Cap. 6

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Alzo mi cabeza orgullosa por la escena, viendo como mi hijo eleva su cuerpo y la corona posa sobre él. El arzobispo de Canterbury le da el orbe y el cetro y Henry recita las palabras oportunas, prometiendo ser un monarca justo y digno para su país. Con mi mirada busco a Thomas, que está en una de las primeras filas, de pie, orgulloso al ver como nuestro pequeño se convierte en el rey de Inglaterra, puedo notar que está casi tan emocionado como yo.

_Yo, arzobispo Canterbury, seré fiel y honesto, y lealtad y honestidad os juro a vos, nuestro Señor Soberano, Rey de este reino y a vuestros herederos y sucesores, que lo sean según la ley. Que Dios me ayude.

Todos los asistentes gritamos un Dios salve al rey y las campanas de toda Inglaterra comienzan a sonar, dando la noticia de que el reino ya tiene un nuevo monarca. Henry se gira y me mira, con una sonrisa en el rostro, aunque en sus ojos veo que está asustado por el enorme peso que lleva ahora entre sus hombros, demasiado peso para una sola persona.

Hago una reverencia devolviéndole la sonrisa de vuelta, por lo que mi hijo se gira y mira a todos los asistentes a su coronación que se arrodillan ante su nuevo rey. Los clérigos cambian el manto de armiño y terciopelo rojo por el de color púrpura y me arrodillo delante de él junto a la pequeña Elizabeth, que todavía es muy pequeña para entender lo que está sucediendo.

_Yo, María Isabel, reina emérita de Inglaterra y archiduquesa de Austria y Habsburgo, me convierto en vuestra vasalla y devota servidora en la tierra, y, leal y honestamente, os juro vivir y morir en vuestra defensa contra cualquier enemigo. Que Dios me ayude.​

Tras de mí hacen el mismo juramento todos los pertenecientes a la corte, encabezando cada rango por el primero de su clase, así hasta que cada noble le ha jurado lealtad a mi hijo. Cuando por fin acaba la ceremonia el nuevo rey sale de la catedral mientras todos cantamos el himno, para ir en desfile hasta nuestro palacio, escuchando las alabanzas y gritos de júbilo de nuestro pueblo.

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Los días pasan, Henry aprende poco a poco el oficio, todo bajo la ayudada su padre, el verdadero, que ahora es su asesor principal. Hoy es un día importante, se va a ajusticiar a lady Katherine, por supuestamente asesinar al rey. Llevo varios días sin dormir, si bien desde que mi esposo falleció todas nuestras vidas son más dichosas, ninguno podemos olvidar que hemos quitado dos vidas. De hecho, desde que todo sucedió tengo pesadillas, mi esposo me visita en sueños y como un fantasma me incrimina por su fallecimiento, por lo que no consigo descansar bien debido a la culpa que siento.

Llegamos a la plaza donde se va a ajusticiar a la prima de mi difunto esposo, el lugar está lleno de súbditos clamando por su guillotinamiento. Acompaño a mi hijo a la tribuna real, él se sienta en el trono y yo a su lado con mi pequeña al lado, detrás nuestro está Thomas y gran parte de la corte, que han venido ansiosos por ver como se hace justicia.

Me siento y veo llegar a lady Katherine, está sucia, con los ropajes rasgados y el rostro lleno de heridas, supongo que el jefe de espías de la corona habrá hecho de las suyas con ella, le agrada castigar con golpes.

Todo el pueblo se prodiga a insultos, aclamando por su muerte. Giro el rostro y veo a Thomas con los ojos cerrados, se siente tan culpable como yo. Durante todo el año que estuve tramando este plan pensé que esto sería diferente, cada vez que mi esposo me maltrataba y escuchaba a lady Katherine animarle me imaginé este momento, pensé que sería dichoso, pero en realidad me siento culpable.

El verdugo sostiene a la prima de mi esposo y hace que se arrodille, poniendo la cabeza en un tronco de madera. Veo como el señor se prepara, los tambores suenan y mi corazón comienza a latir con más intensidad, no puedo creer que vaya a quitar otra vida.

El precio de la corona -COMPLETADA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora