El ocaso se veía desde cualquier punto del palacio y la familia osmalí volvía a estar reunida. Será un gran día. Eso decían los sirvientes de Topkapı.
La boda de Gevherhan Sultan, Muazzez Hanimsultan y Gevherhan Şehtan estaba por suceder. Todo sería perfecto.
La primera mencionada se encontraba arreglándose en los aposentos de su mamá mientras pensaba en su futuro.
—¿Qué ocurre, hija?
Ella la miró con tristeza. Fue entonces que Kösem comprendió que su hija no estaba a gusto. Su hija se mostró interesada durante todo el tiempo de preparación para la boda, sin embargo, en ese momento mostraba todo lo contrario.
—Ven —dijo extendiendo su mano. —Siéntate y cuéntame lo que te pasa.
La Sultana tomó la mano de su madre y posteriormente se sentó en un cojín que estaba a lado de la emperatriz.
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—Te escucho, mi luz.
Gevherhan le sonrió.
—Me gusta Kemankeş —confesó.
—¿Qué hay de malo en eso?
—Es muy ambicioso.
—Eso lo sabemos muy bien —dijo arqueando su ceja izquierda. —Mejor dime la verdadera razón.
—Él no me quiere, quiere a mi hermana Hanzade.
Kösem suspiró. Eso era malo. Demasiado malo.
—¿Tu hermana lo quiere?
—No. Sólo lo manipula a su favor.
¿Por qué? Se preguntó Kösem. Aún así eso era lo de menos, ella le pondría fin y descubriría la razón.
—Despreocúpate de tu hermana, yo me encargaré de eso. Apúrate que tu boda será dentro de muy poco.
Gevherhan se quedó desconcertada y triste mientras su madre se levantaba de su asiento.
¿Por qué desconcertada? Por más que su amada madre intentara arreglar el asunto; dudaba que su hermana dejara en paz a su amado. ¿Por qué triste? Pensaba que Kemankeş nunca la querría.
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