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“4:03”
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Eran las 4:03 de la madrugada y me desperté gritando. Fue un sueño.
En mi sueño, vi a todo aquel que conozco o amo ser asesinado por una criatura. Su cuerpo era de baja estatura pero voluminoso, con largos brazos delgados que terminaban en garras similares a espadas. Sus ojos eran aberturas que despedían un rojo vibrante en la oscuridad, y tenía hileras de dientes afinados como cuernos.
Me veía antes de aniquilar a mis allegados, y reía cada vez que los mutilaba blandiendo sus garras.
¿Y cómo nos había encontrado? Me engañó para que lo dejara entrar a mi habitación imitando la voz de mi papá. No podía entrar a menos que se le concediera el permiso; me dijo esto cuando estrujó el corazón de mi mamá. El sueño acabó con la criatura emitiendo su cacareo burlesco y moviéndose lentamente hacia mí, raspando el suelo con sus garras. Grité y me desperté. Estaba en mi dormitorio, a salvo una vez más.
4:03, escuché que tocaban la puerta. Me congelé al instante.
—Tomás, oí que gritaste. ¿Te encuentras bien? —escuché decir a mi mamá. Qué alivio, mi mamá había llegado.
—No pasa nada, solo tuve una pesadilla —respondí conforme el sosiego me inundaba.
—Está bien, cariño. Te traje un vaso con agua. ¿Lo quieres?
—Sí, entra.
Cuando esas palabras abandonaron mis labios, recordé que era septiembre, y que había regresado a los dormitorios de la universidad hace dos semanas.
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