Te sientes mal, piensas que ya nada puede ir peor, pero así como lo malo sucede lo bueno también. Entonces apareció él. Mirándome con cara de preocupación. No sabía quien era pero él si sabía quien era yo. Mi amarga noche en el la playa solitaria pasó a ser mágica. Él sonreía y una extraña sensación me recorría. Emoción en mi alma que él iluminaba. Su risa dibujaba mi sonrisa. El roce de su piel con la mía me hacía temblar. Su mirada era tan grande que me sentía insignificante. Palabras y gestos que me devolvieron a la vida para dejarme con su recuerdo el resto de mis días pues nunca más volvió a mi su alma perdida.