Miró por la rendija cómo las motas de polvo bailaban en el aire. El polvo no mataba ni dañaba a nadie. Pero ella sentía que el exceso podría contagiar sus pulmones hasta el punto en que las motas se harían parte de su organismo.
No era fácil buscar ayuda ni dar con una salida sencilla en un lugar así. Los enfermos que iban y venían a su lado parecían muertos caminantes. No daban miedo ni lástima. Odiaba ser comparada con ellos.
Lena no estaba aquí. No había razón para que aún a las 3 de la tarde no le hayan dado permiso para salir a comer y reencontrarse con rostros huecos en la sala donde les dejaban hacer sus ociosidades.
Cada vez que tosía su cuerpo comenzaba a sudar. Como si los nervios de ser escuchada la invadiera. Rascó su cuero cabelludo lleno de caspa por la poca higiene que le permitían mantener los imbéciles enfermeros.
Sus ojos azules ya no les cautivaban ni su piel estaba tersa y limpia, por lo que nadie del sexo contrario se atrevía a dejarse tocar por ella.
La habían convertido en una sobreviviente al caos con aspecto de maniática. Todos se reían menos Nayra. A ella aún le dolía el pasado y le resquebrajaba la dignidad observar que no tenía idea de hace cuánto yacía en ese closet de servicio de limpieza que le servía de habitación puesto que los cuartos vacantes habían sido "llenados".
Escuchó que introducían la llave del lado externo de la cerradura e inmediatamente se colocó en pie. Un joven debilucho que temblaba cuan cascabel le sonrió forzadamente y le cedió el paso.
- Me han dicho que el miedo crece cuando estás ante un psicópata. No me confundas, por favor.
Nayra peinó su cabello como pudo entre sus dedos y le devolvió la sonrisa para tranquilizarlo. Debían de tener más o menos la misma edad a pesar de que él le sumaba una cabeza en altura. Recogió su pequeño trozo de espejo disimulándolo entre los pliegues y la manga larga de su camisola. Si algo le enseñó bien su padre es a nunca bajar la guardia.
Salió del diminuto cuartillo y le obsequió un ligero beso en la mejilla al desprevenido y petrificado chico para luego marcharse caminando con la cabeza en alto. El muchacho tartamudeó incoherencias hasta que un enfermero experto intervino en la situación.
Tomó a Nayra por las greñas para que no tomase vuelo; ella no rechistó por la brusquedad con que acostumbraban tratarla. El pederasta hirviendo en furia se giró para encarar a su quien ella dedujo que era su hijo por el gran parecido.
- Pedazo de escoria barata. No puedes ser más menso. – Le soltó una bofetada que provocó que los ojos del joven John se aguaran y sus pies trastabillaran. – A estas perras hay que recordarles su lugar no abrirles la puerta. – Sacó unas cuantas pastillas de su bolsillo trasero y se las taponó en la boca a que la rubia hasta que se atragantó con estas. – Devuélvela al chiquero.
- Es... El nuevo doctor... Es hora de su terapia... Ella...
- Obedéceme. – Su progenitor apretó sus dientes y le mostró su puño en forma de spoiler sobre lo que le esperaría al llegar a casa si no hacía lo que le mandaba.
Sin detenerse a pensar John Junior abrió la puerta a la mitad y su padre aventó a Nayra sin importarle si se golpeó el brazo al pasar. Lo cual sí sucedió.
Sus pequeñas manos le pegaron a la puerta una y otra vez pidiendo que le dejasen salir. Golpeó con sus pies descalzos la madera sin obtener respuesta del otro lado.
Pasaron varios minutos y lo único que percibía era el mal olor de su propia orina que yacía en un balde y los demás gritos y delirios de otros pacientes. Pasos muy cercanos apenas si lograron sacarla de su adormilamiento más una voz que no conocía.
– Dejadle salir. Es una orden.
– ¿Con cuál derecho debo hacer lo que me dice? Es una resignada de nivel 2.
– Yo soy el nuevo psiquiatra de este piso.
– ¿Me dice su nombre? – Pidió con altanería.
– Daniel Roke.
Un silencio incómodo se apoderó del ambiente.
- Por más que sea familia de los dueños del hospital no puede tratar a esta muchacha. Yo me encargaré de ella. – Nayra sabía que el enfermo sólo la quería para su diversión personal.
- Conste que lo pedí por las buenas. – Hubo una pausa en la que todos los presentes pensaron que iniciaría una buena pelea. Sin embargo... – Oficiales. Pueden retirarlo.
- John Campbell queda arrestado por cargos de abuso de menores y distribución de anfetaminas. Tiene derecho a guardar silencio...
El hombre no cabía en su asombro. Juraba haber borrado cada vídeo de las cámaras y haberle cerrado el pico a cada que sospechase de sus delitos.
– No cabe duda que es cierto. Entre cielo y tierra no hay nada oculto. – Fue la manera en que Nayra le agradeció a Roke una vez este la sacó del recoveco.
Ella notaba que a su alrededor las paredes se movían. El suelo se movía. Dando la sensación de estar en un barco. No quiso advertirle al hombre de unos treinta y tantos sobre su espejismo. Incluso aunque fuese su deber disiparlo.
Roke, un hombre divorciado, de cabellos cobrizos y barba de pocos días. Tuvo la decencia de priorizar la opinión de sus pacientes antiguos y nuevos; gracias a sus respectivas testificaciones, pudo optar por conseguir una orden de allanamiento a la casa del enfermero. La policía halló ropa infantil en uno de sus cajones y un historial de navegación más que incriminatorio. Además, contó con la ayuda de John Junior para ahogar a su padre ante una justicia pública.
– Me temo Nayra que es verdad que soy el psiquiatra de este piso ahora. Por favor, pasa a mi estudio.
No la trató como una inválida o sabandija. Sabía mantenerse en su papel de caballero. Los ojos aquamarina de la chica chispearon. Sintió el deseo de corromper su integridad y ese orgullo viril que dejaba peor rastro que un perfume barato.
La típica mesa rebosando de papeles, paredes blancas y un computador del año de la pera. Todavía restaban cajas con cinta de embalaje con el nombre de su doctor escrito con marcador.
– Las cajas pueden esperar. La salud, en cambio, no es prescindible. – Tomó asiento detrás de su escritorio y le pidió a su paciente que le imitara.
Por el rabillo del ojo pudo ver que ella parecía estar en algún trance; se preguntó en sus adentros si la medicina que le suministraban estaba bastante caducada. Le ofreció algo de agua pero Nayra rechazó su oferta guardando silencio.
Adaptó una posición más frívola y procedió a redactar en las primeras hojas de su formulario:
"Datos del paciente.
Nombre: Lena Harriet White.
Edad: 18 años.
Género: Femenino.
Estado civil: Soltera.
Escolaridad: Desconocida.
Nacionalidad: Americana.
Nacimiento: 06/09/2000.
Parientes: Ninguno.
Condición mental: Bipolaridad.
Origen de la condición: Trauma psicológico.
Fecha actual: 28/09/2018.
Psiquiatra Daniel Roke.
Sanatorio mental King Roke para menores de edad."
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Mafia Timor.
Action"Ciégame. Extasíame. Esfúmate. Esta alma no está hecha de oro y pureza." "Los labios fríos no saben querer. Voy a soterrarte entre ruinas y riquezas." Créditos y agradecimientos para @extraordinhxrry #1 en Kelliberglund (13/03/2019)...