Capitulo 2

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Me quedé de pié esperando a que se acercaran a mí, parecían ser amables así que no sospeche nada malo de ellos.

—Waohh corres muy rápido eh, ¿No sabes que está mal que una linda señorita como tu camine sola por la ciudad tan tarde? Permíteme llevarte por favor.— el chico castaño me tomó del brazo y me jaló de regreso al club, comencé a alarmarme he intenté deshacerme de su agarre.

—Suéltame o te juro que gritaré.— le alcé la voz, no por ser lindo le permitiría que me tratase de esa manera.

—Tranquila muñeca, este idiota puede ser muy confianzudo, mi nombre es MinHo y solo quiero conocerte.— Extendió su mano a la mía, he inmediatamente la tomé.

—Mucho gusto soy Eva.— Le hable sonriente.

—Lo siento pero no puedo entender mucho el cantonés, soy coreano.—  Me asombré con su respuesta, estaba convencida al cien por ciento que era chino, pero bueno, aun no logro distinguir a todos los asiáticos. El chico que lo acompañaba le hablo en un idioma que no logre comprender, supuse que era coreano.

—Hola Eva.— Volvió a hablar el tipo llamado MinHo. 

Ambos comenzaron a hablar en coreano, porque no logré entender nada, la mirada del tipo castaño me atemorizó ya que me había visto con morbosidad, sin embargo la mirada del coreano me tranquilizó.

—Lo siento, olvide presentarme, soy Jackson y mi amigo dice que si quieres podemos llevarte a casa. De verdad no es bueno que andes por estas calles sola y más si eres extranjera.— Su voz había sido mas dulce esta vez. Miré a JaeBum quien me sonreía plácidamente. Dudé un poco en su propuesta pero parecían ser amables y tenían razón, de irme solas preferí irme con ellos, capaz y obtenía el numero del coreano, ¿Qué mas podría pasar?

Caminamos de regreso al club en busca de la Jeep que según Jackson, tenía el coreano. Se la había pasado fanfarroneando todo el camino y yo no podía dejar de reír, sobre todo porque dejaba en ridículo a su compañero. Yo solo me dedicaba a mirar fijamente y coquetear un poco con MinHo cada vez que podía. Llegamos al lugar y me detuve buscando la famosa camioneta Jeep de JaeBum pero Jackson me jaló de la mano para seguir caminando.

—¿No está aquí?

—Aún no llegamos lindura...— seguí caminando buscando a mi alrededor la camioneta pero las calles estaban completamente vacías. El aire que circulaba comenzó a ser un poco mas frió de lo que ya era. Me abracé a mí misma y comencé a frotar mis brazos para generar calor.

—¿Tienes frió muñeca? —Me habló MinHo, su voz se había vuelto mas gruesa de lo que era, no sabia que eso era posible.

—Un poco.— hablé temblorosa

—No te preocupes, ahorita te vas a calentar como un horno.— asimilé sus palabras, me tomó como diez segundos para caer en cuenta lo que estaba sucediendo; no existía ninguna camioneta negra, Jackson había dejado de ser tan juguetón y definitivamente ellos no estaban siendo amables conmigo. Cuando miré sorprendía a MinHo captando sus palabras, detrás de mí Jackson tomó mis brazos para inmovilizarme mientras con su otra mano cubría mi boca para así retener mis gritos . MinHo soltó una risa descarada.

—¿Qué paso muñequita, no querías jugar conmigo?

Lo miré suplicante para que se detuvieran pero el ignoraba mis suplicas mientras Jackson solo lamía y mordisqueaba mi oreja derecha, dejando su humedad en ella. Comenzaba a revolverse mi estomago. Pataleé todo lo que pude para poder defenderme, pero era totalmente inútil, los brazos grandes de Jackson que en un principio habían captado mi atención se habían convertido en cadenas que detenían mis impulsos. MinHo se detuvo en un lugar donde no llegaba la luz de la lámpara que se situaba en la calle. Jackson me soltó y caí de rodillas, maldije por haberme puesto el vestido que me prestó MayLin, pues me hice mucho daño pero eso no era lo que me importaba en ese momento, simplemente quería salir de ahí. Gateé al sentir el suelo pero el coreano fue mas ágil y me tomo por el pelo, maldije el día que decidí dejármelo largo.

—Qué haces pequeña puta, Y esas miraditas que me dabas dentro del antro ¿Qué eran, ah? ¡Respóndeme, hija de puta!.— Mágicamente MinHo habló cantonés, todo fue una actuación para que yo cayera en su juego y poder poseerme, era una estúpida. Mis lágrimas comenzaron a aparecer y deslizarse por mis mejillas. Rápidamente imaginé que si estaba a sus ordenes lograría distraerlo un poco y podría escapar de ahí, así que dije lo que mejor se me ocurrió.

—MinHo, por favor, no me hagas daño, por supuesto que me gustas, no es necesario utilizar la violencia para tenerme.— no pude terminar de hablar cuando sentí su mano golpear mi mejilla izquierda, haciendo girar mi cabeza por su golpe. Por la fuerza que tenia logró tirarme al suelo por completo. Sentí un sabor oxidoso en mi lengua, era la sangre que había provocado su golpe.

—Todas las latinas son así, tan fáciles, pero tu eres una perra que quiere huir, no te preocupes pequeña.— se posiciono a mi lado, tomando mis manos y llevándolas justo por arriba de mi cabeza. Giré mi mirada para no verlo, me sentía indefensa.

—Mírame cuando te estoy hablando perra— tomó mi barbilla haciendo que mi mirada quedara justo frente a su rostro, sus cejas negras y pobladas eran atemorizantes, cerré mis ojos y comencé a sollozar. Mis lagrimas no dejaban de salir.

—Vas a disfrutar esto como toda una puta que eres.— Lamió mi rostro y comenzó a manosearme. En ningún momento sentí placer tal como creí en cuanto lo ví en el club eh imaginé estar con él, al contrario, sentía temor, asco, sobre todo repudio a mí misma por odiarme al haberme puesto ese vestido negro con el pequeño escote de corazón que se formaba en mi pecho. Había perdido las fuerzas, no podía pelear más, no podía luchar más por mi libertad. Siempre había soñado que mi virginidad la tendría un príncipe azul, que mi primera vez sería lento y suave, pero cuando MinHo rompió mis bragas, abrió mis piernas con brusquedad y se introdujo en mí perdí todas las ilusiones. Era horrible, podía sentir como mis paredes se abrían con dolor, quedé completamente perdida. MinHo soltó mis manos para tocar mis pechos y apretarlos, yo solo miraba al árbol seco que avisaba que se aproximaba el otoño. Comencé a recordar cuantas veces mi madre me había repetido que mi virginidad era especial, que llegaría el hombre perfecto a mi vida, que me casaría con él y como compensa le entregaría esa cosa tan especial llamada virginidad, que si la perdía en mi estadía en Hong Kong no valdría nada y que ningún hombre me aceptaría.

Lo siento mamá, te fallé...

El recuento de los dañosWhere stories live. Discover now