Damn.

3.2K 179 57
                                    

El sol relucía aquella mañana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El sol relucía aquella mañana. La acera se encontraba caliente y no había brisa. El calor emanaba como un espejismo desde el asfalto, y mientras Isabelle caminaba para ir a la escuela, le abrasaba la suela de los zapatos. Sus pasos no se escuchaban en medio de todo el ruido de Derry. La triste e industrial Derry.

La mochila teñida de negro pendía de un tirante en el desnudo hombro de la chica, balanceándose suavemente. Su vestido floreado definitivamente había sido una buena elección, pensó, pues permitía que el viento refrescara sus piernas. Aún así, el calor y el picor que provocaba el sol en su piel la estaban hartando. ¿No podía esconderse el sol por al menos 15 minutos?

El camino que siempre recorría, por alguna razón se hizo eterno, y al llegar a la triste escuela que extrañamente se encontraba revolucionada y alegre, Belle frunció el ceño. ¿Había algún motivo para estar alegre? Era lunes por la mañana y el calor era asfixiante. ¿Qué les había pasado a todos?

Ignoró el grupo sudoroso de estudiantes, con sus sonrisas bobaliconas y sus cabellos voluminosos y lacados, y se abrió camino a su casillero. Greta Bowie y Sally Mueller estaban fuera del baño de chicas, proporcionando una perspectiva genial de su posición, y de sus ridículos vestidos, al estilo de niña buena, que claramente no les quedaban. Esperó un insulto, pero en vez de eso llegó una mirada cargada de desprecio.

Belle trató de ignorarlas, en realidad trató, pero siempre que le dirigían la mirada, pasaba lo mismo: pensaba en lo fastidiosas que siempre eran, y en cómo se las arreglaban para hacer de su vida una aún más miserable. Como las otras veces, no pudo evitar un pinchazo de dolor y vergüenza. Pensó que si Hanscom Ben estuviera con ella, la ayudaría. Le tendería un caramelo de regaliz, una cálida sonrisa, y luego desaparecería, como siempre lo hacía. Así era él: un chico amable que no se involucraba demasiado. Ocasionalmente ahí, con su silencio reconfortante, los pequeños ojos brillantes, de sueños, palabras jamás dichas y unas ganas inmensas de hacer eso a lo que no se atrevía. A ratos, era solitario que él fuera su único amigo: pero era infinitamente mejor a no tener nada. Ben era un buen chico.

Suspiró y pensó en la posibilidad de pasar a la biblioteca después de clases. En medio de los pasillos atiborrados de libros, le saludaría, comentarían el último libro que estuvieran leyendo, Hanscom Ben le recomendaría otros títulos, pues a pesar de su habilidad de mantener calificaciones impecables y un puñado de hobbies que consumían mucho tiempo, se las arreglaba, como ávido lector que era, a leer al menos un par de libros a la semana. Se dijo a sí misma que eso estaría bien, y sin siquiera darse cuenta, ya había olvidado por completo a las desagradables de Greta y Sally.

La mañana, luego de ese pequeño incidente, tuvo un trascurso normal. Trató de concentrarse en lo que fuera que la maestra de biología estuviera diciendo, pero haberse quedado despierta hasta altas horas de la madrugada, imaginando tonterías de varias índoles no ayudaba a aumentar su concentración. Todo le parecía insípido, pero a ratos—inquietantes por cierto—, extrañamente vivo y crispado, como si hubiera algo que todos, menos ella, supieran.

El sentimiento de desasosiego no menguó en lo que duró la —excepcionalmente corta— jornada escolar. Algo estaba fuera de lugar, algo no encajaba: y no era esa sensación que experimentaba cada segundo de su día, cuando miraba a las personas pasar en sus autos coloreados en llamas, con expresión vacua, o cuando observaba a las señoras frente a las tiendas departamentales, quienes a su vez miraban los escaparates, preguntándose si una nueva tostadora mejoraría los ánimos en casa. No era esa clase de inquietud, la inquietud que se presenta cuando uno veía a través de Derry, y una sensación de angustia y profundo terror se asentaba al fondo del estómago, porque a veces, cuando los pájaros dejaban de lado su cantar, y la noche se asentaba de golpe, se podía sentir en el aire ese hedor, ese clamor...

La campana había sonado hace un par de minutos, y parada en medio del gran pasillo, haciendo caso omiso al ambiente ruidoso, mientras los alumnos que aún quedaban dentro de la escuela salían disparados hacia la puerta, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, a su alrededor, sin que ella se hubiera percatado. Era una maravilla, realmente lo era: ese día, ese caluroso día de Junio, comenzaban las vacaciones.

ɴᴏᴛʜɪɴɢ sᴘᴇᴄɪᴀʟ♡ ʀɪᴄʜɪᴇ ᴛᴏᴢɪᴇʀ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora