EL JARDÍN INFANTIL

7 0 0
                                    

Calma, tranquilidad. Bebió un sorbo de su café cargado, y encendió la laptop. Tomo su celular que se encontraba cargando, lo encendió, y marcó el número de un viejo amigo. Martín Lemaire.
  Mientras esperaba que Martín contestara, miró por la ventana. Un hermoso amanecer se asomaba por el horizonte. Los pájaros cantaban y corría un viento muy agradable.
   
    Jacques Bertrand fue atendido. Se encontraba cómodamente en un jardín infantil abandonado, en la localidad de Conques, en el sur de Francia, corroído por el paso del tiempo. Los columpios se encontraban oxidados, y con muchas enredaderas.

—¿que pasa hombre?—fue lo que contesto Martín

—Me comuniqué con Mario. Dice que todo bien allá en Marsella. Que ya está todo listo.

—genial, me entusiasma esa noticia.

—y ¿tú? ¿Cómo vas en París? Porque... Estás en París, ¿No?

—si jefe, estoy en París, ya estamos casi. No nos queda nada casi con Jaqueline.

—me impresiona lo irónico que suena esto.

—¿Qué cosa?

—Que sean Mario y María juntos en Marsella.

—jajaja pues si, es curioso.

—lo se, mejor terminen lo que están haciendo ahí. Hay mucho trabajo por hacer.

—ya jefe. Nos vemos.

—¿y cómo está Jaqueline?

—esta excelente, París es hermoso. Qué lastima.

—¿que pasa Jacques?— Jaqueline pregunto con una voz dulce muy fingida.

—solo preguntaba, suerte.

—gracias señor.

—Ya chao. Terminen y me llaman.

—adiós.

   Jacques puso su celular a cargar. Miró por la ventana y suspiró. Su plan estaba funcionando a la perfección. Nada podía salir mal. Se sentía alguien importante. Sentía que le hacía un bien al planeta tierra. Por fin el ser humano dejaría de causar tantos males. Por fin no habria guerras sin sentido, dictaduras extremistas, nadie sufriría más. Pero algo lo interrumpió en tan hermosa imaginación, un golpe que provenía desde afuera del jardín abandonado. Rápidamente cerró la laptop que andaba trayendo, escondió el celular bajo la mesa, tomo su arma, que se trataba de una pistola desert eagle, modelo   , y miró sigilosamente por una de las ventanas del recinto.

   Jacques Bertrand vió como llegaban los trabajadores de la Municipalidad de Conques, para demoler el edificio. Había muchas leyendas sobre este, pero no eran la gran cosa. Jacques llevaba mucho tiempo en este jardín, le había tomado cierto cariño. Pero no podía hacer nada.

   Rápidamente dió media y se dirigió corriendo a la otra puerta del jardín infantil abandonado. Y para su suerte, estaba vacía. Agarró sus pertenencias, las metió en un bolso que llevaba y avanzó hacia su auto, un BMW de color negro.
Cuando se disponía a entrar en el, un trabajador lo paro:

—¿Qué hace aquí?

—estaba revisando el edificio— Jacques respondió lo primero que se le ocurrió.

—eso lo hacemos nosotros.

—no no no, yo digo que, ¿no ha visto los vídeos de YouTube?

—¿qué vídeos?—el trabajador francés estaba confundido.

—la exploración ciudadana o como se diga.

—aah, exploración urbana, pero eso se hace de noche. Mi hijo la quería hacer pero le dije que no.

—es que me da miedito en la noche— Jacques se arrepintió rápidamente de haber dicho eso, quedó en ridículo total.

—jajaja, ya, ahora váyase, que tenemos que hacer trabajo y me quiero ir a almorzar.

   Jacques se metió al auto. Reviso si tenía todo y se puso muy nervioso. Había olvidado la agenda, donde tenía anotado todo.

   Con una rapidez se bajó del auto y corrió hacia el jardín en ruinas. Pero lo detuvo nuevamente el trabajador.

—¿y ahora qué?

—se me quedo algo, necesito ir a buscarlo.

—¿qué se le quedó?

—no importa—jacques estaba muy nervioso. Hacia esfuerzos vagos por no mostrar nerviosismo

—¿Cómo que no importa? Yo se lo voy a buscar.

—no, no importa, yo entro.

—Estamos trabajando. Usted no puede entrar.

   Sin que el trabajador pudiera ver, Jacques le puso un dardo tranquilizante de mucha potencia y eficacia. Además de colocarle el silenciador.

—lo lamento amigo—se disculpó Jacques y le disparó en el muslo. El trabajador se durmió en cosa de segundos.

  Jacques Bertrand, con arma en mano, entro por el edificio. Se escuchaban los ruidos de las maquinarias en acción. Entro sigilosamente pegado a la pared sin presión para no derrumbarla, y se dirigió a las oficinas del lugar, donde estaba trabajando.

   Aliviado vió como no había nadie en la sala. Entro corriendo procurando no hacer mucho ruido y ahí estaba su agenda. Forrada con cuero de un color café oscuro y en grande escrito el año: 2031.

Metió a su bolso la importante agenda y salió sigilosamente, igual que como entró. Logro salir del recinto sin que nadie lo descubriera. Encontró al trabajador amable y le dio unos euros y entro al auto. Lo encendió y se dirigió, con Led Zeppelin de fondo, hacia la bella capital francesa: París.

270T. La Última Trompeta Del ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora