Era primavera en Barcelona. Extensos campos estampados por flores de colores vívidos y árboles donde florecían frutos a punto de ser recogidos crecían junto al ambiente a hierba fresca. Mi hermano y yo acudíamos al funeral de nuestro difunto padre. Algunos dijeron que había muerto por causas extrañas, otros que había desaparecido sin más.
Me acuerdo también, de ese momento, cuando él cruzó el umbral de la puerta diciendo que iba a visitar a un amigo. Sujetaba un maletín marrón, que conjuntaba con su jubón, color pergamino. Como mi hermano y yo estábamos ensimismados en la televisión, solamente nos limitamos a despedirle con un "Adiós". Las horas pasaron hasta que nos empezamos a preocupar por su atraso. Unos minutos después, la policía llamó a la puerta. Cuando los vimos, nos dimos cuenta que no era un buen augurio, hasta que ellos nos contaron lo sucedido. Según dijeron, un coche había sido encontrado a pocos Kilómetros, dirección a la ciudad, despedazado, en el límite entre la carretera y el bosque. Cuando la policía se percató del accidente, fueron a investigar quien se hallaba allí, pero no había nadie dentro del automóvil. Gracias a su matrícula, pudieron identificar al dueño y saber su dirección.
Después del desagradable acontecimiento, mi hermano no era el mismo. El rostro tenso y su mirada perdida denotaban su estado de ánimo. Iba a comprar conmigo cuando lo necesitaba, mirábamos la televisión juntos y me ayudaba cuando tenía alguna dificultad en los deberes del instituto, pero en cuanto encontraba tiempo libre, se encerraba en su cuarto. Nunca me atreví a entrar, ya que temía a que mi hermano me reprochase el hecho de invadir su privacidad. Hasta ese momento no me imaginé lo que escondía ese cuarto. Sabía como era su habitación, pero des de la muerte de nuestro padre, no llegué a pisarla. No me dejaba entrar, pero ¿Por qué?
Pasaron los meses, hasta que llegó la noche en que vería a mi hermano por última vez. Hace unos días, fui a dormir temprano de la fatiga de todo el día. Como de costumbre, no podía dormir, así que subí al tejado para refrescarme. El cielo era el mismo de siempre, con una cálida brisa procedente del océano y cielo negro estampado por estrellas que brillaban con luz titilante. De repente, un ruido sordo llegó a mis oídos, seguido de un gran estruendo. Me incorporé y bajé por el cerezo de mi jardín, dónde unos metros más abajo se situaba la ventana de mi habitación. Entré y fui corriendo hacia el origen de aquel ruido. Era la habitación de mi hermano.
-¿Hugo? - El ruido procedente de la habitación incrementó hasta tal punto que la casa comenzó a temblar. Mis piernas no respondían, noté como mi corazón no latía regularmente, descompasado. Cuando mi sentido volvió en sí, determiné correr hacia la puerta. Alargué el brazo hasta el pomo, girándolo lentamente, con precaución, pero estaba cerrada con pestillo.
-¡Hugo! ¡HUGO! – Sin respuesta alguna. Empujé la puerta con todas mis fuerzas, notando una punzada en mi hombro. Seguí empujándola hasta que un chasquido me hizo entender que la puerta estaba abierta, aun que yo caí junto con ella, esbozando una mueca de dolor. Alcé la cabeza, no había nadie.
"Hace unas horas, antes de acostarme, juraría que él seguía en su cuarto." -Pensé.
La ventana estaba cerrada, y las luces encendidas, así que no podría haber ido a ningún lugar, y menos dejándome sola, sin decirme nada.
Me quedé inmóvil. Una lágrima asomó por mi mejilla. El pequeño resquicio de felicidad que me quedaba se desvaneció, quedándose en oscuridad. Mis piernas tocaron con el frío suelo dejándome de rodillas.
Me quedé en el suelo unos segundos, pensando la manera de afrontar esto. Visualicé toda la habitación de nuevo, ojeando por si mi hermano había dejado alguna señal de vida. El escritorio de roble, en la parte izquierda de la habitación, junto a la pequeña biblioteca, estaba desmoronado. La lámpara circular gris pasó del escritorio al suelo y los libros estaban fuera de sus correspondientes estanterías. La cama, situada en la esquina superior derecha de la habitación, y el armario, justo delante, al parecer habían quedado intactos. Pero no había nadie en ella. Me dirigí hacia el escritorio; una aglomeración de hojas desordenadas se repartía por todo el mueble. Había un portátil plateado, con la pantalla levantada, pero el monitor apagado. Me fijé en una de las hojas de encima del escritorio, se posaba algo más pequeño... una pequeña hoja rectangular.
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Lágrima de cristal
FantasyLayla, una chica de 17 años, se ve involucrada en una larga búsqueda a causa de la desaparición de su hermano Hugo. A raíz de eso, aterriza en un planeta completamente desconocido y descubre que no es del todo normal. Conoce algunos personajes que...