Shit

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Las vacaciones

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Las vacaciones. Lo había olvidado por completo. Seguramente la monotonía de los días en la escuela, y el gran esfuerzo que suponía mantener un buen desempeño, provocaban eso. Olvidar, tratar de sobrellevar lo mejor posible la pesadilla que era convivir con el menjunje de tarados y de retraídos —siendo ella parte de los últimos, en ocasiones también de los primeros—, que como ella, sólo buscaban sobrevivir.

Una idea llevó a la otra y acabó pensando otra vez en Hanscom Ben. Recordó el porqué de su nombre, y una sonrisa asaltó su boca: Lo llamaba así porque esas habían sido las primeras palabras en salir de la boca de él, que hace un par de meses, se había atrevido a hablarle, aparentemente luego de mucho tiempo juntando ánimos.

–Buenas tardes, mi nombre es Hanscom Ben.– había sonreído con las manos escondidas tras la espalda, jugando nerviosamente. No quería arruinarlo. No podía echar por la borda la única oportunidad de tener una amiga. Su madre alguna vez le había dicho que para agradar, a él le bastaba sonreír y ser cordial, pues a las ancianas les encantaban sus mejillas regordetas y rosadas, como las de un recién nacido. Ben realmente esperaba que eso fuera cierto, y que la chica que casi siempre pasaba su rato en la biblioteca, leyendo al igual que él, tuviera algo de anciana dentro de sí.

–¿Hanscom Ben?– rió un poco ella, enternecida por el desconocido de la silla frente a la suya. Ben se sonrojó, y apretó los párpados, sintiendo un profundo pesar. ¡Lo había arruinado!

—Mucho gusto. Me llamo Belle.

¡O quizá no!

Una amistad tímida y reconfortante había nacido. Una amistad que se limitaba a la biblioteca, y ocasionalmente a una sonrisa entre recesos, pero nunca a una conversación, o un almuerzo juntos. Belle pensaba que, en el fondo, Ben estaba esperando por algo más, algo por lo cual ella no era merecedora de sentarse en la misma mesa que él, cuando éste devoraba su apetitoso sándwich de atún. Hasta que encontrara eso que estaba buscando, y que ella nunca tendría, Ben se resignaría a la soledad absoluta a la que siempre estaba sometido en la escuela. Soledad que se veía interrumpida por Hocksetter o Bowers, de cuando en cuando.

Como si hubiera invocado al último mediante un hechizo, Bowers apareció en su campo de visión, reunido con su grupo de subordinados, que naturalmente, lo seguían a todas partes. Se le hizo raro verlos remotamente cerca de un establecimiento cultural, como era la biblioteca: Henry era alérgico a todo lo que pudiera requerir algo de intelecto, o disciplina, o una brújula moral bien encaminada. Era la personificación de lo que provoca tener un padre alcohólico y con acceso a un arma. Le temía mucho.

Aceleró el paso, tratando de pasar desapercibida, pues, aunque casi nunca se metían con ella, la idea de estar fuera de la escuela, justo el primer día de las vacaciones, cerca de Bowers pero especialmente de Hocksetter, le ponía mala. Cuando tuvo al alcance de su vista la biblioteca, el latir de su corazón pasó de sus oídos al lugar al que pertenecía, su pecho, y dejó escapar un suspiro de alivio.

ɴᴏᴛʜɪɴɢ sᴘᴇᴄɪᴀʟ♡ ʀɪᴄʜɪᴇ ᴛᴏᴢɪᴇʀ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora