31.

13.7K 611 90
                                    

Llevo toda la semana nerviosa, pensando mil y una formas de cómo dar el paso. La verdad es que haberme comido tanto la cabeza no me ha servido de nada porque en una hora he quedado con Alba para pasar la canción que hemos elegido y sigo igual de bloqueada que hace una semana.
Quizá la canción que le propuse cantar contó como indirecta y se puede esperar algo, pero no me sirve.
Quiero hacerlo bien, especial.
Y no sé cómo hacerlo porque todo lo que se me ocurre es poco para todo lo que ella merece.
Decido meterme a la ducha y dejar de pensar un rato.
Cuando me termino de arreglar y miro la hora, veo que quedan menos de diez minutos para que sea la hora a la que Alba se supone que viene, así que cojo la guitarra y me pongo a pasar canciones de las que voy a tocar para hacer tiempo.

—Alba, ¿y si desafino? ¿Y si me equivoco en algún acorde o en la letra de alguna canción? ¿Y si la gente se aburre? ¿Y si...?

—Eh, eh, eh, —me interrumpe, colocando sus manos en mis mejillas para hacer que la mire. Trago saliva y curvo las cejas, dando a entender que la escucho pero que sigo acojonada. —Lo has preparado un montón. Tienes una voz increíble y te mueves que flipas. Vas a dejar a toda la gente a tus pies, Nat. Confía un poco más en ti, —me sonríe y se pone de puntillas para dejar un beso en mi mejilla. Yo sonrío ante el contacto. —Y ahora tira a repasar lo que tengas que repasar, que yo voy a coger sitio, —y, tras darme una palmada en el culo, desaparece de la pequeña habitación en la que estamos.

Cojo aire un par de veces, intentando concentrarme. Repaso mentalmente el repertorio, los pasos de baile y los acordes. Cierro los ojos, intentando calmarme y que todo salga como quiero.
Tras unos minutos, la chica que dirige todo esto llama a la puerta, diciéndome que en cinco minutos tengo que empezar.
Agarro mi guitarra y el pendrive, me miro una última vez al espejo y salgo del cuarto.
Le doy la música al chico que la pincha y dejo mi guitarra a un lado del escenario, preparada para empezar.
Cuando me subo a él, veo a Alba en primera fila sonriendo.
La sala, aunque sea pequeña, está hasta arriba y los nervios vuelven a mí. Pero vuelvo a mirar hacia Alba y, sin saber cómo, desaparecen y la versión más segura de mí misma hace acto de presencia.
Empiezo con Crazy, canción en la cual también he metido un poco de coreografía. La termino y los aplausos invaden mis oídos, aportándome la seguridad que me faltaba para poder disfrutar de ello.
Tras un par de canciones más, toca la que hago con Alba.

—Para esta canción era necesario contar con una persona muy especial para mí, la cual derrocha talento por cada poro de su piel y estoy segura de que os va a enamorar casi tanto como a mí, —suelto sin pensar. —Porfa, dadle un aplauso a Alba Reche.

Toda la gente empieza a aplaudir y Alba aparece a mi lado, dándome un abrazo y sonriéndome.
La instrumental empieza a sonar y la pequeña rubia que tengo al lado empieza a cantar las primeras frases de Maldita Dulzura.
No dejamos de mirarnos ni un momento, sabiendo que nos la estamos dedicando. Se crea una atmósfera tan bonita que, el tiempo que dura la canción, sólo existimos ella y yo en esa sala. Sólo está Alba, mirándome con ese brillo tan especial que es característico en sus ojos.
La canción acaba y los aplausos me hacen volver a la realidad.
Alba me abraza con fuerza y, tras sonreír hacia la gente, baja del escenario para volver a su sitio.
Sigo cantando, esta vez en acústico, unas cuantas canciones más.
Para terminar, no podía ser otra canción que esta.
Ruin the friendship empieza a sonar y miro a Alba, la cuál tiene el ceño fruncido ya que esta canción no sabía que iba a cantarla. Nos miramos y, al guiñarle un ojo, supongo que entiende por qué esta canción.
La canto y la bailo sin dejar de mirarla ni un momento, intentando transmitirle todo lo que no he sido capaz de contarle este tiempo.
Cuando termino y doy las gracias, la sala se llena de aplausos que me llenan a mí el pecho de felicidad, de seguridad.
Es la primera vez que he hecho algo así y ha salido bien, joder.
Bajo del escenario con mi guitarra y me dirijo hacia el pequeño cuarto en el que están mis cosas para cogerlas y salir de la sala, ya que he quedado antes con Alba en vernos directamente fuera.
Cuando salgo, la veo apoyada en una pared, con la mirada perdida en algún punto de la desierta calle. Me quedo parada, admirándola.
Ella se da cuenta y desvía su mirada hacia mí. Nuestras miradas conectan, pero no de la misma forma que habitualmente. Esta vez se dicen todo lo que hasta hace unas horas no se atrevían. Esta vez ambas sabemos lo que quiere la otra. Esta vez no hay miedo, no hay dudas, no hay obstáculos.
Sonrío, haciendo que ella inconscientemente también lo haga, y empiezo a andar hacia ella hasta quedar en frente suya, a muy pocos centímetros, mirándonos y sin dejar de sonreír.
Acerca su mano a mi mejilla, provocando que mi piel se erice y su sonrisa se haga aún más grande.
Y puedo jurar que ese momento contiene una de las mejores sensaciones que he experimentado nunca.

Volver. // Albalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora