Valió la pena

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Cada decisión estúpida que tomo en su vida, y fueron muchas, quedaban atrás en comparación con lo había hecho a su pequeño hermano. Estaba arrepentido, si, pero lo volvería a hacer. Una y mil veces mas.
¿Como es que alguien podía estar tan arrepentido de algo y a la vez tener la certeza de que lo volvería a hacer?
Dean Winchester, un ser tan complejo  en sentimientos y tan basico en instintos.
Con los pantalones bajos y el miembro de su hermanito refregandose en su trasero, se sentía de lo peor, pero sólo por estar disfrutando de la situación.
Se preparó mentalmente para lo que pasaría, pero no fue suficiente, claro que no. Fue doloroso, por decir lo menos. Sam lo penetraba sin preparación, sin piedad. Dolia, ardía, sentía que su piel quemaba con cada embestida, y aún así lo disfrutaba. Estaba enfermo, lo sabía. Pero sólo el dolor lo hacía sentirse vivo.
Sintió el orgasmo rápido e imprevisto, casi vergonzo, mas por la forma en la que gimio pidiendo mas, que por la rapidez.
Sammy no se cansaba, era inhumano, feroz y bestial, como le gustaba. Las cosas sucias que le decía al oído no las olvidaría jamás.
No supo cuanto tiempo duró, ni el momento en el que perdió el conocimiento.

Oía una voz a lo lejos, una voz conocida, irritablemente conocida.

-Arriba Dean, si te mueres no podrás cumplir tu parte del trato- Crowley lo sacudida fastidiado.- Me tome la libertad de curarte de tus heridas, pero no del todo, me gusta que sientas dolor.

-Vete al diablo.

-Soy el Rey del infierno, no tiene caso mandarme al diablo.

-¿Dónde está Sam?

-Esta dormido- Dean sintió alivio, pero a la vez desconfiaba- Quita esa cara de idiota, está bien, sólo tendrá la resaca más grande de su vida. Con suerte ni siquiera recordará que pasó. Tu sólo preocupate por cumplir tu parte del trato.
Dean asintió con la cabeza, no quería ni mirarlo, ese maldito demonio, que le recordaría siempre lo que hizo.

Más tarde sólo en la biblioteca, bebiendo, no podía parar de pensar, su mente lo traicionaba, lo acosaba la culpa.

-Hola Dean- El angel, la última persona que quería ver- ¿Pasa algo? Oí tu oración, disculpa que no llegue antes.

-No pasa nada Cass.

-¿Seguro Dean? Parecía que necesitabas ayuda.

-Bueno... Cass- No podía creer lo que haría- En realidad si paso algo, algo grabe. Por suerte estaba Crowley para ayudarnos.

-¿Crowley?- El angel no podía creérselo- Dean ¿Qué hiciste? ¿Qué te costó su ayuda?

-Nada Cass- Esto era por lejos lo más bajo que podía caer- Crowley nos ayudó sin pedir nada a cambio, sabes, desde un tiempo para acá el ha demostrado ser una buena persona, bueno, un buen demonio.

-No hay buenos demonios Dean, no caigas en su juego.

- Créeme Cass, lo conozco, es alguien de confianza, estaría muerto de no ser por él.- El angel estaba incrédulo, así que jugó su última carta- ¿ Confías en Mi?

-Claro que confió en ti, ciegamente.

-Yo te digo que Crowley es de confianza, un amigo, un aliado.

-Si tu lo dices Dean, yo te creo- Castiel estaba pensativo- Es más, voy a aceptar ese trago y esa charla que me ha estado ofreciendo.

-Hazlo Cass, y dile que gracias por su ayuda.

-Se lo diré.

Cuando el Angel se fue no pudo más que sentir asco de si mismo, estaba mal, todo lo que hizo estaba malditamente mal. Vendió algo mucho más valioso que su alma, vendió a un amigo, aliado, familia. Pero lo peor era ese pensamiento que lo acosaba, esa voz en su cabeza que decia: Valió la pena. 

El peor de los tratos (Wincest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora