Tata POV
Ya habíamos terminado de grabar por completo el NCT LIFE in Osaka. Fue uno de los mejores viajes que hice. Pude conocer muchas cosas de la cultura de Japón. En si, ya conocía gracias al Anime que Yuta me hacia ver y alguno que otra novela que vi por mi cuenta.
Habíamos regresado a donde nos alojabamos para poder dormir y en la mañana regresar a Corea.
Pero ya habían pasado unas tres horas desde que todos se habían dormido y yo no pude conciliar el sueño. Tenía una razón muy particular. Horas antes, había estado hablando con unas amigas de Estados Unidos, ellas estaban en una fiesta y una se encontraba encerrada en una habitación con un chico. No me sorprendía, era todo muy distinto en mi vida. Ni siquiera había dado mi primer beso.
Para estar segura de que no eran tontas ocurrencias mías, le escribí a mis primas que vivían en Argentina. Su situación era igual. Ya todas habían hecho todo tipo de cosas.
Compartía habitación con WinWin que parecía estar en el octavo sueño. ¡Como puede ser tierno hasta cuando duerme!
Salí de la habitación y me di la libertad de llorar. ¡Odiaba la adolescencia!
Me quede sentada en los sillones de la casa de alojo. Podía aparecerce cualquier persona del staff y regañarme por estar despierta a tales horas, pero ya no me importaba.
—Tata, ¿qué haces despierta a estas horas?— me sobresale pero luego me relaje al ver al japonés.
Yuta se sentó a mi lado y acaricio mi espalda preocupado.
Lo miré e incocientemente hice un puchero por el llanto. Me abrazó y lloré como estúpida en el pecho del castaño.
Estuve en ese estado por unos cinco minutos. Me separe del japonés mientras que él limpió mis lágrimas con sus dedos.
—Gracias, Yuta-oppa — sonrió por como lo llame, ya que eran pocas veces en que lo hacia.
—¿Quieres hablar?
Negué bajando la mirada — Es vergonzoso
—Vamos Tata, no me reiré— dijo tomando mi mano. Era algo usual en él, por lo que no me alarme— Lo prometo.
Suspire, qué mas da. — Mis amigas extranjeras y mis primas maternas han hecho todo tipo de cosas y no pasan de los dieciocho. Van a fiestas, están con chicos, pueden beber alcohol sin que nadie le diga nada — confese sin poder mirarlo— Veo como todas pueden disfrutar de sus vidas mientras que la mía va pasando. —Yuta escuchaba atentamente con mirada comprensiva mientras acariciaba mi mano— No niego que soy muy feliz haciendo lo que me gusta, pero tampoco puedo perderme momentos o cosas que cualquier adolescente hace a su edad. Todas mis amigas ya han besado a alguien y hasta puedo decir que más que besos.