Capítulo doce.

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Fue como si mis pies se hubieran adherido instantáneamente al suelo.

Mis ojos estaban cristalizándose simplemente porque él me había confesado que ahora, todas esas indirectas que se escondían detrás de cada pequeña y perfecta letra que componían sus canciones, iban para mí. ¿Y qué había querido decir con aquello?

¿Que yo había sido una mentira? ¿Que él vivía en una mentira?

Aún manteníamos el contacto visual, y yo intentaba parpadear rápido para que las lágrimas no cayesen. Pero fue un intento en vano, ya que empezaron a caer por mis mejillas. Las limpié disimuladamente y agradecí que la luz fuera escasa.

Tom se echó hacia un lado de la banqueta, mirándome a mí y al hueco que quedaba en esta. Me estaba pidiendo que me sentara a su lado. Quería hablar conmigo.

Llené mis pulmones de aire y caminé lentamente pero con paso firme hacia él.

Cuando me situé, no tuve valor para mirar hacia sus ojos. Simplemente apoyé mi mano encima de las teclas y las acaricié, recordando que tiempo atrás yo también las había tocado con cierta fluidez, pero que probablemente ahora me quedaría atascada si intentara tocar alguna pieza. Me faltaban algunas lecciones.

Llevábamos un rato en silencio, mientras seguía recorriendo las teclas blancas con lentitud, hasta que las puntas de los dedos de Tom acariciaron suavemente el dorso de mi mano, produciendo un cosquilleo en mi estómago que hizo que me asustara. Nunca me había comportado así.

El que alguien te guste no puede ser tan efímero, tiene que ser más lento. Cuando te "enamoras" rápidamente de una persona después de un tiempo te das cuenta de que en realidad no estabas enamorada, si no que era simplemente atracción, y entonces la relación termina mal.

Por eso no creía en el amor a primera vista.

"Es curioso" comentó riendo por lo bajó mientras seguía acariciándome y yo continuaba con mi debate interno sobre si debería quitar o no la mano.

"¿Curioso el qué?" Pregunté saliendo de mi trance. Era agradable sentir sus dedos recorrer mi piel, y probablemente no se acordaría de eso al día siguiente.

"Como en poco tiempo puedes coger cariño a alguien" respondió agarrando mi mano, envolviéndola con la suya, y provocando una calidez en ella.

Tenía razón. Contando el tiempo que habíamos pasado juntos, nos conocíamos desde hacía aproximadamente dos semanas. Dos tristes y únicas semanas, y parecía que nos conocíamos de siempre.

Intenté liberar mi mano, pero no con la intención de alejarme. Cuando conseguí que la soltara, la llevé hacia su pelo, acariciando con mis dedos la parte de la nuca.

Ahora esos mechones que se soltaban de su pequeña coleta no estaban tan largos, y estaban apartados hacia atrás. Su casi media melena había desaparecido.

"¿Sabes? Te queda bien"comenté con la voz temblorosa mientras me aguantaba las lágrimas. Y tenía ganas de llorar porque quería besarle y no podía hacerlo. Estaba mal; todo aquello estaba mal.

"Lucy, quiero que sepas que estoy borracho, pero lo suficientemente consciente como para hablar seriamente y acordarme de todo mañana" dijo mirándome.

"Tom, te has bebido media botella de Jack Daniel's" ataqué obvia. No podía no estar ebrio.

"Te prometo que estoy bien. No se me sube tanto a la cabeza. Lo que peor llevo es el vodka" contestó a la defensiva.

No perdía su humor, y en esos pensamientos me di cuenta de que mi mano aún seguía en su nuca. Iba a quitarla pero él me lo impidió sujetando suavemente mi antebrazo.

"Por favor, me gusta que me acaricies. No apartes la mano" me pidió mientras yo fruncía el ceño extrañada, preguntándome si todo esto era por el alcohol. Sujetó mi mano y la llevó a su mejilla, mientras acercaba su cabeza hacia mi tacto y cerraba los ojos, disfrutando de mis leves caricias.

Tenía la piel suave, debido a que se había afeitado, sus ojos parecían cansados, y yo sólo quería darle un beso. Aunque sólo rozáramos los labios.

"¿Por qué te has cortado el pelo?" Pregunté.

"No lo sé. No sabía qué hacer. Me habías dejado sólo aquí, me sentía mal, y me di cuenta de que no era una gran compañía para Marie, así que llamé a su tía y me dijo que se podía quedar con ella hasta mañana por la tarde. Simplemente vi una peluquería de vuelta y pensé: ¿por qué no?".

Y entonces se me ocurrió una idea disparatada. Si él había decidido hacer algo diferente, ¿por qué yo no lo hacía también?

Recordé que un año en Navidad, a base de vasos del champán que mi abuelo había traído, me llegué a poner "contenta", por así decirlo. A la mañana siguiente recordaba todo, sólo que tenía una leve pero molesta punzada en la cabeza.

Y con esa idea en la cabeza, agarré la botella de Jack Daniel's y la puse entre nosotros.

"¿Qué vas a hacer?" Preguntó divertido.

"Simplemente olvidarme por un par de horas lo que está correcto o lo que no, lo que quiero y no quiero hacer, y hacer las cosas opuestas a las que la gente normal suele hacer".

Y con esto, probé el Jack Daniel's bajo la atenta y curiosa mirada de Tom.

***

Seven years | Tom OdellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora