32.

14.8K 577 92
                                    

Mi mirada abandona sus labios para dirigirse hacia sus ojos. Ella, rápidamente, me imita. Nos miramos fijamente, muy cerca.
Acerco yo mi mano a su mejilla, sonriendo aún más. Alba achina los ojos un poco, supongo que es debido a que sigue sonriendo, y puedo ver en ellos tantas cosas bonitas que, instanatáneamente, me invaden unas ganas de llorar gigantes.
Cuánto hemos pasado para llegar hasta aquí. Cuánto nos hemos querido. Cuánto daño nos hemos hecho. Cuánto nos hemos necesitado. Cuánto bien nos hemos hecho.
Noto como una lágrima resbala por mi mejilla mientras sigo perdida en sus ojos y en todo lo que me dicen.
Al momento, ella me retira las lágrimas que han seguido a la primera y borra su sonrisa.

—Oye, Nat, —dice bajito, supongo que sin entender nada. Yo no dejo de llorar, no puedo, pero tampoco dejo de sonreír. —¿Qué pasa?

Me muerdo el labio, acercando mi otra mano a su mejilla para acabar con su cara en mis manos.

—Que te quiero, —suelto, casi sin pensarlo. —Que te quiero muchísimo, Alba, —ella vuelve a sonreír. —Y que creo que ya es hora de darnos una oportunidad.

Mis ojos cambian su trayectoria hacia los labios de Alba y, seguidamente, se cierran.
Me acerco un poco más a ella, lentamente.
Y, cuando puedo notar su respiración acelerada mezclándose con la mía, acorto la poca distancia que quedaba entre nosotras.
Nuestros labios encajan a la perfección en un beso lento, dulce, que grita todo lo que nos hemos estado callando todo este tiempo. Que grita cariño, amor, verdad, libertad.
Siento cómo, dentro de mí, se remueve todo. Siento un cosquilleo en la tripa y también siento cómo la mano que le quedaba libre a Alba se acerca a mi nuca, haciendo el beso más intenso. Siento cómo todo, por fin, parece estar en su sitio.
Me siento tan, tan, tan bien que no puedo evitar cortar el beso con la sonrisa boba que se implanta en mis labios.
Junto nuestras frentes y abro los ojos, encontrándome los de Alba aún cerrados.
Cuando los abre, esboza una sonrisa y me acaricia la mejilla.

—Yo también te quiero, Nat, —susurra. —Te quiero un montón.

Vuelvo a atacar su boca sin poder evitarlo, haciendo que Alba me reciba encantada y empezando un beso mucho más salvaje. Un beso en el que salen a la luz las ganas que ambas teníamos de que esto pasase.
Tras unos cuantos besos, decidimos que en mitad de la calle no es donde queremos estar, así que entre muchos otros besos acabamos llegando a mi portal.
En cuanto el ascensor se cierra, Alba suelta la mano que tenía entrelazada a la mía y me empotra contra el espejo de éste, atrapando mis labios.
Cuando las puertas se abren, se separa de mí y agarra mi mano de nuevo, tirando de mí hacía la puerta de mi casa.
Cuando entramos, esta vez soy yo la que acorrala a la rubia contra la pared.
Y, lo que empezó siendo algo tierno y dulce, acaba convirtiéndose poco a poco en algo mucho más apasionado.
Joder, sí que nos teníamos ganas.
Cuando me quiero dar cuenta, estamos en mi cama. Alba está sentada sobre mí y no tarda en empujarme para que acabe tumbada. Imita mi postura, quedando tumbada sobre mí.
Sus besos entonces se vuelven lentos de nuevo, haciéndome saber que esta vez vamos a hacerlo todo bien y sin prisas, no como la última vez.
Seguimos con la tanda de besos tanto tiempo que acabo perdiendo la noción de él.
Acabamos tumbadas, abrazadas. Yo admirando lo bonita que está Alba dormida y ella con su cabeza en mi pecho y la respiración calmada.
Empiezo a acariciar su corto pelo sin creerme que estemos así, intentando asimilar que por fin hayamos dado el paso.
No sabría cómo explicar la felicidad que siento en cada parte de mí ni aunque lo intentase.
Si algo he aprendido de la rubia que está tumbada sobre mí, es que las palabras muchas veces nos juegan una mala pasada. Que a las palabras muchas veces les cuesta salir, pero que los ojos no pueden callarse.
Que si algo está destinado a ser, será, pero que hay que luchar.
Que si algo te hace realmente feliz, hay que luchar por conseguirlo, pero sobre todo hay que saber mantenerlo.
Que si dos personas se quieren, ni el miedo es capaz de frenarlas.
Que, tarde o temprano, el miedo desaparece.
Que no sirve que te quieran mucho, que te tienen que querer bien. Y, aunque nos haya costado, nos hemos acabado queriendo de verdad, bien.
Que el amor es muy complicado, pero a la vez es adictivo y satisfactorio, sobretodo si es correspondido.

Amigas, amigos, que esto se acaba.
Llevaba un montón sin hablaros por aquí, pero os lo voy a contar porque sé que la mayoría no me seguís en tw y por lo tanto no lo sabéis.

Este es el último capítulo, sólo falta el epílogo.
Siento haberos dejado con las ganas tantas veces y haberos desesperado tanto, espero que al menos os haya entretenido o gustado esto.
Gracias por todos los comentarios, por la de cosas bonitas que me habéis dicho sobre lo que os hace sentir esta historia. En serio, no os hacéis un idea de lo que me habéis motivado este tiempo.
En fin, que gracias por seguir leyéndome.

Volver. // Albalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora