Habitación vacía.

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Con cada pasar de la luna voy perdiendo la esperanza de poder olvidarte. Cada salida del alba me recuerda al brillo de tus profundos ojos. Pero no se compara con el destello de tu sonrisa.

En el café de las mañanas, en cada verso de un poema, en cada nota musical, en cada destello de luna, en cada paso que doy, te recuerdo. 

Mis ojos no escurren, pero las lágrimas perduran. Tristeza mendiga que no se cansa de vivir en mí y yo no dejo de recurrir a ella. Nos necesitamos uno de otro, así como nos necesitábamos nosotros. 

Hablándole al espejo, conocedor de mis penas y alegrías, fiel servidor de los llantos y las risas, encuentro que solo sobrevivo y solo me perjudico. Si no fuera por mi corazón, tu memoria tenue se mantendría en mi cabeza, pero el latido se encarga de iluminarla con mayor fuerza cada vez.

Los pasillos que iluminaste fueron apagados por los fantasmas de mi tragedia. 

Miro a la gran ventana con una esperanza casi nula de volverte a ver, que tu me veas con ojos de amor, y yo corra hacia ti y tus brazos me den la bienvenida más calurosa que un día de verano.

Pero no siento más que el frío de la lluvia cubriendo mi rostro, recordándome que no estás en ninguna parte de estas cuatro paredes.

Negándolo lentamente, jamás querré reconocerlo. 



A la mano que me soltóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora