, yacía en la alfombra jugando con sus muñecas. Flor se aseguró de entrar a la residencia sin hacer el menor ruido pues ellos no estaban al tanto de de que ella regresaba para pasar las fiestas juntos como antes... como una verdadera familia.

Dejó sus valijas en el pasillo y al apretar la manija que le daría acceso a la amplia sala de estar un escalofrío de emoción le recorrió la espalda de principio a fin. Suspiró y con una sonrisa amplia, gritó anunciando su llegada: —¡Hola, familia! ¡Qué felicidad me da veros!— los tres, perplejos al verla corrieron a recibirla con un abrazo. El abrazo más fuerte y cálido que se puede dar con el clima que alberga en cada rincón de la ciudad.

Su madre durante el abrazo se soltó a llorar desconsoladamente. No podía creer que después de cuatro años Flor de nuevo estaba en casa. —Oh madre mía, venga ya. Que es una realidad que estoy aquí, no tienes porqué llorar— le consoló la joven mientras se apartaba la maraña de pelo extremadamente rizado de la cara para obsequiarle una sonrisa sincera a la señora cuyas lágrimas no podían parar de salir. —Estamos tan felices de verte, mi niña. De verdad es el mejor regalo que nos has podido dar. Gracias por venir— dijo Rafael, su padre a quien por cierto luego de abrazar a su madre por algunos minutos; repitió el gesto con él. Flor sonrió y a modo de juego le alborotó el pelo también rizado al barbudo hombre que bien podría desarrollar un buen papel como el San Nicolás del barrio donde los Jiménez habitaban. Incluso los niños aseguraban que Santa Claus existe y que vivía en la casa de "la señora que siempre huele a vainilla"; mote con el que solían referirse a Laura, la madre de Flor. Esas locas teorías impuestas por los chiquillos vecinos de la familia suenan sin duda descabelladas pero a Rafael le divertían en demasía y a causa de ello en ocasiones se había disfrazado de Papá Noel para impresionarles. Y debemos decir que en efecto funcionaba.

—¿Eres Flor? Te imaginaba más grande, jo— intervino Julie quien miraba con curiosidad a su algo robusta hermana mayor. Florencia sonrió con amplitud y acto seguido se colocó a la altura de la niña que continuaba con su mirada interrogativa. —Así es, ricitos locos. Lamento haberte decepcionado –apuntó con un tono jocoso–. Para la próxima trataré de crecer más— rió y Julie se le unió mientras estiraba los brazos para que la cargase. La castaña alzó a su hermanita y la llenó de besos por todo el rostro provocando las carcajadas espontáneas de esta última.

Para la hora de la cena, la chica ya había terminado de desempacar todas sus cosas y estaba lista y feliz para tener las vacaciones que desde hacía años se moría por vivir.

Mientras se dedicaba a acomodar sus zapatos, escuchó risas que provenían de afuera y como la curiosidad en ella es enorme no pudo ignorar la misma que le producía saber de dónde y quién reía de ese modo. Echó un vistazo cuidadosamente por la ventana de su recámara y sus ojos se abrieron ante la sorpresa de ver a Sofía, la sobrina de su mejor amigo Pablo, justamente jugando con él. Una sonrisa y su inminente expresión de asombro salieron a relucir unidos de un suspiro fuerte. Verlo jugar de ese modo le recordó aquellos años en los que ambos salían a divertirse especialmente en las Navidades cuando se "besaban" bajo el muérdago que los Moreno colocaban anualmente en su entrada.