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Me despierto por la alarma de mi teléfono. Cuando lo tomo este marca una nota de recordatorio "Mañana dulceaños". Eso es suficiente para despertar por completo. ¡Mañana son los 18 de Monse!. Miércoles, 04 de agosto.

Corro al baño, lavo mis dientes, hago mis necesidades y vuelvo a mi habitación. He preparado algunas sorpresas para este año. Y hoy debería comenzar una. Busco ropa cómoda, mi mochila, mi teléfono y bajo corriendo.

En la cocina mis padres hablan de algo mientras desayunan de manera tranquila.

-Pensé que mi pequeño terremoto había despertado pero es mi otro pequeño el que lo ha hecho.-mi madre sonríe y papa me da los buenos días.- ¿Te has caído de la cama mi niño?

-Eso no sería raro cariño.-mi padre se ríe y toma un poco más de su café

-No, no es nada de eso. ¿No puedo solo despertarme temprano porque si?.-Pregunto y los dos se observan antes de reírse a carcajadas.

-No es por nada mi amor, pero tú no eres muy madrugador.-mi madre toma una tostada y me la acerca.-come algo.

- mama, voy rápido.

-Nadie se va de esta casa sin comer y tu no serás la excepción.-su mirada da por terminada la discusión.

-Entonces, piensas decirnos porque te has levantado tan temprano.-pregunta mi padre.

-Mañana es el cumpleaños de Monse.

-ah sí, Monse. La pequeña de los Ivanov-dice él. Ya que su familia y la mía se conocen desde hace mucho.

-¿Que vas hacer?-pregunta mi madre.

-Iré a buscarla y le daré un obsequio adelantado.-digo como si fuera un gran plan. Pero es solo el paso uno para el mejor cumpleaños del mundo.

-Estoy segura de que todo irá bien.-igual yo hijo dice mi padre. Ambos se despiden de mi y salgo rumbo a su casa. Luego del susto de la señora, a los mellizos se les ha prohibido manejar hasta aprobar el examen y los han castigado obligándolos a tomar el autobús. Así que tengo el auto para mí solo.

Al llegar a su casa, tomo el paquete que coloque en la maleta anoche y bajo. Toco la puerta y escuchó pasos apresurados. Esta se abre completamente mostrándome a una Monse sorprendida, su cabello está completamente desordenado, lleva un suéter mío de hace años el cual pensé había perdido, un mono de osos de peluche y pantuflas de caramelos.

-Buenos días a ti también chipsahoy.- ella sonríe pero puedo notar que parece incomoda.- ¿Llegue en mal momento? - parece indecisa en que responder y trato de ocultar mi nerviosismo.

-si, es decir, no.-intenta volver a hablar pero es interrumpida por una voz que no soy capaz de identificar.

-¿Quien es Montserrat?

Ella titubea antes de lograr formular una oración- es Leónidas, patricio.

-¿Que quiere?-lo observo acercarse a ella y Monse casi parece a punto de huir.

No soy capaz de ocultar la molestia que siento.-Solo vine a traerle algo a chips, digo Monse.-extiendo el paquete hacia ella. Sus manos tiemblan un poco antes de sostenerlo.

-Gracias leo.-susurra.

-Sí, aja. Si eso era todo. Adiós.-este la sostiene por un brazo antes de hacerla entrar y cierra la puerta sin permitir despedirme. Me quedo un momento ahí sin saber muy bien como sentirme al respecto. Aunque tal vez fue mi culpa por no haberle sido sincero con mis sentimientos desde hace mucho. Desanimado camino hacia mi auto pero me detengo al escuchar el sonido de algo estallar contra el suelo, espero un poco y suenan algunos estallidos mas seguidos. Para colmo un grito de Monse que me hace correr nuevamente hacia la puerta principal. Intento abrirla pero esta se encuentra con seguro, me agacho y busco bajo una pequeña maceta con rosas de diversos colores que se encuentra a un lado, siempre han dejado un repuesto ahí. Abro la puerta y corro en busca de Monse. Escucho un grito desde la cocina y cuando llego, Monse se encuentra cubriendo con su mano derecha su brazo izquierdo, hay sangre y muchísimos objetos rotos por todos lados. Patricio parece sorprendido de lo que ha hecho, el cuchillo se encuentra a un lado como si lo hubiese dejado caer, casi parece en trance. Este bastardo a cavado su propia tumba.

-¡¿Como has podido infeliz?!-grito antes de arrojarme contra él. Sale de su momento y me da un puñetazo en la mandíbula. Lo pateo en el abdomen y me coloco sobre él, golpe tras golpe siento mis nudillos arder y sangre manchar mi ropa y rostro.

-¡Leo! ¡Leo! ¡Vas a matarlo! ¡Basta!-Los gritos de Monse me hacen alejarme de su cuerpo inerte. Se encuentra recostada contra el mesón. Su mano no deja de presionar su brazo y las lágrimas parecen no agotarse. Me acerco a ella y la sostengo en mis brazos.

-Tenia tanto miedo.-susurra asustada.

-Estoy aquí, siempre lo he estado.-ella se presiona más a mí y casi quiero matarlo al verla así.

-No me dejes sola.-pide

Siento un nudo en mi garganta ante su pedido, pero respondo sin duda alguna.-Nunca. Juntos hasta el fin del mundo o en el.- la siento asentir contra mi pecho y luego se desvanece en mis brazos.

Siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora