[3] Mistletoe & Holly...

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Víspera de Navidad, 2018.
Después de la pésima noche que había pasado apenas anteayer, Flor se sentía mucho mejor. A decir verdad su ánimo mejorado y su enorme sonrisa se la atribuía enteramente a Pablo. El volverlo a ver la había puesto más feliz de lo que ya estaba por haber regresado a pasar las fiestas con su familia.

Se levantó muy temprano para ayudar a adelantar las cosas para la cena de esta noche y así no sobre cargar las tareas a sus padres quienes se encontraban aún dormidos en ese momento. Una vez que terminó de decorar las galletas que se habían cocinado un día antes, salió a abrir la puerta principal ya que Pablo le advirtió por mensaje que llegaría temprano para dejarle al tanto de lo que haría en cuanto fueran al albergue a entregar las mantas y la comida.

Terminó el decorado de sus galletas justo a tiempo. Había terminado de decorar la última galleta cuando escuchó la puerta principal abrirse, después ella se dispuso a abrir la puerta de la sala de estar para dejarlo pasar.

—Hola, ¿qué tal? ¿Estás lista ya? Vamos, que apenas y tenemos tiempo— dijo al tiempo que la tomaba de la mano para echarse a correr y salir disparados hacia su destino.

Para cuando terminaron, les dio ya el medio día. La chica entró a su casa y saludó a su madre que se encontraba echándole una mano a su padre con algunos detalles. Con el propósito de no molestarle, decidió sentarse en un peldaño de las escaleras y textear un poco con su novio para saber cómo iba todo y así aprovechar para preguntarle si se daría el tiempo para ir por lo menos en año nuevo a lo que Paolo respondió que aún no sabía pero que le mantendría al tanto. Inevitablemente Flor resopló y dejó el tema en paz porque conociéndose, acabaría enojada y eso era lo que menos quería.

Decidió subir a su habitación un momento para escuchar su música navideña favorita pero los gritos que su madre pegaba para con la pequeña de los Jiménez, la distrajeron y no tuvo más remedio que ir a ver qué sucedía.

—¡Julie, deja de estar jugando con eso! Esa esfera es de tu hermana. Se molestará si te ve con ella— gritó desde la cocina, la mamá de la pequeña niña.

Y ésta, no hizo caso, continuó jugando con la bola de cristal navideña, que Pablo, le había regalado varias Navidades atrás.

Ella continuaba jugando de lo más tranquila, cuando de pronto, la bola se le resbaló de las manos, lo que provocó que ésta, se cayera al piso y se rompiera en miles de pedazos.

—¡Juliana! ¡¿Qué fue lo que te dije?! ¡Ahora has roto el único regalo que Florencia tiene de su mejor amigo!— gritó la madre furiosa por la acción de su pequeña hija.

Al escuchar eso, Flor bajó como alma que lleva el diablo y observó la desastrosa escena: Julie echa un dramático mar de lagrimas, su madre golpeteando la punta de su zapato contra el piso mientras mantenía el semblante serio y las manos sobre la cintura; y por último, la bola de cristal echa pedacitos. Literalmente... pedacitos.

Temerosa y conteniendo demasiado sus ganas de gritar, Flor se acercó a aquel desastre y exhaló aire tan fuerte que un dolorcito le recorrió el pecho. Posó su enfurecida mirada en su hermanita que aún lloraba desconsolada hincada en el piso.

Se agachó colocándose a la altura de la niña y siguió mirándola. Julie por su parte no se atrevía a mirarla siquiera. Estaba consciente de lo que había hecho y por tanto no tenía cara para mirar a su hermana mayor. —Perdóname hermanita. Es que entré a tu recámara hace rato y no te vi pero entonces la bola llamó mi atención y... ¡te juro que no quería romperla! ¡Perdóname por tomar lo que no es mío! ¡Por favor no te vayas! ¡No quiero que por mi culpa te marches de nuevo! Yo quiero a mi hermanita aquí conmigo siempre...— y de nuevo la sinceridad de la chiquilla salía a flote dejando una vez más sin palabras a Florencia. Esta última se relajó y tomó a Jul entre sus brazos y sonriendo le dijo: —Me supongo que tienes algo de dinero de las mesadas que te da papá, ¿verdad? –la peque asintió aún avergonzada–. Vale pues. Acompáñame entonces. No debe ser difícil encontrar una bola similar a esa. Además, si no se lo decimos, Pablo no tiene porqué enterarse. ¿A que sí?— afirmó en voz baja y Julie confundida y con el ceño un poco fruncido, volvió a cuestionar: —¿Pero qué eso no es mentir? A Papá Noel no le gustan los niños mentirosos, Flor— la castaña rió levemente y besó en la mejilla a Jul. —No te preocupes que yo sé que te has portado muy bien durante el año y a Papá Noel le dio mucho gusto que hayas donado algunos de tus juguetes para los niños que no tienen— y con eso, la niña se quedo más tranquila.

The Christmas Song (Historia Corta) [Pablo Alborán] | TERMINADA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora