Caminaron unos minutos, el perro estaba a su lado, moviendo la colita. Hasta que divisaron el hogar de ambas, la pequeña hablo.
-¡Mira! Esa será tu nueva casa si papi acepta.
-Así es, perrito.-Le siguió Carolyn.- ¿Qué te parece?
Cuando en can subió su mirada, se paró en seco, mirando detenidamente la casa… como si tuviera algo. Contrajo los labios mostrando sus colmillos, April se asustó un poco así que se puso detrás de su madre, abrazando a la muñeca. El perro gruño con fuerza, y ladro aún más. Los oídos de Carolyn no soportaban aquellos alaridos tan potentes, tratando de calmarlo, pero solo lo empeoro. Al querer tocarlo, este se alejó y comenzó a correr en círculos.
-¡Detente! ¡Detente! ¿Qué ocurre contigo?- Grito la madre. April ya había salido corriendo, no la culpaba, pareciese como si el perro se hubiera vuelto loco.
Una vez que termino de correr en círculos, este se lanzó hacia Carolyn, derribándola. El perro dejo de ladrar, y miro a la mujer. Después la casa, después a la mujer, y así sucesivamente. Carolyn aprovecho que se había quedado quieto y le tomo del pellejo detrás de su nuca, lo jalo un poco y se quitó al perro de encima.
-¡Cariño!- Hablo corriendo Roger hacia ella.-¿Qué ha pasado? April ha llegado gritando a la casa diciendo que había un perro malo que estaba molestándote.
La preocupación de Roger era muy notable. SU mirada pasó de ella hacia lo que estaba sujetando, ósea, el causante del “acto”. Este aun miraba fijamente la casa.
-¿De dónde lo has sacado?-Pregunto tomándolo.
-Abril se había caído y empezó a llorar, yo fui hacia ella y me señalo al frente, diciendo que quería a su muñeca. Corrí hasta localizarla, ese perro,-señalo- estaba enterrándola en la tierra.
-¿Por qué?
-¿Y cómo voy a saberlo? Al ver la casa, se puso como loco. Antes habíamos tomado una clase de opción de llevarlo a casa y convertirlo en nuestro perro guardián…
-Estás loca, Carolyn. ¿Cómo se te pudo ocurrir poner a cargo a un perro, que posiblemente, tenga alguna enfermedad? ¡Es un perro callejero!
Roger tenía razón, ¿y si lastimaba a sus niñas? No se lo perdonaría. Sin embargo, el perro parecía normal, al encontrarlo, no tenía indicios de ser peligroso. Asintió levemente, bajando la mirada.
-Bien, déjalo entonces.
-Lo tendremos, con una condición. Lo amarrare fuera de la casa, y se quedara ahí día y noche. Le daremos lo necesario para que se mantenga alerta. Pero no tocara a mis hijas, ¿okey?
Carolyn pensó que era una muy mala idea… Cruel. Pero aun así, dijo que sí. El resto del día, paso normal. El perro ya no ladro, las niñas jugaron un rato en sus habitaciones, hicieron la cena y se fueron a dormir.
Al día siguiente, al levantarse, Carolyn sintió un dolor en su brazo. Levanto el suéter que traía puesto, y vio otro moretón. Que extraño… El día de ayer no había hecho nada para provocarlo. Quica el arrebato que tuvo por tratar contener al perro… era la opción más inteligente. Lo dejo pasar, y bajo a desayunar. Al rato, las niñas se fueron a la escuela y Roger a buscar trabajo, dejando a Carolyn sola.
Decidió ir al mercado, con el perro. Así el y ella se distraerían un buen rato. Salió y lo vio echado en el pasto, se acercó a él.
-Hey,-El perro levanto su vista.- ¿te gustaría dar un paseo?
Al instante este se puso de pie y empezó a ladrar y amover su parte trasera, estaba feliz y ese era un sí. Lo desencadeno y remplazo el candado con su mano.
Una vez en el mercado, ambos estaban atónitos de lo grande que era… desde pequeñas regalías, hasta grandes tiendas de muebles. Una plaza, dentro de un mercado. A lo lejos, Carolyn vio un carrito con algodones de azúcar, y decidió comprarse uno. “Un lujo de vez en cuando no hace daño” pensó.
Cuando estaba frente al hombre, le pidió uno de color rosa. La máquina comenzó a funcionar, y acercando el palito el algodón se impregnaba. Sintió una mano sobre la suya, y por instinto vio de quien era el tacto. Se encontró con una señora mayor de edad, de muy baja estatura.
-¿Puedo ayudarle en algo?-Pregunto amablemente.
Sin embargo, no recibió respuesta. La anciana estaba pasando sus finas y arrugadas manos entre las líneas de las suyas. Como si las leyera, y eso hacía.
-Alguien cercano a ti está en peligro. Aléjale de ella.
Carolyn se quedó en estado de shock, ¿Qué le decía?
-Suélteme, señora.
-Aléjale de ella, o le perderás.
-¡Suélteme! ¡Usted no me conoce!
El perro a su lado, comenzó a ladrar fuerte. Desesperado por que la anciana se alejara de ella. El hombre de los algodones miraba atónito la escena.
-¡Aléjale de ella! ¡ALEJALE DE ELLA!
-¡QUE ME SUELTE DIJE!
Carolyn jalo fuerte su mano, soltándose al fin de la mujer. Tomo la cadena del perro con mucha fuerza y comenzó a correr, golpeando su hombro entre la gente. Diciendo las de mil “Disculpe, con permiso”, al estar fuera del mercado, tenía la respiración agitada. Las piernas le ardían y el moretón de su brazo punzaba, gracias a tantos choques. El perro estaba aparentemente igual, sacaba su lengua larga tratando de recuperar el aliento y mirar a Carloyn, procurando ver si estaba bien.
¿Qué había pasado? La señora seguramente estaba drogada o algo por el estilo… “¡Aléjale de ella, o le perderás!” Esas palabras le hacían eco en la cabeza. Trato de ordenar sus ideas… No llego a nada. Había una pregunta, solo una que le hacía muralla a comprender lo que le había dicho.
¿Quién era “ella”?
By: Tabata Tu Escritora