Las niñas le miraron más que extrañadas. Andrea fue la primera en dar un paso al frente después de unos minutos en completo silencio.
-Esta cosas tiene algo mal, lo presiento.- Dijo segura dándole una mirada de desconfianza a sus padres, quienes se mantenían con una sonrisa en el rostro.
-¿A qué te refieres, Andrea? Es solo una muñeca.
La nombrada lo pensó un poco, tal vez si tenían razón sus padres. Era solo una muñeca vieja y abandonada, no era nada importante. Sonrió de lado y dijo.
-Sí, es cierto.
Tomo la muñeca en brazos y la llevo hasta su habitación, la puso encima de una pequeña silla mecedora que le habían comparado a ella y a sus demás hermanas el día de su cumpleaños. Una vez colocada en su lugar, la admiro por completo, aun en su caja. Andrea trataba de calmar aquellos pensamientos. Los pensamientos de que la muñeca tenía algo raro. “Me estoy volviendo loca, es solo una muñeca… Por el amor de Dios. Deja de pensar eso. ” Se exigió. Salió de su habitación cerrando la puerta detrás de ella, bajo las escaleras y encontró a su familia en la misma perspectiva que estaban antes de que ella subiera.
-Bueno, ahora sí, a lavarse las manos y a comer.- Ordeno su padre.
Una vez que las hermanas acabaron con su tarea, se sentaron en la mesa del comedor. Su madre había hecho pollo horneado con patatas y algo de sopa. Rezaron como siempre y se dispusieron a comer, hasta que algo los interrumpió. Un golpe en el piso de arriba.
-Iré a revisar, quédate con las niñas Carolyn.- Mascullo su padre a la vez que se levantaba de su asiento.
Mientras su padre estaba arriba, revisando la casa, la madre e hijas se quedaron en silencio. Los pasos de Roger fue lo que hizo que hablaran de nuevo, o por lo menos su madre.
-¿Has encontrado algo?
-No exactamente. La muñeca se ha caído de la cama en la que la has puesto.- Conto refiriéndose a Andrea.
La confusión de su hija fue un poco notoria, pues frunció el ceño. ¿Había dicho “cama”?
-¿Qué? Yo no la he puesto en la cama, coloque la caja en la sillita mecedora.- Aclaro.
-Andrea, la muñeca aparentemente estaba en la cama antes de caerse y estaba sin caja. Creí que tú la habías sacado, para que cuando tus hermanas terminaran de comer, jugaran con ella. Pues tú ya estás muy grande para esas cosas.
-No entiendo de que hablas.
-Andrea no mientas.- Dijo una de sus hermanas.- Tú la sacaste, ¿verdad?
-Estoy diciendo la verdad. Lo juro, estaba en la mecedora.
No hubo más palabras, ni más golpes. Los padres terminaron y las niñas se fueron a acostar. Andrea estaba en su cama, con los ojos abiertos viendo a la muñeca desde lejos. ¿En la cama y sin caja?
“Y si ella esta…” Sacudió la cabeza en cuanto aquel pensamiento se cursó por su mente, era absurdo. Horas y horas pasaban y Andrea seguía mirándola. No le importaba que al siguiente día tuviera clases, claro que no. Andrea quería encontrar algo en ella que le diera una señal, era de esas veces que buscas algo, pero no tienes idea de que es. Decidió dejar de forzarse y dormir un poco, fin y al cabo, nada ocurriría.
(…)
-¡Mama, mama!.- Grito la pequeña April.
-¿Si?
-¿Puedo jugar con Anna en el patio?
-Claro, cielo. Pero no te alejes mucho.
-Está bien.
April acomodo a Anna –como ella le había puesto, ya que el nombre completo se le hacía difícil pronunciar- en sus brazos y salió por la pequeña puerta. La niña buscaba con su mirada verde algún lugar donde ella y su muñeca pudieran sentarse sin hacerse daño o dañar la ropa. A lo lejos, no mucho, diviso un árbol con un pequeño columpio. Con una sonrisa, se dirigió a él. El columpio no era algo fuera de este mundo, era de madera gastada, pero a un así, le serviría. Se sentó en el y coloco a Anna en sus piernitas, comenzando a columpiarse. Tan entretenida estaba. Que no se dio cuenta que un perro estaba aún lado de ella, sentado.
-Hola, perrito.- Dijo bajando la velocidad del columpio.
El perro solo ladeo la cabeza, observándola, no a ella, si no a la llamativa muñeca en sus piernas.
-¿Te gusta?- Pregunto con inocencia.- Es muy bonita, pero es mía.
Su “acompañante perruno” se levantó en dos patas, estriando su osico, tomando desapercibida a la niña. Tomo a la muñeca entre sus dientes y comenzó a correr; April lo siguió. Pero le fue imposible alcanzarle, sus piernitas eran muy cortas. Se dejó caer en el suelo y comenzó a llorar, tan fuerte, que su madre salió de inmediato temiendo que algo le hubiera pasado a su ángel.
-Oh, mi bebe… ¿Qué paso? ¿Te caíste?
Ella solo negó con la cabeza y señalo con su pequeño dedito en la dirección en la que el can se había marchado.
-Muñeca…
Su madre entendió, y fue en su búsqueda. La niña permanecía sentada en el pasto, esperando a que su mama llegara con su muñeca y la hiciera feliz otra vez. Tardaron minutos para que unos gruñidos provenientes de la parte de atrás se escucharan.
-¡Muñeca, muñeca!- Repetía con entusiasmo.
Carolyn trataba de quitarle la muñeca al perro del osico, ambos forcejeaban con fuerza. April pensó que Anna se rompería en dos si seguían usando esa brutalidad. Vio cómo su madre tomo al perro de una especie de collar y lo jalo hasta donde ella estaba; una clase de “augh” salió del perro. Lo arrastro, y le quito la muñeca, que ahora estaba llena de tierra.
¿A caso él quería enterrar a la muñeca? Y si era así… ¿Por qué?
-Oh Dios… este perro sí que tiene fuerza.- Se quejó entregándole a Anna.- ¿Sabes, April? Sería un buen perro guardián. ¿Qué te parece?
-¡Si!
-Bueno, hablaremos con tu padre. Ven, a la casa. Que este animal te ha dejado llena de suciedad, y a mí también.
By: Tabata Tu Escritora