Capítulo 1: Recuerdos Borrosos.

901 84 52
                                    


Su mente razonaba a la par que la de un adulto, pero su cuerpo no funcionaba igual.

A sus cuatro añitos pensaba que las caras graciosas de sus hermanos eran innecesarias porque sólo bastaba con que le dijeran algo gracioso para que se riera, también creía innecesario que le enseñaran a dibujar cuando él quería aprender a entender las letritas de las hojas que sus hermanos llevaban al gran estudio, incluso quería saber por qué su padre tenía que conversar por horas con extraños o la razón por la que unos garabatos graciosos formados de palitos y bombitas fueran tan importantes.

Quería que le explicasen muchas cosas, pero siempre le decían que era muy pequeño para eso.

—Mami —miraba a la castaña que bordaba en medio de la sala, una mujer de largos cabellos y rostro muy bello—, ¿por qué el cielo es tan azul?

—Pues —se topaba los labios intentando encontrar la respuesta— no lo sé, Tsu-kun.

—¿Y quién sabe?

—¿Y por qué quieres saber eso?

—Porque Tuna quere saber —sujetaba el pequeño carrito de madera que le dieron y lo balanceó un poco.

—Eres muy curioso —su madre le acarició las mejillas y le cedió un beso—, eso es bueno pues así harás muchas preguntas y seguramente hallarás quien te las responda, de esa forma te convertirás en un hombre sabio.

Tsuna entendió que ser "sabio" era conocer las respuestas de todas las preguntas que le llegaban a su mente y por eso sonrió. Quería ser sabio, lo deseaba más que nada, lo necesitaba porque sólo así podría calmar las ansias de su pequeña mente. Se planteó entonces un objetivo, un deseo... un sueño.

—¿Por qué es importante que papá se reúna con ese señor?

—Porque es uno de sus socios —sonreía su madre quien le sujetaba cariñosamente de la mano para llevarlo a otro sitio, lejos de ese despacho.

—¿Y qué platican ahí dentro?

—Sobre ganancias, compras, ventas, de todo lo relacionado con el dinero.

—¿Y por qué no puedo entrar?

—Porque... —la castaña dio un pequeño suspiro antes de arrodillarse ante su pequeño hijo, el último, el menor y el más especial de todos—. Porque tú, tu segundo hermano mayor y yo somos diferentes.

—¿Cómo? —miró a la puerta cerrada antes de enfrentar la mirada de su madre—, y ¿por qué mi hermano sí pueden entrar?

—Tsu-kun —le acarició los cabellos y le apretó las mejillas—, tú, tu segundo hermano y yo tenemos deberes diferentes a ellos.

—¿Como cuáles?

—Nosotros somos los encargados de dar descendencia, de traer más hijos a nuestra familia... Nosotros somos los encargados de dar vida y nada más.

—¿Por qué? —no les encontraba sentido a esas palabras porque creía firmemente que él podía hacer más que eso.

—Porque ese es nuestro destino.

—¿Por qué?

—Porque somos una doncella —se apuntó a sí misma— y un doncel —apuntó al pequeño pecho de su retoño.

—¿Sólo por eso?

—Cuando seas más grande lo entenderás.

"Cuando fuera grande", esa sería una frase que siempre permanecería en su cabecita cada día cuando despertase, cada noche cuando sus ojitos pesaran, cada vez que en su mente una nueva pregunta se formara.

LinajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora