2

48 23 0
                                    

¿Lunes? ¿Otra vez?

Que rápido pasa el fin de semana y con que lentitud pasan todos los demás días. Sólo quiero que llegue el viernes. Sueño con ello a todas horas.

Viernes, viernes, viernes...

Lo repito una y otra vez al salir del portal de mi casa. El nieto de mis vecinos también está saliendo y con una mochila.

Sigo pensando en el vienes. El tan ansiado viernes de libert...

Espera, ¿una mochila? ¿Sigue aquí? ¿QUÉ ESTÁ PASANDO?

Me mira y yo hago como que no le he visto. Lo rodeo y sigo caminando. Unos segundo más tarde miro con disimulo por encima de mi hombro, para comprobar que no me sigue.

Y no, no lo hace, en su lugar se queda apoyado sobre la parada de autobús. Suelto un suspiro de resignación antes de volver sobre mis pasos.

- ¿Qué haces? - Le pregunto incómoda una vez que he llegado a su altura.

- Esperar al autobús. ¿No resulta evidente? - Responde con actitud de superioridad.

- El autobús no para aquí, Mr. Evidencias. Tenemos que utilizar la parada que hay dos calles más abajo para ir al instituto. - Me siento mejor al ver que he dañado su orgullo masculino. Me doy la vuelta para seguir con mi camino. En cuestión de segundos me alcanza corriendo. Lo observo con disimulo de arriba abajo para asegurarme de que no tiene ninguna raqueta o pelota de tenis en las manos.

- ¿Por qué usamos una parada que está a 200 metros cuando tenemos una a 4? - Cuestiona algo confuso. Aprovecho el momento para demostrarle que soy más lista que él.

- Antes no había nadie que cogiese esa parada, así que la borraron del registro. Cuando empezamos el instituto, yo y mi hermano, nos dijeron que cogiésemos el autobús abajo, porque así el autobús no tiene que hacer otra parada sólo por 2 gatos (así nos llamaron). La verdad es que no tienen muchas ganas de hacer el papeleo para volver a añadirla al registro de recogida.

Seguimos el resto del trayecto en silencio. Al llegar me separo de él y me junto con unas chicas algo mayores que también esperan el autobús.

Durante el primer recreo mis amigas y yo decidimos ir a las pistas a ver a tíos cachas jugando al fútbol. O eso es lo que pensarías en una película americana. En nuestro caso, subimos a las gradas para ver a cuatro niños de primero jugar al fútbol y a otros jugando al ping-pong.

Lo peor viene cuando distingo, en medio de la multitud congregada en las gradas, a mi nuevo vecino con Simón (mi exnovio, por si quedaba alguna duda) y un grupo de chavales chungos. Si quería integrarse lo ha hecho con el grupo equivocado. Nuestras miradas se encuentran en medio del tumulto de gente y me sonríe. Yo sigo ignorándolo.

- Su... ¿Qué ha sido eso? - Me pregunta Laura subiendo y bajando las cejas de manera insinuante. Es la única persona a la que soporto realmente. Las demás son como esos personajes de fondo en una novela que no aportan mucho al desarrollo de la historia.

- Nada, Lau, nada. Es el nieto de mis vecinos y es un imbécil tira pelotas.

- ¿De qué hablas? - Me dice riendo. - ¿Tira pelotas? - Ella y las demás estallan en carcajadas.

- Si. Le encanta golpearme con su pelota... - Me mira pervertidamente y puedo adivinar en lo que está pensando. - ¡No en ese sentido! ¡Laura! - La golpeo amistosamente en el hombro. - Pelotas de verdad, pelotas de tenis. Me tiene mazada de tantos golpes. - Hago un puchero para dejar claro que no me agrada en absoluto, pero su mirada no cambia. - Piensa lo que quieras, pero es la pura verdad.

