Eran las diez de la mañana de Año nuevo. Adam y Gloria seguían dormidos en el sofá. No se sabía como, pero estaban tapados con la manta. Pasados diez minutos, Adam empezó a despertarse y la vio dormida en su regazo. Lo primero que hizo fue acariciarle el cabello con sutileza, esto provocó que ella abriese los ojos lentamente.
—Buenos días —dijo frotándose los ojos medio dormida.
—Buenos días, princesa. Siento si te desperté —le obsequió un beso en la mejilla.
—No, tranquilo —sonrió.
Gloria postró su mirada en ellos.
—¿Qué sucedió aquí? —preguntó.
—Nada, se ve que nos quedamos dormidos acurrucaditos.
—Que vergüenza, la primera noche que pasas aquí y te duermes en un sofá —comentó con ganas de no hacer acto de presencia de la ironía.
—Pero dormí contigo, el dónde no me importa. ¿Qué te apetece desayunar? —preguntó tierno.
—Pues me da igual, lo que sea —respondió.
—¿Te apetece un cruasán calentito? Me pareció ver masa de hojaldre en la nevera —le preguntó.
—Si, si que hay —afirmó ella.
—Pues dame diez minutos, no tardo.
Adam le dio un beso en la comisura, se levantó y fue a la cocina. Hizo cruasanes caseros y los metió en el horno. Ella aprovechó y se dio una ducha rápida, y consiguientemente, se cambió de ropa: una falda negra con una camiseta roja acompañado de unas sandalias. ¡Monísima como de costumbre!
Cuando salió del servicio y se dirigió al salón. Adam había preparado una mesa en la que habían dos cafés especiales junto a dos cruasanes hechos por él.
—Vamos a desayunar bonita —le tendió la mano y ella la aceptó.
Con cuidado ambos se sentaron en la silla y desayunaron.
—No me digas que todo lo preparaste tu —dudó por un instante.
—Si, hasta el café. Es que no sabes un detallito... —puso cara de interesante.
—Dime —puso morritos.
—No me pongas la tentación delante que muerdo y no me controlo —intentó no besarla—. Sé la receta especial del café y su secreto —le puso ojitos.
Gloria puso los ojos como platos.
—Pues que sepas que te voy a explotar. Te voy a tener a todas horas haciéndome café —le comentó con intenciones verdaderas.
—Y así será —le acercó el cruasán que le quedaba y ella se lo terminó.
Los dos quitaron la mesa, fregaron y colocaron todo.
—Tengo una idea. ¿Te apetece que pasemos el día en mi casa? Como lo pasamos aquí ayer, pasamos el primer día del año allí —le propuso esperando una respuesta positiva.
—Con tal de estar contigo, donde quieras —sonrió tímida.
—Pues vamos que a esta preciosura tengo que lucirla —le dio una vueltecita.
—Ains —suspiró sonrojada, mientras cogió el bolso—. Ya estoy lista.
—¿Preparada para pasar el primer día del año conmigo? —le preguntó feliz.
—Claro que sí —lo abrazó y él la correspondió.
—Feliz 2019, muñeca —le besó la mejilla.
Dos minutos después salieron y cerraron la puerta del piso. Llegaron al edificio de Adam, aparcaron el coche y subieron al apartamento. Entraron y Adam encendió la chimenea cuando se percató que empezó a nevar. Cogió mantas y las puso en el sofá.
—¿Quieres algo? —le preguntó—. Siéntate en el sofá, me ducho y vengo, ¿vale?
—No tranquilo, ve sin problema —respondió.
Adam le dio el mando de la TV y fue a ducharse. Gloria se puso cómoda y se tapó con la manta después de que encendiese la televisión. Con el rabillo del ojo se puso a mirar unas fotos de Adam de cuando era bebé. Sonrió sin darse cuenta.
A los quince minutos, Adam salió con un vaquero y una sudadera de vestir. Se sentó al lado de ella, se taparon y la acurrucó en él.
—¿Te apetece más salir o que nos quedemos aquí? No sé, de compras o a dar una vuelta. En el patio de luces podemos hacer un muñeco de nieve —le sugirió—. Pero vaya, hoy decides tu.
—No me apetece salir, aunque lo de hacer el muñeco de nieve no tiene mala pinta —dijo pensativa.
—Pues vamos sobre la marcha —acomodó el bolso de ella en un sitio donde no molestara.
—De acuerdo —asintió.
Horas después los muchachos ya habían comido y pusieron villancicos mientras Adam le contaba sobre su vida. Aparte, le enseñó fotos de su familia e amigos. Al dar las diez de la noche, se tomaron un chocolate con magdalenas.
—Ya es tarde, debería de irme —le dijo al muchacho.
—No te vayas, son las doce. Duerme conmigo y ya mañana te acompaño a casa.
—Es que no quiero molestarte —susurró.
Adam se levantó, apagó la televisión y se fueron al cuarto de él.
—¿Te dejo un pijama aunque te venga grande? Esta noche no te dejaré irte así que dormirás conmigo.
—¿Tienes una camisa larga o una bata? —le preguntó.
—Si, ambas cosas pero con la camisa te dará frío —dijo pensativo.
—Con la bata me basta, con eso no paso frío —respondió.
Adam le acercó una bata. Mientras ella se cambiaba, él apagó la chimenea. Al volver, se metieron en la cama después de colocar la ropa. Dentro del nido se abrazaron.
—Gracias por pasar conmigo otro día más —le besó la frente él.
—A ti, por aguantarme y hacerme sentir como si te conociera de toda la vida —dijo ella.
—A ti, y siempre a ti... Buenas noches —apagó la luz y cerró los ojos.
—Buenas noches.
Los dos cayeron rendidos en su nidito de amor.
Fin de Año nuevo.
ESTÁS LEYENDO
El café de la Navidad. ©
RomanceUn café, ¿será el culpable de una historia inesperada? Si quieres descubrir que sensaciones puede provocar el aroma y la esencia de un café navideño, te invito a que leas El café de la Navidad. *Forma parte de la lista corta de los premios AmbysES...