Una historia cliché

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Cuando cumplí once años una depresión me invadió de la nada, supongo que era hereditario. Yo solía ser una niña linda, todos los amigos de mi madre me lo decían, pero con la pubertad también llegó una anorexia nerviosa que dio lugar a un aspecto demacrado en mi, ahora ya estaba comiendo mejor, pero solo soportaba una porción de comida al día, sea como sea, era mucho avance para mi.

Mi altura no pasó el 1.63, mi peso se mantenía en cuarenta kilos a pesar de comer mejor ahora y ni hablar de mi cabello y rostro. Mi antes cascada dorada ahora era un estropajo amarillento, mis mejillas ya no eran rosadas y en mi piel pálida las ojeras eran más notorias, mis pechos, que por genética tal vez debieron ser grandes, no parecían más que dos naranjas metidas en un brasier

En la escuela todo se complicó, deje de hablar con mis amigas y ya no salía con nadie, ellas se lo tomaron personal y pronto comenzaron a agredirme dentro de la escuela. Yo lo aguantaba.

Mi único escape era Internet, pero cerré mis redes sociales cuando los suicidas tumblr empezaron a ponerse de moda, verlos era como una burla directa a mi enfermedad, todos queriendo llamar la atención, cuando yo, con depresión diagnosticada hacia casi tres años, lo único que quería era desaparecer, que nadie me hablara, que nadie me mirara, que nadie me molestara, ni me preguntara nada.

Tuve varias peleas con este tipo de chicos, ellos me terminaban diciendo que si no entendía los deseos suicidas y la depresión no opinara. ¡Claro que los entendía, carajo! Por eso mismo no veía poético ni gracioso el hecho de gritar a los cuatro vientos y postear imágenes cada tres minutos que se querían matar. Lo peor... Lo peor de todo era que estas cuentas solamente eran personajes, era una nueva táctica para obtener seguidores, lo sé porque días después todos promocionaban sus canales de youtube o sus blogs y cuentas de instagram. Cada vez la cosa era más insoportable.

Solo me quedé con una cuenta de Netflix. Ahí me gustaba hundirme, lo único que me daba un momento agradable era ver películas sin interrupción de nadie. Un día me topé con 3MSC (tres metros sobre el cielo) una película española que usaba el cliché de niña buena con un chico malo, lo que la hacia un poco diferente era que al final no quedaban juntos.

Yo no era una nerd, tampoco una niña fresa, ni una de esas únicas e irrepetibles que odiaba todo lo que le pasaba enfrente. Trataba de mantener calificaciones promedio y no era muy fácil, disfrutaba ver películas gore y cine de culto, tanto como el más grande cliché romántico del mundo. Tal vez esto último era un poco extraño, yo no me había enamorado nunca y la última vez que alguien me había gustado fue en tercero de primaria, pero algo en esa película me llamaba mucho, era el único momento donde me sentía feliz.

Conocí algunos sitios de Internet en donde la gente escribía sus historias y yo buscaba más sobre ese tipo de novelas. De alguna forma despertaban algo en mi, un deseo de vivir una historia como esas, quizá un poco de emoción lograría sacarme de mi apatía diaria, la cual ya había intentado romper con deporte y clases de arte, ninguno funcionó.

—¿Irás a tus clases de violín esta tarde, Jenica? —Preguntó mi madre antes de llevarse su taza de café a los labios.

—No. —Yo jugaba con mi plato de cereales, no la miré en ningún momento, no tenía muchas ganas de ver su cara de decepción. —Ayer le avisé a mi maestra que ya no iré. —Era la tercera clase de la que me salía en los últimos cuatro meses, para no llorar me perdí entre las bolitas de colores que había en mi plato.

Mi madre dio un suspiro apenas audible y salió de la cocina, limpié mi nariz y dejé el cereal remojándose en la leche de mi plato, sabia que mi madre, en este momento más que preocuparse por mi, estaba harta de mi comportamiento tan apático.

No le temo a las drogasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora