Capítulo 4: Pedacitos de alma.

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Junto con Reborn surgieron algunas cosas que él jamás pensó siquiera experimentar, una de ellas y la que más le gustó fue la oportunidad de aprender.

Se le fue inculcado el arte de la lectura y escritura, algo de lo que Tsuna sólo sabía lo básico y lo poco que su abuela le enseñó. Se le mostró la gracia de los números, algo en lo que no era del todo bueno pero que le gustaba pues Reborn era su tutor personal. Se le mostró el mundo mediante imágenes y después con viajes que duraron meses y hasta años. Se le dio libertad de aprender un idioma diferente al suyo, de preguntar por culturas ajenas, por aprender sobre animales, historias, artes, ciencia, modales y negocios.

Le dieron todo lo que pidió y se convirtió en alguien a la par de su esposo.

—¿Quieres acompañarme hoy al banco?

Reposaban en su lecho, con sus pieles pegadas debido a la desnudez, Reborn aferrado a la espalda del castaño que mantenía sus ojos cerrados pero que reía por las cosquillas que le ocasionaban los besos en su cuello. Sus dedos entrelazados jugaban entre sí, sus pies se enredaban y el sol que se colaba por entre las cortinas les molestaba.

Eran felices de esa forma tan sencilla.

—No, hoy no, Reborn —Tsuna se daba vuelta para ser abrazado—. Estoy cansado.

—Últimamente siempre estás cansado.

—Me he sentido un poco extraño desde hace unas semanas —bostezaba antes de acomodarse mejor sobre el pecho ajeno.

—Entonces en la tarde traeré al doctor.

—Ya no hay pan dulce.

—Traeré un poco también.

Dos cosas sucedieron a la par, como si fuesen coincidencia o simplemente destino. Una muy diferente de la otra, pero igual de importantes.

La primera fue la mención de Reborn como Duque por medio de concesión por línea sucesoria, cosa que Tsuna ni siquiera tomó en cuenta pues estaba más centrado en la segunda cosa más importante en la vida de su familia: su primer hijo. Es más, en la fiesta por esa celebración se pasó distraído con los postres, los mimos de su esposo y sus propias meditaciones porque no estaba muy seguro de cómo sería el proceso que su cuerpo pasaría para traer al mundo a un nuevo ser vivo.

Dejó que todo fuera de su hogar pasara como debía y se centró más en leer decenas de libros sobre maternidad porque no quería ser un mal ejemplo. Se sentía presionado porque él no tuvo mayor figura que su abuelita, por eso llegó a estresarse en extremo y su condición de salud decayó.

Recordaría el regaño de Reborn durante toda su vida pues fue la primera vez que lo vio tan enfadado hasta el punto en que notó un par de venas destacar en ese pulcro cuello.

—No lo volveré a hacer.

—Eso espero, Tsuna.

—Lo siento.

—Piensa en que no sólo eres tú —al fin respiró y se calmó— sino también nuestro hijo.

—Lo sé —en medio de sus sábanas descendió sus manos hasta su vientre de cinco meses y suspiró—, estoy arrepentido.

—No te lo tomes todo tan... drásticamente.

—Está bien, Reborn.

Su arrepentimiento no estaba dado sólo por el disgusto que le causó al hombre al que amaba con tal fuerza que estaba seguro le perdonaría cualquier cosa, sino por las consecuencias de sus estúpidas acciones y descuidos.

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