Cap. 3

269 30 79
                                    


_ Si me disculpan, necesito intimidad para poder hablar con Dios.

Mis doncellas junto a la corte real se quedan en la entrada de la capilla mientras yo voy al apartado, una pequeña capilla que es exclusiva para la reina. Cierro las puertas y me siento para orar, cuando ya he acabado y veo que nadie me puede escuchar me levanto del banco con pesadez y voy al retablo, presiono la predela y la puerta se abre. Ando por el pasillo alumbrándome de uno de los cirios que adornaban el altar. Paseo conociendo el camino a la perfección.

Como bien me dijo Thomas hace tiempo, mi suegra tenía una aventura con el anterior duque de Norfolk, adulterio por el que nació mi esposo. Hasta hace unos meses no entendía cómo lo hizo, ya que las reinas y princesas siempre vamos acompañadas de nuestras damas de compañía con la finalidad de que no cometamos infidelidad. Sé que mi esposo me es infiel en múltiples ocasiones, es algo que ni siquiera intenta ocultar. Pero en el rey no está mal visto, ya que si tiene descendencia (que no es el caso en esta ocasión), simplemente serán ocultados, pero la reina no puede hacer lo mismo, ya que tienen que cerciorarse de que mi hijo sea fruto del monarca, la legitimidad del futuro rey es lo primordial.

La cuestión es que hace unos meses me hallaba rezando cuando uno de los cirios más pequeños se cayó, en un primer momento me asusté mucho, pero tras el sobresalto inicial empecé a investigar hasta que encontré la puerta escondida en el retablo que decora mi capilla, anteriormente de mi suegra. Por lo que, la habitación a la que me dirijo para huir de mis doncellas, es la misma que utilizaba ella para tener relaciones con el anterior duque de Norfolk.

Al acabar el pasillo abro la puerta y me encuentro a él, a Thomas, está de espaldas mientras lee. Nada más escucharme se gira y me mira con una sonrisa de oreja a oreja, una de esas sonrisas que harían desmayarse a cualquiera de lo radiantes que son. Imito su sonrisa mientras veo como se acerca con pasos largos hacia mí y se arrodilla para apoyar sus labios en mi vientre.

_ ¿Cómo se encuentra nuestro pequeño? -me dice cerrando los ojos y acercando sus manos y su rostro a mi abultada tripa de ocho meses de gestación-.

_ Algo inquieto, lleva unos días moviéndose mucho, creo que son señales de que queda poco para que alumbre.

_ Estoy deseando verle la cara.

_ Yo también.

_ Aunque me duele pensar que él será quien lo sostenga en brazos por primera vez, a mi hijo...

_ Thomas, ambos lo sabíamos, para nosotros es nuestro hijo, pero para el resto del mundo es el príncipe de Inglaterra, el hijo del rey.

_ Ojalá pudiéramos partir los dos juntos, irnos muy lejos y que nadie nos volviera a encontrar.

_ Sabes que eso no es posible, supondría una guerra con mi reino, y nunca dejarían de buscarme, llevo al heredero de la corona. Thomas, tenemos que aceptar nuestra situación, debes buscar una esposa.

_ No, sabes que no es posible.

_ La gente comienza a hablar, nadie entiende que hayas rechazado a todas las doncellas, si continúan hablando llegarán a la solución y nos destaparan, eso supondría la horca para los tres, para nosotros dos y para nuestro hijo.

_ No me voy a casar con otra mujer que no seas tú, olvídalo.

_ Conmigo es imposible que lo hagas, yo toda mi vida seré tu reina, hasta el día que mi esposo fallezca y vaya al convento recluida.

_ Encontraremos la forma, alguna solución habrá.

_ No, no la hay.

Suspiro apesadumbrada mientras una lágrima desliza por mi mejilla, no hay nada que me duela en este mundo más que tenerle que decir eso a Thomas, le estoy diciendo al amor de mi vida que se case con otra mujer, pero sino lo hace nos descubrirán.

El precio de la corona -COMPLETADA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora