El rincón del Romántico

Una estrella Fugaz.

Era un día normal, como cualquier otro. Escuchaba a las personas hablar de sus vidas monótonas y aburridas, vidas sin sentido, vacías de deseos. Pero hubo algo que me sacó de mis pensamientos, un par de ojos café, que miraban perdidos en ese mundo. Tomé mi lápiz de dibujo y comencé a trazar siluetas mientras me deleitaba ante tanta belleza. Con rapidez dibujaba la silueta de sus pómulos, trazaba delgadas líneas alrededor de sus ojos, sentía un mundo de maravillas y colores mientras sentía cómo el lápiz se deslizaba por sus caderas, la sombra que hacía su busto sobre su abdomen, unos pequeños gorditos que quedaban perfectos en sus caderas. 

Sentía la piel de sus piernas mientras trazaba el dibujo por sus muslos y pantorrillas. Pero ella seguía ahí en frente de mí. Cómo si el mundo se hubiese detenido para darme la oportunidad de dibujarla, de admirarla en secreto, porque tal vez jamás, más nunca la volvería a ver. Seguí dibujando su falda, que quedaba un poco más arriba de sus rodillas, dibujé sus zapatillas y detallé un pequeño lunar que tenía detrás de tu rodilla. Miraba con atención cada detalle, cómo si viese por primera vez una obra maestra de Bernini o Da' Vinci, admiraba la complejidad de su silueta a contra luz, veía el reflejo de su cabello traslúcido entre los rayos de Sol. 

Sólo faltaban algunos detalles, cómo la forma de sus labios, que sentía cada pliegue mientras pasaba el lápiz por la hoja, sentía cada pestaña mientras la dibujaba con detenimiento... Aparté un poco la mirada del dibujo y me pareció perfecto, ella era perfecta. Pero no sería capaz de quedarme con el dibujo, así que me levanté y caminé hacia la señorita. Temeroso le entregué el dibujo, y le pedí que me disculpara pues no resistí el impulso de dibujar a un ser tan perfecto cómo ella. Sonreí por última vez y me retiré.