Mientras una de mis compañeras nos cuenta algo pongo mi atención sobre la pista. Me parece muy aburrido ver como juegan al fútbol, parecen tortugas torpes sin sentido de la orientación. Simón y mi vecino entran en la pista a jugar. Simón es bueno, ya lo tengo visto muchas veces, aunque mejor como portero, pero es normal, ya que juega en un equipo de fútbol profesional. A mi vecino (del que me doy cuenta que no sé su nombre) no se le da nada bien. Diría que se dedicase al tenis, pero eso tampoco se le da bien después de comprobar su puntería en MI propia piel. Me limito a contemplar a Simón mientras juega.

Que sea mi exnovio no significa que no tenga ojos en la cara ¿vale?

Suena la campana y nuestro recreo llega a su fin. Tengo cultura clásica, así que no me dirijo a mi clase habitual si no a la de 4° C. Cuando llega el profesor, con su gorro de copa, no puedo evitar maldecir por lo bajo, se vienen las dos horas más insufribles de toda la semana. Ya sentada en mis sitio veo que justo delante de mí (donde hasta la semana pasada había una silla vacía) ahora hay un chico. Éste se gira y me quedo a pocos centímetros de unos ojos negros.

- Hola ¿y tu por aquí? - Mi boca se queda en una perfecta O.

- Hola. - Dice Laura. - Soy amiga de Su, encantada. - El chico me mira con cara de sorpresa. Más que sorprendido por escuchar mi nombre, creo que se ha sorprendido de saber que no me lo había preguntado antes.

- Yo soy Conor. - Responde en dirección a mi mejor amiga.

- Ella es Laura. - Digo yo para terminar cuanto antes con estas estúpidas presentaciones. - Y yo me llamo Susan, no Su.

- ¿Puedo llamarte Su? - Me pregunta Conor mirándome a través de sus pestañas, con cara de ser inofensivo. No sé por qué, pero he decidido que lo odio. Otra persona más que añadir a la lista de los que no me caen para nada bien.

- Sólo si yo puedo llamarte Cono. - Entrecierro los ojos y disfruto viendo que sonríe con los labios apretados.

Ha. Susan: 1, Cono: 0.

- Entonces... ¿Sois vecinos? - Pregunta Laura para terminar con el duelo de miradas que ha empezado en cuanto ha sugerido lo de llamarme Su.

- Sí. - Decimos al unísono. Le hago un gesto para que devuelva su mirada al frente, pues la clase ha comenzado.

🎾🎾🎾

Está bien, debo admitirlo, me lo he pasado realmente bien en clase. Por primera vez en todo el curso no me he dormido ni he tratado de escapar por la ventana con sigilo (algo que hacemos con mucha más frecuencia de lo que deberíamos los que nos sentamos en la última fila). Cono no es tan petardo como creía, es peor todavía. Fuera de clase seguirá siendo molesto tenerlo como vecino, pero aquí al menos nos entretiene. Hicimos bromas entre susurros y nos reímos a carcajadas los tres juntos. A cualquier cosa que el profesor estuviese diciendo, uno de nosotros respondía con una ocurrencia y ya estaba servido el espectáculo. No he tomado un sólo apunte, pero he sido feliz durante unos breves instantes.

Sigo sin perdonarlo (y mi cara tampoco). Pero creo que puedo tolerarlo, al menos dentro del aula. En este mundo hay muchas personas que no son buenas, pero sí divertidas. Al bajar en la parada de autobús subimos a nuestras casas en silencio.

- Me lo pasé muy bien hoy en clase. - Me dice. - Estaba algo preocupado al no conocer a nadie y todo eso.

- ¿Te has mudado o algo? - Pregunto para no seguir en un silencio incómodo.

- Mis padres se han ido de viaje, así que me quedaré con mis abuelos hasta que termine el curso y puede que todo el verano.

- Vaya, debe ser duro que te separen de tus amigos.

- Ya ves, pero tampoco estábamos en la misma clase. - Se encoge de hombros. - A la mayoría de mis amigos sólo los veo en la cancha.

- Bueno, hasta luego. - Me despido al llegar al portal de mi casa.

- Hasta mañana Su, cabeza dura.

Cierro la puerta a mis espaldas con una expresión de máxima confusión.

¿A qué narices ha venido eso de cabeza dura?

¡¡Bola Va!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora