Salió Celine de su casa, salió a lavar la ropa en el río, salió a llorar donde nadie la pudiera ver. Apenas había pasado una semana, Celine recordaba perfectamente ese día. Era 4 de Agosto del año 1914, olía a azahar y el viento mecía suavemente las hojas de los árboles. Celine se disponía, como de costumbre, a faenar en la granja y alimentar a los animales que en ella moraban. Por algún motivo su padre no estaba trabajando en los campos de trigo, estaba sentado en su sillón, leyendo el periódico. Se percató de que su padre, Emile, había derramado todo el café sobre el suelo y que su piel palidecía por momentos.-¿Qué lees, padre?-preguntó Celine.
Emile era incapaz de articular palabra, así que tras un esfuerzo fallido por hablar, mostró el periódico. El titular le heló la sangre a Celine.
"ALEMANIA DECLARA LA GUERRA A FRANCIA".
La pequeña granja de Saint-Mihiel estaba apenas unos pocos kilómetros de la frontera.
"El Gobierno de la República Francesa Deportará a Todo Aquel que Posea la Nacionalidad Alemana".
Decía el subtítulo. Por fín Emile dijo algo.
-Karl no lo sabe...¡Díselo, rápido, corre y díselo!
Karl era el prometido de Celine, además de ser el padre del hijo que ya venía en camino. Por desgracia Karl se apellidaba Müller. Celine había salido corriendo por la puerta para encontrar a un Karl que trabajaba con empeño y mal disimulada pesadez. Celine corría por el campo, corría lo más rápido que podía estando embarazada de 6 meses. Karl se encontraba a una distancia considerable, trabajaba como siempre con esfuerzo y sudor. Celine podía ver como dos gendarmes se acercaban en sus bicicletas por el camino.
Celine gritó.
-¡Karl!
Karl no respondía, no era capaz de escuchar a Celine a esa distancia, no era capaz de escuchar a la voz que le suplicaba que huyera.
-¡Karl!- Celine repitió el intento.
Los gendarmes se habían bajado de sus bicicletas y se dirigían hacia Karl. Uno de ellos portaba un sobre en la mano.
Karl giró su cabeza al oír los gritos que Celine lanzaba sofocados por sus lloros.
-¡Deprisa, Karl, huy- Celine nunca logró terminar la frase, sintió un dolor punzante en su vientre y cayó al suelo.
Karl hizo ademán de correr en dirección a Celine, pero un gendarme le tocó el hombro mientras el segundo le agarraba del brazo.
Celine vió, en el suelo y sintiéndose impotente, la confusa cara de un Karl que esa misma mañana había decidido no leer el periódico, ("me quita tiempo de trabajo y sin el trabajo no obtendremos nunca los frutos de una vida digna" había dicho), y que no entendía nada de lo que la carta decía.
Para cuando Celine despertó, ya no había ningún Karl en la granja ni ninguna criatura en su vientre.
Celine recordaba todo esto mientras salía de su casa, mientras salía a lavar la ropa al río, mientras salía a llorar donde nadie la pudiera ver.
El 5 de Septiembre del año 1914 una carta arribó a la paupérrima granja de Saint-Mihiel. En la granja ya solo quedaba la demacrada figura de una Celine débil y cansada. El cartero le dedicó una falsa y tensa sonrisa a Celine al entregar la carta. Celine no se molestó en contestar, ni tansolo respondió a la sonrisa, tal y como estaba el mundo no tenía motivos para sonreír. Entró en su casa, la única luz que quedaba en ella era la que entraba por el agujero del techo, cortesía de un obús alemán la noche del 23 de Agosto. Celine dirigió una mirada al ya vacío sillón de su padre, desgraciadamente, la guerra llamó a la puerta de su casa el 7 de Agosto, y su padre a pesar de sus 63 años tuvo que responder a dicha llamada. Al día siguiente, su padre embarcó en el tren con destino a Bélgica, vestía el uniforme azul y rojo francés y con lágrimas en los ojos, Celine rozó la mano que su padre tendía a través de la ventanilla del tren. Celine no lo volvería a ver.
Temblorosamente, abrió el sobre y lo dejó caer al suelo. Un destello cruzó los ojos de Celine al reconocer la letra de Karl.
Y la carta así decía:
Mi querida Celine. Ya ha pasado mucho tiempo desde que nos separamos. Ahora me obligan a luchar, me obligan a elegir entre mi patria y la gente que quiero.
Mi querida Celine, anoche en las trincheras, entre el fuego y la metralla vi al enemigo correr. La noche estaba cerrada. Apunté con mi fusil, al tiempo que disparaba y una luz iluminó el rostro que yo mataba. Me temo, Celine, que he de decirte algo. Has de saber que quien maté, no era un soldado enemigo. Era Emile, tu padre, que avanzaba hacia su muerte en mitad de la noche. Veo sus ojos fijos en mí cada vez que cierro los míos, veo como la vida escapaba de su cuerpo y como su voz se desvanecía en la oscuridad del bosque. Amor mío, odio la muerte y la sangre...
Mientras Celine leía una lágrima cruzó su mejilla y cayó en el papel. Un silbido de obús se oyó en el cielo.
...ya estoy harto de esta guerra.
Celine soltó la carta, y sintió cómo su alma se desvanecía, cubierta de los escombros que la explosión había hecho de la pequeña y desdichada granja de Saint-Mihiel.
=Fín=
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Crónica de una Guerra.
Historical FictionDurante los primeros meses de lo que lo hoy en día es conocida como La Gran Guerra se respiró una ambiente de miedo e incertidumbre, se respiró un ambiente de muerte y dolor. Muchos de los desgraciados hoy en día no tienen voz ni nombre, esta es la...