Capítulo 3: La habitación de Jimin.

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Aunque parecía que la travesía investigativa de Jung Hoseok llegaba a su final con aquella investigación, la respuesta del camarero arrojó un poco de agridulce esperanza.

—Puede ser cualquiera — respondió cuando el viajero preguntó por la ubicación de aquel lugar.

Bien ahí, querido amigo, pensó con sarcasmo.

Un poco frustrado, bajó de nuevo al restaurante y extiendió el mapa que consiguió en el templo, obviamente ningún viajero lo es por completo sin un mapa, por muy 2018 que sea y exista el GPS.

Marcó con un bolígrafo, prestado por supuesto, los lugares que ya conocía. Resumiendo: el cementerio, el instituto, la torre del reloj, las escaleras, y la casa de Jungkook.

Miró de nuevo la foto que recién había tomado del cuadro, y una nueva resolución lo golpeó.

Estaba claro que la casa de Jimin estaba en aquella zona medieval donde estaba la Torre del reloj.

La desesperación empezaba a cernirse sobre el cabello castaño de Hoseok, porque, ¡Vamos! El inepto de su jefe solo le dio tres días de descanso y perdió casi uno completo en el viaje.

El tiempo se acababa y ahora las posibilidades de encontrar la torre eran cero sobre un millón.

Es decir, la ciudad no es grande, y ha pasado casi un siglo, ¿Sería capaz de reconocerla?

Determinado, y más aprisa que antes recorrió toda la zona norte de la ciudad, tomando algunas fotos, pero ni rastro de la casa de Jimin.

Empezó a desesperarse, entonces, el terror en forma de pensamiento lo golpeó, ¿Y si la casa ya no existía?

El camarero del restaurante le contó que la ciudad estuvo prácticamente en ruinas durante décadas, ¿Qué posibilidades reales había de que encontrara la casa?

Con esa duda en la cabeza, el moreno se encaminó al lado sur, estaba de camino al hotel, la noche empezaba a caer y sus energías también.

Pero nada, ni rastro de la maldita casa.

Empezó a preguntar cual bicho raro a quién sea que se encontrara y que le entendiera, pero aun así, no hallaba pistas.

Completamente rendido, bajó por unas escaleras hasta la plaza Hermann Oberth y se encontró con un chico, de unos veinte años, que atendía mesas en una terraza.

—¿Reconoces esta calle? — su inglés no era muy fluido y sabía que pronunció mal cuando el chico frunció el ceño, le mostró la pantalla digital de su cámara y el chico frunció más el ceño. Le miró el rostro, miró la cámara de nuevo y apuntó a su espalda.

—Allí— dijo casi fastidiado y regresó a su trabajo.

Se giró despacio, y casi saltó de la victoria, porque si, acababa de pasar justo frente a ella y no se dio cuenta.

Ahora que miraba bien, esa era la esquina de donde se sostuvo para evitar terminar de cara al suelo cuando tropezó con sus agujetas.

Dio las gracias a alguien que ya no le escuchaba y de nuevo, regresó sobre sus pasos.

Las piernas le temblaban a medida que se acercaba al portal. ¿Vivirá alguien ahí? ¿Los Park seguirián habitando la residencia? De ser así ¿Tomarían como una falta de respeto la casi insana curiosidad que le había guiado hasta su puerta?

Se plantó delante de un gran portón de madera. En él, una gran placa rezaba KIM HAUS BOUTIQUE HOTEL. Un hotel no era buena noticia, pero al menos el edificio no estaba abandonado.

La puerta estaba cerrada. Llamó al timbre y esperó un buen rato hasta que la puerta se abrió.

Un hombre, de piel clara y ojos medio rasgados le abrió la puerta, estaba como en su quinto escalón y era tan atractivo como George Clooney —¿Quieres una habitación?

—No, quiero respuestas. Y quizás usted es la única persona que puede dármelas.

Cuando le dijo que no estaba buscando alojamiento, el hombre del hotel le miró con desconfianza. En ese momento se dio cuenta de que no podía contar la verdad. ¿Qué le diría? ¿Qué era un romántico empedernido que se había obsesionado con dos muertos de hace un siglo?

Decidió optar por ser el bisnieto de Sherlock Holmes —Estoy haciendo un trabajo de investigación sobre la primera Guerra Mundial en la zona. Me han dicho que aquí solía vivir la familia Park, ¿Es así?—

—Sí, mi familia ha sido dueña del edificio por cerca de tres generaciones.—

¡Su familia dijo!, los ojos de Hoseok se abrieron tanto que pensó había perdido el rasgo definitivo de la nacionalidad coreana.

Resulta que sí, que Kim Seokjin, como se presentó, era hijo de Park Sung, que a su vez fue hija de Park Jihyun, el hermano mayor de Jimin, y Kim Young.

Entonces, como ya no podía controlar la emoción, ni la curiosidad, le soltó toda la diatriba de su viaje, empezando por la tumba y tratando de que no se le notara la emoción, reprendiéndose cada dos por tres por casi salirse de su papel de detective.

El rostro de Seokjin decayó un poco, cuando preguntó por los dos amigos, era de esas personas que no podía evitar sentirse culpable cuando no podía ayudar a alguien, aunque esto no estuviera en sus manos — Si, los enterraron juntos, pero no sé por qué.

—Me han dicho que era amigos, cercanos— indagó con esperanza.

—Lo fueron, iban juntos al instituto, como todos los que están sepultados allí.—

En ese punto estaba claro que Jimin y Jungkook se conocían de sus tiempos de estudiantes. Que su amistad se forjó en los pasillos de ese edificio.

—¡Pero son los únicos enterrados juntos! — estaba eufórico y desesperado que no evitó dar un grito y hacer sobresaltar al pobre hombre.

—Quizá ¿la familia de Jungkook no tenía el suficiente dinero para una tumba propia? — preguntó más que afirmó, pero el argumento aún no convencía a Hoseok.

Continuaron el tema, con Seokjin lamentándose por la muerte de Jimin y Dong Sun, y lo afortunado que fue Jihyung al sobrevivir. También se lamentó el que Jimin, siendo tan guapo y talentoso, muriese soltero y sin descendencia.

En ese momento señaló la ventana que estaba justo encima de ellos y preguntó: — Esa era su habitación, ¿verdad?

Seokjin abrió los ojos como platos. — ¿Cómo lo sabes? — Le enseñó la foto del cuadro y se lanzó —¿Me la podría enseñar?

Seokjin asintió y con una sonrisa lo invitó a pasar, llevaban todo ese tiempo ahí y el frío empezaba a calar.

Entró al que fue el hogar de Jimin casi de forma reverencial. Pidió permiso a nadie en concreto en un murmullo y siguió los silenciosos pasos del castaño, no había mucho que mirar, paredes blancas, adornos en colores terracota, mucha madera y más paredes blancas.

Subieron a la segunda planta y, como si se tratase de la reina de España, Seokjin abrió con sumo cuidado una pesada puerta de madera.

Era la habitación de Jimin.

Se dirigió a la ventana y desde allí adivinó el lugar en la calle desde el que Jungkook pintó su cuadro. Y levantó la mano, como si el mismo fuera Jimin, despidiéndose de Jungkook, que acababa de salir de su casa con una sonrisa en sus labios y se giraba para saludarle con una sonrisa.

En ese momento pensó que no podía irse, a la mierda el vuelo de dieciséis horas que debía tomar, a la mierda su jefe, y a la mierda todo.

Se giró y le sonrió a Seokjin. — Creo que me voy a quedar esta noche. 

SIGHISOARA | KOOKMIN | FANFICDonde viven las historias. Descúbrelo ahora