Cuarta Bala.

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– Hijo de pe**a...

– Te he hecho un favor. Olías a semen y miseria. – Hizo un ademán.

Ninguno de los presentes hablaba. Casiana muestra más interés por las listas que nombran el contenido de las cajas puestas en aquél sótano, mientras Beatus se conforma con mantener la mirada en el piso. Nayra sufre en sus adentros el shock de bienvenida, poco a poco recordaba por qué se había marchado en un inicio y había enterrado el apellido Timor.

– Tengo asuntos que atender. Empezando por limpiar tu desastre, es decir, tu expediente. – coloca las tijeras en su escritorio. – En vista de que no estás dispuesta a confesar, tu deber es matar a ese doctor. Irás sola. – acaba por sentarse y colocarse sus lentes de lectura.

– Quiero irme. No deseo matarlo. No quiero ser parte de esta familia. – Sus ojos empezaron a humedecerse.

– Allí está la puerta. – señala desinteresadamente- Hasta donde sé, yo sólo tengo una hija: Casiana. No me interesa si no quieres volver y ser parte de la organización. Sólo quiero que limpies el rastro de migas que conduce hacia nosotros.

Beatus, en vista de que no tiene vela en ese entierro, se retira. La más pequeña del grupo se marcha a regañadientes sin ganas de comenzar una discusión sin sentido y en la que lleva las de perder. Lamentablemente, cuando apuestas y juegas con Vehementi, los dados siempre están cargados a su favor.

– ¿Qué noticias tienes sobre los Thesauri? – Toma asiento Cas sobre el escritorio. Su padre le lanza balas a través de sus pupilas por revolver el papeleo y luego vuelve a su lectura.

– Su ego aún no se desinfla.

– Debo resolver un asunto hoy. Espero no haya nada pendiente. – Fija su vista en sus uñas color sangre.

– ...También he oído que su líder está a punto de ser relevado. – Se le ve bastante calmado como para lo que aquello podría representar.

– ¿Por quién?

– Su hija, Vittoria. De momento.

– ¿Qué se procedería a hacer en caso de que a su hija inexperta se le ocurra desafiarnos? – Se prepara para marcharse. Le pone un mal gusto en la boca la idea de reencontrarse con su rival de infancia en reuniones o acuerdos futuros, incluso oír su nombre.

– No la mataremos. Le recordaremos su lugar en este país, de una manera más inteligente y menos a lo... "Casiana". Es decir, nada de disputas o bombas nucleares.

Vehementi, un hombre calvo por agrado de 52 años, jamás accedería hacer lo mismo que su competencia: Otorgar el liderazgo a una mujer. Para su infortunio, la vida, su esposa y la genética le habían consentido el regalo de 3 sublimes hijas.

– ¿Dónde está la paga para el oficial al mando de la investigación de fuga de gas del hospital psiquiátrico?

– Bajo tu trasero, linda. – Pronuncia con un raro interés por la hojacaligrafiada que sostiene en su mano.

Casiana no puede reprimir una mueca de asco por aquél comentario; ella no era su secretaria a pesar de que actuase como tal y cumpliese con otras labores más. Es su mano derecha, así lo ve. Para nadie de las organizaciones delictivas es secreto que él rotula ligeramente en el concepto de machista y sexista, casi misógino.

Desciende de su asiento agitando su rubia y platinada cabellera y toma el sobre color azul. Escucha una última advertencia de su padre sobre cuidar el número de tragos para la noche y cierra la puerta borrando en un dos por tres de su mente aquél mensaje autoritario.

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⏰ Última actualización: Jul 05, 2020 ⏰

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